domingo, 21 de octubre de 2007

Reactualizar el proyecto político del Che Guevara


Entrevista al argentino Néstor Kohan
Recuperar y reactualizar el proyecto político del Che Guevara

Andrés Figueroa Cornejo
Rebelión

Néstor Kohan, uno de los integrantes del Colectivo Amauta e impulsor de la Cátedra Che Guevara de Buenos Aires, Argentina (amauta.lahaine.org), estuvo de visita en Chile la segunda semana de octubre. Fue invitado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) a una serie de actividades en poblaciones y en universidades. Entre estas últimas, en la Universidad ARCIS de Santiago se desarrolló la “Cátedra Internacional Ernesto che Guevara”, donde además del FPMR también coorganizaron la actividad el Movimiento por la Asamblea del Pueblo (MAP) y el Movimiento Convergencia Revolucionaria (MCR).

Inspirado en el marxismo latinoamericano de José Carlos Mariátegui y Ernesto Guevara, entre otros revolucionarios, Néstor trató temas amplios, necesarios y urgentes para los actuales procesos de reconstrucción de los proyectos populares del continente.


En uno de tus textos últimos, muy difundidos, afirmas que las “clases dominantes no se suicidan…”


“Esa expresión yo la escuché en una película sobre Salvador Allende, donde los realizadores entrevistan al embajador norteamericano de esa época en Chile –uno de los jefes de la contrarrevolución y hombre de la CIA-. Me sorprendió su testimonio. Me pareció muy lúcido cuando dice en un momento, con un cinismo brutal y desenmascarado, que “ninguna clase social se suicida..., ¡esto ya lo descubrió Lenin!, ¿Qué querían inventar?”. Entonces me pareció muy clara esa confesión doble de parte de este asesino de la CIA. Primero, la reivindicación de Lenin, y segundo, el planteamiento de que el viejo sistema capitalista no va a permitir pacíficamente que los trabajadores, el pueblo, la juventud, busquen cambiar la sociedad de raíz. Porque cuando las clases dominantes se sientan amenazadas, no van a dudar un segundo en desarrollar una guerra civil y ejercer toda su fuerza represiva. A mi modo de ver, el campo popular no puede eludir este hecho, no puede decir que ‘el poder no existe’ o que ‘el poder es difuso y está en todos lados’, que ‘el poder circula’ y, por tanto, supuestamente, de manera dispersa, espontánea, vamos a transformar la sociedad, sin hacernos cargo de que –si bien es cierto que el poder no sólo se encuentra en el Estado- el Estado existe, el ejército existe, las cárceles existen, la policía existe, los servicios de inteligencia existen...”


DE LA RESISTENCIA CULTURAL AL PROYECTO POLÍTICO


¿Por qué propones que hay que retomar el legado del Che desde otra óptica en la actualidad?


“No estuvo mal reivindicar en los años 80 y 90 al Che como figura ética, cultural, moral, como alternativa frente al mercado neoliberal, y al avance del postmodernismo. Nosotros mismos formamos parte de esos movimientos que rescataron al Che en esos ámbitos. Lo que quiero señalar es que hoy, en el siglo XXI, esa lectura del Che ya no alcanza. Actualmente, no nos podemos detener en esa imagen del Che, congelándolo y cristalizándolo, porque las nuevas maneras de dominar que tiene el capitalismo no responden a esas presentaciones clásicas del neoliberalismo del estilo de Menem, Fujimori, Collor de Melo, que eran capitalistas salvajes, con programas de choque. Tal como Margaret Thatcher tenía su frase “no hay alternativa”, Menem cuando castigaba al movimiento sindical, por ejemplo ante la lucha de los ferroviarios, decía “ramal ferroviario que para y hace huelga, ramal ferroviario que cierra.”

Nos parece que hoy, el capitalismo se ha ido reciclando y, a la vez, manteniendo las formas de dominación clásicas, pero modernizándolas. Los grandes empresarios y sus estrategas –‘tanques pensantes’, ‘intelectuales orgánicos’ del gran capital y el imperialismo- se dieron cuenta que como el neoliberalismo a cara descubierta generó tanta rebelión en Argentina, en Bolivia y en muchos países de América Latina, había que actualizar el discurso, y para mantener la dominación de las viejas clases dominantes era preciso establecer un lenguaje más flexible para dominar de una forma más elástica, incluso apelando a ciertos rituales ‘progresistas’ con el fin de frenar los conflictos sociales e institucionalizar la protesta, mientras se mantenía el modelo neoliberal en sus aspectos centrales. Me refiero al pago de la deuda externa, un modelo de explotación de los recursos naturales; donde se reemplazan las antiguas agriculturas por la soja transgénica, por ejemplo.

Entonces, se fueron perfeccionando las maneras de hacer política para garantizar el orden. Se modificaron símbolos y discursos, dejando intactas las formas de dominar. Por eso, desde la izquierda que busca el socialismo, la izquierda guevarista, tenemos que dar cuenta de esos cambios. No podemos seguir exactamente igual que hace 15 años. Creo que hoy tenemos que dar un pasito más, sin renegar de lo que hicimos (estamos orgullosos de haber resistido en aquellos años el huracán neoliberal y la moda postmoderna que lo acompañó), pero ahora el guevarismo tiene que asumirse como un proyecto fundamentalmente político y no solamente de resistencia cultural. Ya no podemos continuar a la defensiva, en el puro plano de la resistencia. Debemos acusar recibo de los cambios habidos en la política latinoamericana, con gobiernos pseudos progresistas, desde el justicialista Néstor Kirchner y su esposa Cristina al (reciclado) Frente Amplio uruguayo de Tabaré Vázquez, y del ex militante clasista Lula hasta el gobierno chileno de Bachelet (que nada tiene que ver con el socialismo de Allende, dicho sea de paso).”


Tú señalas la inexistencia de burguesías nacionales antiimperialistas…


“Nosotros planteamos que es inviable cualquier propuesta de ‘capitalismo nacional’ en América Latina. Porque la gran figura retórica a la que apelan los gobiernos que mencioné antes, de diversas maneras, es al ‘capitalismo a la uruguaya’, al ‘capitalismo nacional’ de Kichner y hasta donde su opositora Lilita Carrió habla de ‘capitalismo ético’. Estas definiciones siempre se asientan sobre ciertas clases sociales y el problema es que para que exista un proyecto realista de ‘capitalismo nacional’ tiene que haber una burguesía nacional que lo encabece, antiimperialista, que privilegie el mercado interno por sobre las exportaciones, que postule la intervención estatal por sobre el mercado. Y nosotros estimamos que no existe ese sujeto social en América Latina. Las burguesías continentales, las de verdad, no las de las propagandas, no tienen un proyecto de país independiente. Han nacido asociadas históricamente a las viejas oligarquías. Son, en realidad, oligarquías aburguesadas y burguesías oligárquicas. Y ya algún autor las ha definido como ‘lumpen burguesías latinoamericanas’, mucho antes que se pusiera de moda el narcotráfico. Sí, son lumpenes. Son burguesías con proyectos de ganancias extraordinarias a corto plazo y nunca consideran un horizonte a largo plazo, ni siquiera para independizar a sus paises por la vía capitalista. Y si existen, están completamente subordinadas al gran capital, porque históricamente así nacieron. Con la globalización esta situación se ha profundizado. Sobre todo después de las dictaduras militares de los 60 y 70.”


¿En qué fuentes te basas?


“Nosotros, en el pensamiento latinoamericano, apelamos a Mariátegui y al Che, porque ellos fueron quienes de manera más clara han cuestionado (junto con la teoría marxista de la dependencia –a través, por ejemplo, del autor brasileño que actuó en Chile, Ruy Mauro Marini, y diversos pensadores y dirigentes latinoamericanos) la existencia de una burguesía nacional antimperialista y progresista. Las burguesías nacionales existen, pero están completamenete subordinadas: son raquíticas, impotentes, domesticadas, carecen de un proyecto propio a largo plazo.”


LA TÁCTICA DEL ‘PACTO SOCIAL’


Aquí en Chile, la Concertación procura su reordenamiento a través de lo que denomina `pacto social’…


“La propaganda de Cristina Kirchner, la futura presidenta argentina, también usa la frase del “pacto social”. Pero, nos parece que sólo es una fórmula para ganar votos, una triquiñuela de marketing electoral, porque en realidad no hay un “pacto social”. Lo que hay es una imposición de los empresarios y cualquier movilización de los trabajadores es reprimida duramente. Los trabajadores que ellos no pueden cooptar, son reprimidos, ilegalizados, les abren causas judiciales. Ni siquiera a centrales sindicales con hegemonía reformista, como la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), les dan la personalidad jurídica. No es el “pacto social” clásico del reformismo populista. Simplemente es una apelación discursiva para pilotear la situación coyuntural y garantizar la gobernabilidad, pero no hay una real propuesta de una burguesía independiente.”


EL PODER


¿Cuál es el eje de la política guevarista?


“El Che siempre decía, a través de sus escritos e intervenciones, que el ABC de la revolución era el problema del poder, y que cuando la izquierda no asume esa dimensión central como el gran problema a resolver, evidentemente se desbarranca por distintas vías.

Plantearse el problema del poder no significa lanzarse a la toma de un cuartel pasado mañana. No hay que ridiculizar el proyecto político del guevarismo. Pero hay que ubicar al poder en el núcleo de la estrategia y el proyecto político. Aquellas organizaciones populares que no tienen una estrategia de poder explícita, en el fondo, sí tienen una estrategia de poder... la estrategia del poder (y del estado) burgués. O sea, son organizaciones que aceptan como algo inmodificable el Estado capitalista. Por lo tanto, eluden ese problema porque no lo pueden enfrentar. Mirar para el costado, meter la cabeza debajo de la tierra o hacerse el distraído no rsuelve el problema. No tiene sentido una propaganda “super radicalizada”a largo plazo si no se asume una estrategia para derrocar el poder burgués.”


Tú estableces relaciones relevantes entre el Che y el italiano Antonio Gramsci…


“Gramsci ha sido leído en América Latina de diversas maneras. Las formas institucionales, académicas, sobre todo desde los años 80 en adelante, estuvieron muy teñidas por becas socialdemócratas –en especial de Alemania-, que desde publicaciones como la surgida en Venezuela, llamada “Nueva Sociedad”, cooptó a diversos intelectuales que intentaron vender una imagen de Gramsci ‘dulce’, ‘suave’, ‘light’, ‘edulcorada’, que no tiene nada que ver con el Gramsci real.

¿Qué pensaba Gramsci de las ocupaciones de fábricas? Él consideraba que ocupar las fábricas –que ya es una medida muy radicalizada- no alcanzaba si no contemplaba una guardia militar. ¿Cómo gana Gramsci la dirección del Partido Comunista italiano? De manera muy dura. El Gramsci que existió realmente no tiene ninguna relación con la visión que de él construyeron las academias. Ese Gramsci real está mucho más cerca del Che Guevara, de Lenin, incluso te diría, de Giap. Gramsci también plantea como problema central el poder. Así establece distintos niveles de las relaciones de fuerzas. Jamás se propone el asalto al poder sin una acumulación previa. Pero para alcanzar a lo que llegó España, por ejemplo, en la década del 30; El Salvador en los 80; y hoy Colombia, un estadio de guerra civil abierta, donde el pueblo se divide en dos partes y la confrontación es político militar, existe toda una acumulación previa que tiene que ver con la lucha de masas, con la lucha sindical, la campesina, la estudiantil. El Che señala en su trabajo Guerra de guerrillas: un método, que la confrontación político militar es una lucha de masas. Guevara tenía una gran admiración por el pueblo vietnamita y por su guerra de liberación contra Estados Unidos, y por el General Giap, a quien el Che prologa y presenta en castellano al público latinoamericano; prólogo donde también insiste en que las guerras de liberación deben ser de todo un pueblo. En este tema, el poder no es como nos lo quisieron vender las fundaciones socialdemócratas y las tantas Ong’s. No es una obsesión de cuatro locos aislados del pueblo; “foquistas”, “militaristas”, que desprecian la lucha sindical, estudiantil, campesina, sino que es algo completamente distinto. La lucha por el poder es el eje de una estrategia que abarca diversas formas de lucha, donde la confrontación político militar es el punto de llegada y nunca el punto de partida de una lucha popular de masas. Fidel Castro antes de lanzarse al asalto del Cuartel Moncada experimentó diversos tránsitos políticos. Que no se conozcan hoy no quiere decir que no hayan existido. Si se reduce al Che a un loco suelto que se va a la selva, que está aislado de los campesinos, de los mineros en Bolivia o que anda generando revoluciones en paracaídas en cualquier lugar del mundo..., esa es una imagen caricaturesca de las biografías mercantiles o de las películas de Hollywood. Entonces, desde ese ángulo al Che se le puede rendir culto, homenaje, pero no es útil para la lucha actual. Ahora, si concebimos el pensamiento del Che centrado en la estrategia para la toma del poder, que abarca todas las formas de lucha y que es complementario con esta lectura de Gramsci sobre el análisis de situación y las relaciones de fuerza, me parece que sí el Che es muy actual para los movimientos sociales contemporáneos, a nivel mundial pero sobre todo para América Latina.”


LA VALORACIÓN DE SANTUCHO


En Chile se vincula mucho la vida política del argentino Santucho, uno de los fundadores del Partido Revolucionario de los Trabajadores, con Miguel Enríquez, Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. ¿Qué significa para ti Santucho?


“Mario Roberto Santucho fue para mi generación, un nombre prohibido, alguien innombrable. No estaba en las remeras, como el Che Guevara, ni en los afiches. Era el sinónimo de un ‘demonio’ (así lo denominaba la derecha). Y lamentablemente, un sector del movimiento popular compró esa leyenda mal intencionada. Pero de a poco, y no es casual, a medida que crece la fuerza del campo popular, renace el interés por el pensamiento de Santucho. Así se comienza a desmontar esa teoría de los dos ‘demonios’ (el terrorismo de estado y el “terrorismo de izquierda” donde, supuestamente, estarían Santucho y el Che Guevara). A contramano de esa triste teoría de los dos demonios, comenzó a nacer un nuevo interés entre los jóvenes por saber quién era Santucho, quiénes eran los compañeros de Santucho, porqué peleaban y combatían... cuales eran sus sueños e ideales... Empezaron a editarse películas, libros. En las movilizaciones populares argentinas hay un montón de organizaciones piqueteras, de grupos estudiantiles y culturales que empiezan a utilizar la bandera del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que es la bandera del Ejército de Los Andes de San Martín, celeste y blanca, con una estrella roja de cinco puntas en el medio. No es accidental que nuestro Colectivo Amauta, Cátedra Che Guevara, tenga dos banderas. Una de ellas es la que describí recién. Ese creciente interés no es casual, no es accidental.”


La posición política de Mario Roberto Santucho no es producto de una situación local…


“Santucho no es un individuo aislado, al igual que el Che. Es parte de una constelación mayor que tiene que ver con el marxismo latinoamericano. Santucho constituye uno de los continuadores del pensamiento político del Che; yo creo que es un hijo político del Che Guevara. Y tiene que ver con toda esa generación, donde se incluye el chileno Miguel Enríquez, el salvadoreño Roque Dalton, el nicaragüense Carlos Fonseca, el uruguayo Raúl Sendic, el boliviano Inti Peredo, el brasileño Carlos Mariguella Toda una liga de revolucionarios que intentaron llevar a la práctica y continuar el legado del Che.

¿Dónde estaría el eje de Santucho? Él tomó un tema olvidado por la mayor parte de la izquierda argentina; el problema del poder. Santucho con Miguel Enríquez y otros compañeros, escriben la primera editorial de la revista “Che Guevara”, que era el órgano de la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), que agrupaba al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros de Uruguay, al Ejército de Liberación Nacional de Bolivia, al Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo de Argentina, y al MIR chileno. Allí plantean –sin ningún sectarismo- que la izquierda tradicional fue muy abnegada, muy valiente, que ha sufrido la represión y la clandestinidad, pero que, lamentablemente tenía una línea política y lectura de Latinoamérica equivocada. En el sentido de que la izquierda tradicional evaluaba que América Latina había sido feudal; que el desarrollo capitalista tiene etapas fijas y predeterminadas y que, por tanto, la revolución pendiente en el continente no debe ser socialista, sino democrático burguesa. De ahí derivaban a una línea errada: el reformismo; es decir, tratar de cambiar la sociedad sin tomar el poder, sin chocar con las instituciones centrales de las viejas clases dominantes, y mediante el tránsito pacífico al socialismo. De este modo, Santucho y los demás, planteaban una crítica muy lúcida. De manera respetuosa, apelaban a la unidad con la izquierda tradicional bajo la condición de superar el reformismo. Así, a pesar de tanta abnegación y tanta militancia sacrificada, ella había abandonado el tema del poder. A principios de la década del 20, el anarquismo argentino –que no tiene nada que ver con el anarquismo antimarxista, puramente literario y becado de las academias-, sino que era un anarquismo combativo y de trabajadores, fue salvajemente reprimido por el ejército y regó la Patagonia argentina de cadáveres. En esa rebelión hubo muchos hermanos chilenos que participaron de la rebelión... dicho sea de paso. Entonces Santucho indica que, después de esas experiencias libertarias de lucha por el poder y después del clasismo consecuente de los comunistas de la década del 20 y 30, la izquierda argentina abandonó el tema del poder. Y eso generó que los sectores mayoritarios de la clase obrera quedaran subordinados al populismo peronista. Santucho cuestionaba tanto al viejo reformismo del PC, como al populismo del peronismo de izquierda, el peronismo armado de Montoneros. El pensamiento de Santucho encara esa doble batalla. A ambos grupos (comunistas y montoneros) llama a la unidad, al mismo tiempo, criticándoles el reformismo y el populismo. No es casual, entonces que hoy, a 41 años del asesinato de Santucho, el problema del poder y la tradición política de Guevara y Santucho vuelvan a la agenda política de una nueva generación de movimientos sociales.”


LA PUEBLADA ARGENTINA DE 2001


A inicios del actual milenio, el pueblo argentino nos dio a todos una tremenda sorpresa…


“La rebelión popular argentina de diciembre de 2001 fue importantísima. Y no cayó como un rayo inesperado en el mediodía de un día de sol. Fue el punto de llegada de una acumulación previa que no fue visible, pero que fue producto de todo un movimiento de bases, en los barrios, en las poblaciones, en los sectores juveniles. No fue completamente organizada, pero tampoco fue tan “espontánea” como cierta literatura académica (de algunos “piquetorólogos”) intentó describirla a posteriori. Porque sucedió la rebelión y luego vinieron los académicos, intentando meterla en los moldes preestablecidos -de signo postmoderno-,para que entrara en los relatos de moda, del espontaneísmo absoluto, de que era algo completamente nuevo sin vinculo alguno con la militancia histórica anterior. La rebelión vino de grandes manifestaciones de la década de los 90, encabezadas por dirigentes sindicales que se habían quedado sin trabajo; viejos militantes de los 60 y 70... Los movimientos piqueteros, a diferencia de lo que decían los “piqueterólogos”, no eran tan nuevos como se aseguraba. Mejor dicho, eran formas nuevas pero que mantenían vasos comunicantes con experiencias anteriores que las posibilitaron. Era una nueva forma de lucha, pero donde había una presencia de militancia de izquierda. Si uno rastrea quiénes son los principales referentes de los piqueteros se da cuenta de que muchos vienen de militancia anterior en los partidos de izquierda. Entonces, la rebelión de 2001 fue producto de la aparición de nuevos sujetos sociales y una nueva generación de luchadores y luchadoras , complementada por una dirigencia sindical clasista que se había formado y había hecho su primera experiencia militante en la izquierda marxista.”


¿Qué aprendizajes se sistematizan de la rebelión de 2001?


“Ella nos enseña que cada generación debe aprender de las anteriores. El postmodernismo nos trató de vender la ilusoria y fantasmagórica mentira de que “no hay nada que aprender de antes, empezamos de cero”. Rodolfo Walsh, dirigente revolucionario e intelectual desaparecido, dice que las clases dominantes siempre tratan de imponer la idea nefasta de que el campo popular no tiene referencias anteriores... ¡Así no se construye una identidad colectiva! La propia identidad construye su sentido bebiendo en la experiencia acumulada por generaciones anteriores. Nosotros jamás renegamos de la historia. ¿Por qué renegar de esa historia heroica? ¿Por qué no aprender de sus virtudes y defectos? ¿Para ganarnos una beca académica y que los poderosos nos sonrían y nos palmeen el hombro? ¿Por qué no tejer un vínculo con lo anterior? Esa es más bien la gran utopía reaccionaria de las dictaduras: cortar el vínculo entre las generaciones de los 60 y 70, con las actuales. Y el postmodernismo (nacido en las academias, no en los barrios populares... dicho sea de paso) vino a legitimar eso, diciendo que lo que ocurrió el 2001 era completamente nuevo, sin ningún vínculo con la experiencia militante previa. Pero, sin embargo, tampoco fue un hecho planificado, y de allí sus limitaciones. Hubo una explosión de ira popular donde la izquierda participó, pero no fue fruto de una estrategia. Y eso marcó un límite muy fuerte, porque los que después terminaron apropiándose del producto de esa rebelión fueron la burguesía y los partidos del sistema capitalista. Marx tiene unos escritos sobre la revolución española del siglo XIX. Allí se refiere a un caudillo, que si no recuerdo mal, se llamaba Espartero. Entonces Marx afirma que hay momentos en la historia en que el pueblo derriba toda la vieja sociedad, parece que va a inaugurar una nueva época, pero... se detiene. Entonces reaparece la vieja sociedad y se apropia de los dividendos de la rebelión popular. Esto tiene mucho que ver con lo que pasó en Argentina. Finalmente, los políticos del poder, que no participaron de la rebelión, la capitalizaron. Algo tuvieron que ver también, las divisiones de la izquierda argentina..., la tremenda fragmentación, el sectarismo.”


EL PROBLEMA DE LA DISPERSIÓN


Tú haces fuertes críticas a las teorías postmodernas…


“El postmodernismo no sólo nace de un debate académico de origen francés, y en particular, de la Universidad de La Sorbona. Ha tenido sus correas transmisoras al interior del movimiento popular y ha logrado instalar la peregrina y nefasta idea de que la fragmentación es buena. Que garantiza la diversidad. Y nosotros creemos que, en realidad, es una gran trampa. La fragmentación no garantiza la diversidad, de hecho, nos impide golpear juntos contra el poder. A más división, más uniformidad. La división popular sólo garantiza la permanencia del mercado y su discurso único. La gran consigna de la rebelión argentina fue “que se vayan todos”, y no se fue nadie. Y la dispersión de la izquierda, de manera indirecta e inconciente, contribuyó a esta situación. A que el sistema pudiera reciclarse, apelando a la retórica del capitalismo nacional. Nosotros consideramos que es preciso contribuir a la unidad de la izquierda, sobre todo de la izquierda extra institucional, y que la figura del Che Guevara puede unirnos. Así como en Colombia dicen “en Bolívar nos encontramos todos”, en Argentina todos los que estamos contra el poder podríamos empezar a plantear que “en el Che nos podemos encontrar”.


CLAVES DEL NUEVO INSTRUMENTO REVOLUCIONARIO


¿Podrías aventurar algunos pilares sobre el carácter de las nuevas orgánicas revolucionarias que demanda el período?


“Ese es un debate abierto. Nosotros sólo tenemos algunas ideas. En primer lugar hay que enfrentar la combinación de dos elementos: la independencia política de clase (sobre todo ante un populismo muy fuerte, existente al menos en Argentina). Pero sólo con la independencia política no alcanza, porque nos quedaríamos aislados. Más de alguna vez, las experiencias políticas de nuestra historia nos señalan que cuando esa independencia se logra, no se alcanza a establecer alianzas más allá de la lucha obrera (pienso, por ejemplo,en la experiencia heroica de los sindicatos cordobeses del SITRAC-SITRAM). Entonces el segundo elemento a considerar, es tratar de construir la hegemonía sobre otros segmentos sociales. Coordinar todas las rebeldías, no quedarnos sólo en la rebeldía de la clase obrera. Porque la clase obrera, por más heroica que sea, si se queda sola, pierde la pelea. Es decir, combinar la independencia de clase con la hegemonía socialista. Sólo hegemonía, sin independencia política frente a la burguesía (“democrática” o “nacional” según sea el caso), deriva en el frente popular clásico.

La coordinación tiene que ser plural, diversa, debe reconocer que hoy existen múltiples rebeldías contra el capitalismo. Sin embargo, dentro de los distintos sujetos convocados, algunos tienen la capacidad de organizar al conjunto de la rebeldía generalizada, y otros sectores no tienen la misma capacidad. Por ejemplo, la rebelión de los grupos ecologistas o la rebelión frente a los modos tradicionales de imponer un comportamiento sexual, creo que son totalmente justas y legítimas; la izquierda revolucionaria tiene que apoyarlas, tiene que hacerlas propias e impulsarlas como algo propio. Pero me da la impresión que no tienen los alcances para generar un proyecto para el conjunto del movimiento popular. Creo que la clase trabajadora –en un sentido amplio- sigue teniendo, al menos en términos potenciales, la capacidad de aglutinar y organizar el conjunto de las rebeldías contra el sistema. Y plantear ese eje articulador, no significa anular los otros territorios sociales ni aplastar a los movimientos sociales en sus demandas específicas. Se trata de construir hegemonía; es decir, la articulación de las rebeldías, donde hay algunas que tienen una posibilidad mayor de conjuntar a las demás, sin aplastarlas. Si lográramos articular todas las rebeliones en un proyecto común, el capitalismo estaría temblando.”


EL SOCIALISMO DE SIGLO XXI: UN DEBATE


En otra entrevista, Heinz Dieterich propone un proyecto pormenorizado de lo que se ha llamado Socialismo del Siglo XXI…


“Yo discrepo con el compañero Dieterich, y lo he planteado por escrito. Él es un crítico del Che Guevara, dice que construir al hombre nuevo es “una idea religiosa y peligrosa”. Lo ha ha formulado en un libro que se llama “Bases para un nuevo socialismo”. Por otra parte, Dieterich ha tratado de generalizar la experiencia de Venezuela, y yo, aunque defiendo el proceso bolivariano, no comparto esa generalización simplificada y apresurada, que poco favor le hace a Venezuela. No se puede extender apresurada y superficialmente lo que ocurre en Venezuela... No todas las fuerzas armadas son iguales a las de Chavez.

Ese método de pensamiento no es nuevo. Ya lo había utilizado en la década del 60 Régis Debray cuando intentó simplificar la experiencia cubana y construyó una receta válida para todos los países... De igual manera, John Holloway en los últimos años ha intentado generalizar la experiencia zapatista, planteándola como un modelo... Yo creo que los modelos extraídos de una situación particular y luego universalizados -en el estilo de Dieterich, Debray o Holloway- deberían repensarse con mayor precaución.

Los contenidos del socialismo del siglo XXI, entonces, los va a decidir el movimiento popular. No van a salir de ninguna galera ni de ningún modelo a priori. En mi opinión, el socialismo del siglo XXI tiene que ser una opción anticapitalista; no creo que pueda ser el capitalismo de Estado. Me parece, en todo caso, que de acuerdo a Mariátegui y el Che, el socialismo del siglo XXI debe ser antiimperialista y anticapitalista al mismo tiempo, tiene que tener un poder muy fuerte de la clase trabajadora, un poder muy fuerte de los trabajadores y el pueblo, y no puede ser sino un proyecto continental.”

jueves, 11 de octubre de 2007

La doctrina del Shock para la imposición del neolibrealismo

El nuevo libro de Naomi Klein
La doctrina del shock

La canadiense Naomi Klein ha editado su flamante libro, La doctrina del shock (el auge del capitalismo de desastre), que todavía no existe en castellano. The shock doctrine (su título original) surge de la relación entre las políticas de shock neoliberal de las últimas décadas, comparadas con los verdaderos shocks eléctricos aplicados a prisioneros y enfermos como modo de doblegarlos, domesticarlos, e imprimir sobre ellos una nueva personalidad. Con las sociedades está ocurriendo lo mismo, dice Klein, quien sostiene que el principal recurso contra este modo de dominación es la información. Aquí, el impresionante video que acompaña la salida del libro.

“Este libro es un desafío a la afirmación central y más valorada en la historia oficial – que el triunfo del capitalismo desregulado nació de la libertad, y que los mercados libres irrestrictos van mano en mano con la democracia. En su lugar, mostraré que esta forma fundamentalista de capitalismo ha sido consistentemente traída a la vida por las formas más brutales de coerción, infligidas al cuerpo político colectivo así como a innumerables cuerpos individuales.”
Así comienza la canadiense Naomi Klein su nuevo libro, The shock doctrine (La doctrina del shock). Klein es la autora de No logo, Vallas y ventanas (y más recientemente, del prólogo de la edición norteamericana de Sin Patrón, de lavaca).
Esta nueva obra plantea una recorrida por su hipótesis de que las sociedades modernas son sometidas a verdaderos electroshocks (y cabe agregar que el sistema de torturas aplicado en la Argentina por el régimen militar es tal vez la expresión más cabal al respecto) que permiten ablandarlas y someterlas a la aplicación de políticas neoliberales sin anestesia, tal cual lo pregonó el economista Milton Friedman y tal como lo aplicaron desde dictaduras latinoamericanas hasta gobiernos como el de Margaret Thatche en Inglaterra, o los de los Estados Unidos en general. La idea es que una matanza, un desastre natural, o cualquier hecho conmocionante abre paso a la posibilidad que Friedman pone como condición para que se aplique la política del shock a una sociedad domesticada por el miedo o el terror.
Así, pueden formar parte de esta doctrina tanto los golpes de Estado latinoamericanos, como la guerra de Malvinas, la matanza Tiananmen en China, los atentados a las Torres Gemelas o los desastres naturales que cada vez parecen más cotidianos: herramienta de shock para justificar luego políticas económicas de privatización, depredación, concentración de la economía en pocas manos, desempleo, empobrecimiento y hambre a costa del sometimiento de sociedades enteras.
Naomi Klein empieza por investigar los experimentos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), con la tortura por electroshock como forma de “desesquematización” de los detenidos o internados. Luego comienza la descripción sobre cómo esos tormentos, ese shock eléctrico, es comparable a las políticas de un capitalismo que de otro modo no podría generar la dosis suficiente de atontamiento, miedo y parálisis que le permite doblegar a grandes sectores de las sociedades modernas.

Pero el mensaje del libro, y del documental que presentamos aquí, no queda sólo en la denuncia y la indignación. Naomi plantea que el arma de resistencia frente a este modelo de cosas es la información. Saber lo que ocurre y cómo, para poder generar pensamiento y acción que abran espacio a la vida.
Aquí publicamos además la entrevista que en Democracy Now le hiciera a Naomi Klein la periodista Amy Goodman, un modo de ir adentrándose en el contenido de La doctrina del shock.

La entrevista

Amy Goodman: Me alegra que esté con nosotros, Naomi. ¿Por qué no comienza por hablar sobre lo que considera exactamente que es la doctrina del choque?

Naomi Klein: Bueno, la doctrina del choque, como todas las doctrinas, es una filosofía de poder. Es una filosofía sobre cómo lograr sus propios objetivos políticos y económicos. Y es una filosofía que sostiene que la mejor manera, la mejor oportunidad, para imponer ideas radicales de libre-mercado es en el período subsiguiente después de un gran choque. Ahora bien, ese choque podría ser una catástrofe económica. Podría ser un desastre natural. Podría ser un ataque terrorista. Podría ser una guerra. Pero la idea, como acabáis de ver en la película, es que esas crisis, esos desastres, esos choques ablandan a sociedades enteras. Las dislocan. La gente se desorienta. Y se abre una ventana, exactamente como la ventana en la cámara de interrogatorio. Y en esa ventana, se puede introducir lo que los economistas llaman la “terapia de choque económico.” Es una especie de extrema cirugía de países enteros. Es todo de una vez. No es, sabe, una reforma por aquí, otra reforma por allá, sino el tipo de cambio radical que vimos en Rusia en los años noventa, que Paul Bremer trató de imponer en Iraq después de la invasión. De modo que eso es la doctrina del choque.

Y no significa que se pretenda que los derechistas en una época contemporánea sean los únicos que han explotado alguna vez una crisis, porque esta idea de explotar una crisis no es única en cuanto a esta ideología en particular. Los fascistas los han hecho. Los comunistas estatales lo han hecho. Pero se trata de un intento de comprender mejor la ideología con la que vivimos, la ideología dominante de nuestros días, que es la economía de mercado desinhibida.
AG: Explique quién es Milton Friedman, al que arrostra enérgicamente en este libro.

NK: Bueno, arrostro a Milton Friedman porque es el símbolo de la historia que estoy tratando de cuestionar. Milton Friedman murió el año pasado. Murió en 2006. Y cuando murió, vimos como lo describieron en tributos muy pomposos como si fuera probablemente el intelectual más importante del período de la posguerra, no sólo el economista más importante, sino el intelectual más importante. Y considero que se puede construir un argumento contundente en ese sentido. Fue consejero de Thatcher, de Nixon, de Reagan, del actual gobierno de Bush. Dio clases a Donald Rumsfeld en los primeros días de su carrera. Asesoró a Pinochet en los años setenta. También asesoró al Partido Comunista de China en el período clave de reforma a fines de los años ochenta. Así que tuvo una influencia enorme. Y hablé el otro día con alguien quien lo describió como el Karl Marx del capitalismo. Y creo que no es una mala descripción, aunque estoy segura de que a Marx no le habría gustado demasiado. Pero fue realmente un popularizador de estas ideas.

Tenía una visión de la sociedad, en la que el único papel aceptable para el Estado es implementar contratos y proteger fronteras. Todo lo demás debe ser abandonado por completo al mercado, sea la educación, los parques nacionales, la oficina de correos, todo lo que podría producir un beneficio. Y realmente vio, supongo, que las compras – la compra y la venta – constituyen la forma más elevada de democracia, la forma más elevada de la libertad. Y su libro más conocido fue “Capitalism and Freedom” [Capitalismo y libertad].

De modo que cuando murió el año pasado, a todos nos sirvieron un recuento de la versión oficial de cómo esas ideas radicales de libre-mercado llegaron a dominar el mundo, cómo barrieron por la antigua Unión Soviética, Latinoamérica, África, cómo esas ideas triunfaron durante los últimos treinta y cinco años. Y me impresionó tanto, porque yo estaba escribiendo este libro, que nunca habíamos oído hablar de violencia, y nunca oímos hablar de crisis, y nunca oímos hablar de choques. Quiero decir, la historia oficial es que estas ideas triunfaron porque deseábamos que así fuera, que el Muro de Berlín cayera, y la gente exigió tener sus Big Macs junto con su democracia. Y la historia oficial del auge de esta ideología pasa de Margaret Thatcher diciendo: “No hay alternativa,” a Francis Fukuyama diciendo: “La historia ha terminado. El capitalismo y la libertad van mano en mano.”

Y por lo tanto, lo que trato de hacer con este libro es contar la misma historia, las coyunturas cruciales en las que esta ideología ha dado un salto adelante, pero reinserto la violencia, reinserto los choques, y digo que existe una relación entre las masacres, entre las crisis, entre los grandes choques y golpes duros contra países y la capacidad de imponer políticas que son realmente rechazadas por la vasta mayoría de la gente de este planeta.

A. G: Naomi, usted habla de Milton Friedman. Expándalo a la “Escuela de Chicago.”

N. K: Correcto. De modo que la influencia de Milton Friedman proviene de su papel como el popularizador real de lo que es conocido como la “Escuela de Economía de Chicago.” Enseñó en la Universidad de Chicago. Estudió, en realidad, en la Universidad de Chicago, y luego pasó a ser profesor allí mismo. Su mentor fue uno de los economistas más radicales del libre mercado de nuestra época, Friedrich von Hayek, quien también enseñó durante un tiempo en la Universidad de Chicago.

Y la Escuela de Economía de Chicago realmente representa esta contrarrevolución contra el Estado de bienestar. En los años cincuenta, Harvard y Yale y las 8 escuelas más prestigiosas de EE.UU. tendían a estar dominadas por economistas keynesianos, gente como el difunto John Kenneth Galbraith, que creía enérgicamente que después de la Gran Depresión, era crucial que la economía sirviera como una fuerza moderadora del mercado, que suavizara sus aristas. Y esto fue realmente el nacimiento del Nuevo Trato, del Estado de bienestar, todas esas cosas que actualmente hacen que el mercado sea menos brutal, sea alguna especie de sistema público de salud, seguro de desempleo, asistencia social, etc. Fue realmente – el período de posguerra fue un período de tremendo crecimiento económico y prosperidad en este país y en todo el mundo, pero realmente afectó los márgenes de beneficio de la gente más acaudalada en EE.UU., porque fue el período en el que la clase media realmente creció y explotó.

Así que la importancia del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago es que realmente fue un instrumento de Wall Street, que financió muy, muy, considerablemente a la Universidad de Chicago. Walter Wriston, el jefe de Citibank, era muy amigo de Milton Friedman, y la Universidad de Chicago se convirtió en una especie de zona cero de esta contrarrevolución contra el keynesianismo y el Nuevo Trato para desmantelarlo. De modo que en los años cincuenta y sesenta, fue visto como muy, muy, marginal en EE.UU., porque el gran gobierno y el Estado de bienestar y todas esas cosas que se han convertido en algo como palabrotas en nuestro léxico gracias a la Escuela de Chicago – no tuvieron acceso a las salas del poder.

Pero eso comenzó a cambiar. Comenzó a cambiar cuando Nixon fue elegido, porque Nixon siempre estuvo muy unido a Milton Friedman, aunque Nixon decidió no abrazar esas políticas en el interior, porque se dio cuenta de que perdería la próxima elección. Y creo que aquí es donde se ve por primera vez la incompatibilidad de estas políticas de libre mercado con una democracia, con la paz, porque cuando Nixon fue elegido, Friedman fue introducido como asesor – contrató a todo un grupo de economistas de la Escuela de Chicago. Y Milton Friedman escribe en sus memorias que pensó que por fin había llegado su hora. Los trajeron desde los márgenes, y esta especie de grupo revolucionario de contrarrevolucionarios iba finalmente a desmantelar el Estado de bienestar en EE.UU. Y lo que sucedió en realidad es que Nixon, miró alrededor, consideró los sondeos y se dio cuenta de que si hacía lo que aconsejaba Milton Friedman, perdería con seguridad la próxima elección. Y por lo tanto, hizo lo peor posible, según la Escuela de Chicago: imponer controles de salarios y precios.

Y la ironía es que dos figuras clave de la Escuela de Chicago, Donald Rumsfeld, que había estudiado con Friedman como una especie de – supongo que en cierto modo fue como oyente a sus cursos; no estuvo matriculado como estudiante, pero describe su período como estudio a los pies de genios, y se describe como “joven cachorro” en la Universidad de Chicago – y George Shultz fueron las dos personas que impusieron controles de salarios y precios bajo Nixon y cuando Nixon declaró: “Ahora somos todos keynesianos.” Así que para Friedman esto constituyó una terrible traición, y también lo hizo pensar en que tal vez no se podía imponer esas políticas en una democracia. Y Nixon dijo genialmente: “Ahora somos todos keynesianos,” pero la pega es que no impuso esas políticas en el interior del país, porque le habrían costado la próxima elección, y Nixon fue reelegido con un margen de un 60% después de imponer controles de salarios y precios. Pero desató a la Escuela sobre Latinoamérica y convirtió a Chile, bajo Augusto Pinochet, en un laboratorio para esas ideas radicales, que no eran compatibles con la democracia en EE.UU. pero infinitamente posibles bajo una dictadura en Latinoamérica.

A. G: Explique lo que ocurrió en Chile.

N. K: Bueno, creo que los televidentes y auditores de Democracy Now! conocen ese capítulo en la historia, que fue que después de la elección de Salvador Allende, la elección de un socialista democrático, en 1970, hubo un complot para derrocarle. Nixon dijo genialmente: “Que la economía grite.” Y el complot tuvo numerosos elementos, un embargo, etc. y finalmente el apoyo para el golpe de Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Y escuchamos hablar a menudo de los Chicago Boys en Chile, pero no escuchamos tantos detalles sobre quiénes fueron en realidad.

Y por lo tanto, lo que hago en el libro es volver a contar ese capítulo de la historia, pero, para mí, la agenda económica del gobierno de Pinochet es mucho más frente y centro, porque pienso que conocemos los abusos de los derechos humanos, sabemos las redadas realizadas por Pinochet, cómo llevó a la gente a los estadios, las ejecuciones sumarias, la tortura. Sabemos algo menos sobre el programa económico que impuso en la ventana de oportunidad que le brindó el choque de ese golpe. Y es donde encaja en la tesis de la doctrina del choque.

Pienso que si se observa a Chile – y por eso pasé un buen tiempo en el libro observándolo y examinándolo – vemos a Iraq. Vemos a Iraq actual. Vemos tantas similitudes entre la intersección de una crisis manufacturada y la imposición posterior inmediata de una terapia de choque económico radical. De modo que pienso en la especie de paralelos entre el período de Paul Bremer en Iraq, cuando fue a Bagdad mientras la ciudad todavía ardía y simplemente – ya sabe, llegué al programa en la época hablando de como había desgarrado toda la arquitectura económica del país y la había convertido en este laboratorio de las políticas de libre mercado más radicales posibles.

Bueno, en Chile, el 11 de septiembre de 1973, mientras los tanques rodaban por las calles de Santiago, mientras el palacio presidencial ardía y Salvador Allende yacía muerto, hubo un grupo de así llamados “Chicago Boys,” que eran economistas chilenos que habían sido llevados a la Universidad de Chicago para estudiar con una beca total del gobierno de EE.UU. como parte de una estrategia deliberada para tratar de orientar hacia la derecha a Latinoamérica, después de que se había ido tan lejos hacia la izquierda. Fue un programa muy ideológico financiado por el gobierno de EE.UU., parte de lo que el ex ministro de exteriores de Chile llama “un proyecto de transferencia ideológica deliberada,” es decir, llevar a esos estudiantes a esa escuela muy extrema en la Universidad de Chicago e indoctrinarlos en un tipo de economía que era marginal en EE.UU. en la época y luego enviarlos a casa como guerreros ideológicos.

De modo que este grupo de economistas, que habían fracasado en el intento de ganar a los chilenos para sus puntos de vista cuando sólo formaban parte de un debate abierto, se quedaron en vela toda esa noche, el 11 de septiembre de 1973, y fotocopiaron un documento llamado “el ladrillo.” Es conocido como “El Ladrillo.” Y lo que era, era el programa económico para el gobierno de Pinochet. Y tiene esas sorprendentes similitudes, Amy, con la estrategia electoral de George Bush en 2000 – la plataforma electoral. Habla de una sociedad de propiedad, de la privatización de la Seguridad Social, de escuelas por contrato, impuesto de tipo único. Todo esto proviene directamente del guión de Milton Friedman. El documento estuvo en el escritorio de los generales el 12 de septiembre, cuando llegaron al trabajo el día después del golpe, y fue el programa para el gobierno de Pinochet.

Así que lo que hago en el libro es decir que estas dos cosas no constituyen una coincidencia. Cuando Pinochet murió – también murió – poco antes que Milton Friedman – escuchamos – o, en realidad, murió poco después de Milton Friedman – escuchamos esta narrativa en sitios como el Washington Post y el Wall Street Journal, que decía: “Por cierto, desaprobamos sus violaciones de los derechos humanos,” y hacía como si hicieran gestos de desaprobación ante las atrocidades que sabemos en Chile, “pero en la economía fue sensacional,” como si no hubiera conexión entre la revolución de libre mercado que pudo imponer y las extraordinarias violaciones de los derechos humanos que tuvieron lugar al mismo tiempo. Y lo que hago en el libro, y lo que hacen muchos latinoamericanos en su trabajo, es conectar evidentemente las dos cosas y decir que habría sido imposible imponer este programa económico sin la extraordinaria represión y la demolición de la democracia.

A. G: Hablemos del choque en el sentido de la tortura. Es donde usted comienza diciendo: “Vacío es hermoso.” Háblenos de eso.

N. K: Bueno, comienzo el libro estudiando dos laboratorios para la doctrina del choque. Como dije anteriormente, considero diferentes formas de choque. Uno es el choque económico, y el otro es el choque corporal, los choques a la gente. Y no van siempre juntos, pero lo han estado en las coyunturas cruciales. Es el choque de la tortura.

Así que uno de los laboratorios para esta doctrina fue la Universidad de Chicago en los años cincuenta, cuando todos esos economistas latinoamericanos fueron entrenados para convertirse en terapeutas del choque económico. Otro – y no se trata de una especie de grandiosa conspiración, de que todo haya sido planificado, pero hubo otra escuela, que sirvió como una especie diferente de laboratorio del choque, que fue la Universidad McGill en los años cincuenta. La Universidad McGill fue el zona cero para los experimentos que la CIA financió para comprender cómo – básicamente cómo torturar.

Quiero decir, fue llamado “control de la mente” en la época o “lavado de cerebros” en la época, pero ahora comprendemos, gracias al trabajo de gente como Alfred McCoy, quien ha estado invitado en su programa, que lo que investigaban realmente en los años cincuenta bajo el programa MK-ULTRA, cuando hubo esos experimentos en electrochoques extremos, LSD, PCP, extrema privación sensorial, sobrecarga sensorial, que lo que realmente se desarrollaba era el manual que ahora podemos ver utilizado en Guantánamo y Abu Ghraib. Es un manual para deshacer personalidades, para la regresión total de personalidades, y la creación de esa ventana de oportunidad en la que las personas son muy sugestionables, como vimos en la película. Así que McGill, en parte porque creo que la CIA consideraba que era más fácil realizar esos experimentos fuera de EE.UU. –

A. G: McGill en Montreal.

N.K: McGill en Montreal. En aquel entonces, el jefe de psiquiatría era un individuo llamado Ewen Cameron. En realidad se trataba de un ciudadano estadounidense. Fue anteriormente jefe de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, lo que creo que es bastante relevante en cuanto a los debates que tienen lugar ahora mismo sobre las complicidades en la profesión psiquiátrica con las actuales técnicas de interrogatorio. Ewen Cameron era jefe de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense. Fue a McGill para ser jefe de psiquiatría y para dirigir un hospital llamado el Allan Memorial Hospital, que era un hospital psiquiátrico.

Recibió financiamiento de la CIA, y convirtió el Allan Memorial Hospital en su laboratorio extraordinario para lo que ahora consideramos técnicas alternativas de interrogatorio. Dosificó a sus pacientes con esos extraños cócteles de drogas, como LSD y PCP. Los hizo dormir, en una especie de estado comatoso hasta durante un mes. Puso a algunos de sus pacientes en una privación sensorial extrema, y la intención era que perdieran la idea del tiempo y el espacio.

Y lo que creía Ewen Cameron, o por lo menos lo que decía que creía, era que toda enfermedad mental es aprendida más tarde en la vida, que esos eran patrones que se establecían más adelante en la vida. Era un psicólogo conductual. Y así, en lugar de llegar a la raíz de esos problemas y de tratar de comprenderlos, creía que la manera de tratar la enfermedad mental era tomar a pacientes adultos y reducirlos a un estado infantil. Y es un hecho bien conocido – y era bien conocido en la época – que uno de los efectos colaterales de la terapia de electrochoque era la pérdida de la memoria. Y esto era algo que era considerado, realmente, como un problema por la mayoría de los doctores, porque los pacientes eran tratados, pueden haber informado sobre algunos resultados positivos, pero olvidaban toda clase de cosas sobre su vida. Ewen Cameron estudió esta investigación y pensó: “¡Ajá!, esto es bueno,” porque creía que eran los patrones que eran establecidos más adelante en la vida, que si podía hacer volver a los pacientes a un estado infantil, antes de que incluso poseyeran el lenguaje, antes de que supieran quienes eran, entonces esencialmente podía volver a criarlos, y entonces podría convertirlos en personas sanas. Así que ésta es la idea que atrajo la atención de la CIA, esta idea de inducir deliberadamente una regresión extrema.

A.G: Hable de la mujer a la que visitó en la casa de reposo, que había pasado por esto.

N.K: Sí. Comienzo el libro con el perfil de una mujer llamada Gail Kastner. Gail Kastner fue una de las pacientes de Ewen Cameron. Y leí sobre ella porque demandó con éxito al gobierno canadiense, que también financió a Ewen Cameron. Leí sobre su proceso, que acababa de lograr una importante victoria: recibió una indemnización porque había sido utilizada como conejillo de Indias en esos experimentos sin su conocimiento.

Así que la llamé, en realidad obtuve su número de la guía telefónica. Y primero se mostró extremadamente reticente de hablar. Dijo que odiaba a los periodistas, y que le era muy difícil hablar al respecto, porque volvería a vivir todas esas experiencias. Y yo dije, bueno – ella dijo: “¿De qué quiere que hable?” Y yo dije: “Bueno, acabo de volver de Iraq” y fue en 2004 – “y siento como que algo le ha sido hecho a usted, la filosofía de lo que le hicieron a usted, tiene algo que ver con lo que vi en Iraq, que fue ese deseo de dejar en blanco a un país y volver a comenzar de cero. E incluso pienso que algo de lo que vemos en Guantánamo con ese intento de imponer una regresión a los prisioneros mediante la privación sensorial y rehacerlos se relaciona también con lo que le sucedió a usted.” Y hubo una larga pausa. Y dijo: “Bueno, venga a verme.”

Así que volé a Montreal, y pasamos el día hablando, y compartió su historia conmigo. Habla de sus sueños eléctricos, es decir, no posee muchos recuerdos de lo que le sucedió en este período, porque sufrió un choque tan extraordinario y borró su memoria. Regresó al punto en el que chupaba su pulgar, orinaba en el suelo, no sabía quién era, y no tenía ningún recuerdo de eso, ningún recuerdo de que hubiera sido hospitalizada. Sólo se dio cuenta, creo, veinte años después, cuando leyó un artículo sobre un grupo de otros pacientes que habían demandado exitosamente a la CIA. Y extrajo unas pocas líneas en los artículos de la prensa – regresión, pérdida de lenguaje – y pensó: “Un momento, esto me suena como si fuera yo. Me suena como lo que he oído decir sobre mi persona.” Y así, fue y consultó a su familia: “¿Estuve alguna vez en el Allan Memorial Hospital?” Y primero lo negaron, y luego lo admitieron. Pidió su archivo, y leyó que, sí, había sido admitida por el doctor Ewen Cameron, y vio todos esos tratamientos extraordinarios a los que había sido sometida.

A.G: Usted habló de Chile, hablemos de Iraq, de la privatización de la guerra en Iraq.

Hoy tenemos esta noticia urgente de Iraq. El gobierno iraquí dice que anula la licencia de la compañía de seguridad estadounidense Blackwater por su participación en un tiroteo fatal en Bagdad el domingo. El portavoz del Ministerio del Interior, Abdul-Karim Khalaf, dijo que ocho civiles fueron muertos y trece heridos, cuando contratistas de seguridad, que se cree trabajan para Blackwater EE.UU. abrieron fuego en un vecindario predominantemente suní en el oeste de Bagdad. Khalaf dijo: “Hemos anulado la licencia de Blackwater y les impedimos que trabajen en todo el territorio iraquí. También pasaremos a los involucrados a las autoridades judiciales iraquíes.” No quedó en claro de inmediato si la medida contra Blackwater va a ser temporal o permanente. Naomi Klein, siga de ahí.

N. K: Bueno, es una noticia extraordinaria. Quiero decir, es realmente la primera vez que una de esas firmas mercenarias puede ser realmente considerada responsable. Sabe, como ha escrito Jeremy Scahill en su increíble libro “Blackwater: The Rise of the [World's] Most Powerful Mercenary Army,” el verdadero problema es que no ha habido procesamientos. Esas compañías trabajan en esa zona absolutamente gris y, o son boy scouts y nada ha ido mal, lo que no corresponde en nada a lo que sabemos sobre la forma como se comportan en Iraq y al tipo de vídeos que hemos visto en línea sobre sus ejercicios de tiro contra civiles iraquíes, o la ilegalidad y la inmunidad con la que trabajan las han protegido. Así que si esto significa – si el gobierno iraquí realmente va a expulsar a Blackwater de Iraq, podría ser realmente un hito en cuanto a someter a esas compañías a la ley y cuestionar toda la premisa de por qué se ha permitido que tenga lugar este nivel de privatización y de ilegalidad.
Pero, sabe, mencioné que Donald Rumsfeld fue estudiante de Milton Friedman en los años sesenta, realmente, y el hecho sobre Donald Rumsfeld es que realmente fue más allá que su mentor, porque Milton Friedman, como dije anteriormente, creía que el único papel aceptable para el gobierno, era el mantenimiento del orden, eran las fuerzas armadas. Es lo único que pensaba realmente que debía hacer el gobierno; todo lo demás debía ser privatizado. Donald Rumsfeld estudió con Friedman, lo vio como un mentor, celebraba su cumpleaños con él todos los años, pero realmente llevó el asunto un paso más lejos, porque Rumsfeld creía que, realmente, el trabajo de mantenimiento del orden y del combate en la guerra también podía ser privatizado y subcontratado. Y lo dejó bien claro.

Esta fue realmente su misión de transformación, que pienso que no es comprendida realmente, lo radical que fue. Sabe, escuchamos esta frase, y escuchamos a Bush elogiando a Rumsfeld por su visión radical de la transformación de las fuerzas armadas, y todo es esa especie de clichés que son difíciles de comprender, pero si miramos lo que fue el historial de Rumsfeld, fue que – sabe, escribo en el libro que lo que realmente hizo – se trata de alguien quien, después que dejó el gobierno de Ford, pasó un par de decenios trabajando en los negocios y realmente se consideraba un hombre de la nueva economía.

Y, es algo en lo que pienso que la investigación que hice para “No Logo” realmente se entrecruza con esta etapa del capitalismo del desastre en el que estamos ahora mismo, porque Rumsfeld aprovechó la revolución en la percepción de marcas de los años noventa, en la proyección de marcas corporativos, en la que – y de eso es lo que escribí en “No Logo,” en la que estaban todas esas compañías que solían producir productos y anunciaron con gran fanfarria que ya no producen productos, producen marcas, producen imágenes, y pueden dejar que otros, algo como contratistas inferiores, hagan el trabajo sucio de fabricar realmente cosas. Y esa fue la especie de revolución en la subcontratación, y ése fue el paradigma de la corporación hueca.

Rumsfeld proviene en mucho de esa tradición. Y cuando se estableció como Secretario de Defensa, llegó como lo hace un nuevo director general de la nueva economía que va a realizar una de esas reestructuraciones radicales. Pero lo que hizo fue tomar esa filosofía de esta revolución en el mundo corporativo y aplicarla a las fuerzas armadas. Y lo que supervisó fue el ahuecamiento de las fuerzas armadas estadounidenses, en el que esencialmente el papel del ejército es crear la percepción de marca, es mercadear, es proyectar la imagen de fuerza y dominación en el globo – pero subcontratando cada función, de la atención sanitaria – suministrando la atención sanitaria a los soldados – a la construcción de bases militares, que ya estaba ocurriendo durante el gobierno de Clinton, al papel extraordinario que Blackwater ha jugado y compañías como DynCorp, que – como sabe, como ha informado Jeremy, participan realmente en combates.

A.G: Y, en realidad, Blackwater que trabaja con soldados de Pinochet, pero en Iraq.

N. K: Sí, y quiero decir, esto es – vemos esas capas de continuidad. Quiero decir, Paul Bremer fue asesor de Kissinger durante el gobierno de Nixon cuando el apoyo para Pinochet fue tan fuerte. Así que existen todas esas capas de continuidad histórica. Y por eso, supongo, mi motivación para escribir el libro fue – no ha habido responsabilización por esos crímenes. Y en Latinoamérica, ha habido comisiones de la verdad, ha habido juicios. Los que estuvieron al centro de esta transformación muy violenta, mucho de ellos han sido realmente responsabilizados. No todos, pero muchos de ellos han sido realmente responsabilizados, si no en los tribunales, por lo menos ciertamente en una profunda e importante discusión pública de verdad y reconciliación. Pero en este país, eso nunca ocurrió, a pesar de que ha habido mucha información maravillosa de investigación. Y porque nunca ha habido alguna responsabilización, los mismos actores siguen realmente haciendo lo mismo ahora.

A. G: Hable, Naomi Klein, sobre la destrucción de Iraq. Hable sobre “Choque y Pavor,” la terapia económica de choque de Paul Bremer, el choque de la tortura, así como la fusión de todas estas cosas en Iraq.

N. K: Sí, bueno, como dijera, en Chile vemos esta fórmula de triple choque y de tortura como imposición de estas políticas. Y pienso que vemos la misma fórmula de triple choque en Iraq. El primero fue la invasión, la invasión militar de choque-y-pavor de Iraq. Y si se lee el manual, el manual militar que explicó la teoría de choque-y-pavor – mucha gente piensa en el tema sólo como si se tratara de un montón de bombas, un montón de misiles, pero es realmente una doctrina psicológica, que en sí es un crimen de guerra, porque dice muy brutalmente que durante la primera Guerra del Golfo el objetivo fue atacar la infraestructura militar de Sadam; pero bajo una campaña de choque-y-pavor, el objetivo es la sociedad a escala mayor. Es una cita de la doctrina de choque-y-pavor.

Ahora, el ataque de sociedades a escala mayor es castigo colectivo, lo que constituye un crimen de guerra. No está permitido que los ejércitos ataquen a las sociedades a escala mayor; sólo está permitido que ataquen a los ejércitos. Así que esta fue – la doctrina es de verdad bastante sorprendente, porque habla de – habla de privación sensorial a escala masiva. Habla de cegar, de cortar los sentidos, a toda una población. Y lo vimos durante la invasión, el apagón de las luces, el corte de toda comunicación, el enmudecimiento de los teléfonos, y luego los saqueos, que no creo realmente que hayan formado parte de la estrategia, pero imagino que no hacer nada sí formó de alguna manera parte de la estrategia porque, por cierto, sabemos que hubo toda clase de advertencias de que había que proteger los museos y las bibliotecas y no se hizo nada. Y luego tenemos la famosa declaración de Donald Rumsfeld cuando fue confrontado con este hecho: “Cosas pasan.”

Así que, fue, pienso – fue esta idea porque el objetivo era, usando la famosa frase del columnista del New York Times, Thomas Friedman, no construir la nación, sino “crear la nación,” que es una idea extraordinariamente violenta, si uno se detiene y piensa en lo que significa crear una nación en una nación que ya existe, algo tiene que suceder a la nación que ya estaba allí, y hablamos de una cultura tan antigua como la civilización en sí. De modo que pienso que porque esta fue su idea de que partiríamos de cero y esta idea que es a menudo descrita en los medios de EE.UU. como idealista, de querer construir una nación modelo en el corazón del mundo árabe que se extendería a los países vecinos y llevaría a una apertura, esta idea de construir una nación modelo es – tiene toda clase de ecos coloniales. Realmente no puede ser hecho sin algún tipo de limpieza. Y por lo tanto, pienso que la facilidad, el nivel de acomodamiento con los saqueos, con la borradura de la historia iraquí, tienen que ser vistos con la visión de: Bueno, recomenzamos de cero. Así que todo lo que ya está allí constituye sólo un obstáculo. Así que lo cargamos en camiones y lo vendemos en Siria y Jordania, lo que de alguna manera facilita la tarea. Y por lo tanto, creo que vimos lo mismo a muchos, muchos niveles.

A.G: Naomi Klein, ¿cómo encaja Abu Ghraib en este cuadro?

N. K: Bueno, cito a Richard Armitage en el libro, diciendo que la teoría, que la teoría operativa en Iraq fue que los iraquíes quedarían tan desorientados por la guerra y por la caída de Sadam que serían fácilmente llevados del punto A al punto B. Ahora, como sabemos, no fue así. Y cuando Paul Bremer – cuando llegó Paul Bremer e hizo su cirugía radical del país, despidió a todo el servicio público iraquí – a gran parte de la administración iraquí, así como al ejército; declaró que abría a Iraq a los negocios, las importaciones baratas inundaron el país, las empresas iraquíes no pudieron competir. Ese primer verano, hubo una inmensa protesta pacífica ante la Zona Verde, y quedó en claro que simplemente no iba a ser posible llevar a los iraquíes del punto A al punto B.

Y después de eso, cuando apareció la primera resistencia armada en Iraq, la guerra fue llevada a las prisiones. Y esto también recuerda la visión de Donald Rumsfeld de ser esta especie de Secretario de Defensa director-general, porque, desde luego, como cualquier director general, escatimó personal para la guerra. Y no estaba en la posición, o la fuerza de ocupación estadounidense no estaba en posición, para encarar este dramático error de cálculo y esta especie de fantasía de que los iraquíes simplemente se comportarían y aceptarían esa terapia de choque económico y este – realmente este saqueo de su país. Así que cuando los iraquíes comenzaron a resistir, la represión de esa resistencia no pudo tener lugar en las calles, porque simplemente faltaba el poder personal.

Así que hicieron redadas de personas y las llevaron a las cárceles, y utilizaron la tortura, como fue utilizada en Latinoamérica, para enviar un mensaje a todo el país. Y la tortura es siempre – es tanto privada y pública al mismo tiempo. Y esto vale no importa quién la esté utilizando, el que para que la tortura funcione como un instrumento del terror estatal, no tiene que ver sólo con lo que sucede entre un interrogador y un prisionero; se trata también de enviar un mensaje a la sociedad en general: esto es lo os sucederá si os apartáis de la línea. Y creo que la tortura fue utilizada por la ocupación de EE.UU. de esa manera, no sólo para obtener información, sino como una advertencia al país.

A. G: Naomi, Quiero terminar esta parte de nuestra conversación realizando un viaje a la inversa. El presidente Bush acaba de ir del Bayou, de Nueva Orleans, a Bagdad. Volvamos atrás. Tanto usted como yo acabamos de estar en Nueva Orleans. También la vi hace dos años en Nueva Orleans, justo después del huracán. Coloque en este marco a Katrina y la reacción de EE.UU. ante el ahogamiento de la ciudad estadounidense.

N. K: Bueno, Nueva Orleans es un ejemplo clásico de lo que llamo la doctrina del choque o capitalismo del desastre, porque hubo ese primer choque, que fue el ahogamiento de la ciudad. Y como sabe, ya que acaba de volver de Nueva Orleans, no fue – no fue un desastre natural. Y la gran ironía del caso es que realmente fue un desastre de esta misma ideología de la que estamos hablando, el abandono sistemático de la esfera pública.

Y pienso, que cada vez vamos a ver esto, cuando hay veinticinco años de continuo abandono de la infraestructura pública, y el esqueleto del Estado – el sistema de transporte, las carreteras, los diques – son débiles y frágiles. Y la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles ha calculado que poner en condiciones el esqueleto del Estado costaría 1,5 billones de dólares, porque está tan debilitado: los puentes, las carreteras y los diques.

Y por lo tanto, lo que tenemos es una especie de tormenta perfecta, en la que el debilitado Estado frágil se entrecruza con un clima cada vez más peor, el que diría que también forma parte de este mismo frenesí ideológico en busca de beneficios a corto plazo y crecimiento a corto plazo. Y cuando estos dos entran en colisión, viene un desastre. Y es lo que ocurrió en Nueva Orleans. Los diques frágiles se entrecruzan con el mal tiempo, aunque ni siquiera fue tan malo. El huracán de Categoría Cinco no llegó realmente al lugar.

Y pienso que, haciendo una digresión, ya que estamos en Nueva York, que otro ejemplo verdaderamente poderoso de lo que pasó exactamente este verano cuando las estaciones de metro se inundaron fue – todos se horrorizaron, porque no llovió tanto. Pero la infraestructura estaba tan debilitada por el continuo abandono. Y ¿cuál fue el titular en el New York Sun? “Vendan los metros.”

Primero se debilita la ideología, crea el desastre, y luego éste es utilizado como excusa para terminar la tarea, para privatizarlo todo, y es lo que sucedió en Nueva Orleans. Inmediatamente después que la ciudad se inundó, hubo esa campaña ideológica, la zona cero de la cual fue la Heritage Foundation en Washington, que siempre ha sido, supongo, el motor más poderoso por esta visión radical de libre mercado: es una tragedia, pero también es una oportunidad para rehacer por completo el Estado, es decir eliminarlo, como una explosión de escuelas por contrato – las escuelas públicas no fueron reabiertas. Fueron convertidas en escuelas por contrato. El hospital público, como el Charity Hospital, sigue cerrado con tablas. La vivienda pública – y es el ejemplo más dramático – esa horrible cita de un portavoz republicano: “No pudimos eliminar los proyectos de vivienda, pero Dios lo hizo diez días después de la ruptura de los diques.” Es lo que quiero decir con la doctrina del choque, esa idea de aprovechar un desastre para imponer una privatización radical.
A.G: Naomi, al terminar esta hora, ¿qué es lo que la horrorizó más al investigar la doctrina del choque?

N.K: Me horrorizó que hay por ahí una reserva de literatura, que yo no sabía que existía, donde los economistas la admiten. Y es lo que supongo que es lo que más me excita en el libro es la cantidad de citas que tengo de propugnadores a muy alto nivel de la economía de libre mercado, todos desde Milton Friedman a John Williamson, quien es el hombre que acuñó la frase “el Consenso de Washington,” admitiendo entre ellos, no en público, sino entre ellos, en algo como documentos tecnocráticos, que nunca han podido imponer una cirugía radical de libre mercado si no hay una crisis en gran escala, es decir que la misma gente que propugna que el mito central de nuestra época, que la democracia y el capitalismo van mano en mano, sabe que se trata de una mentira, y lo admite por escrito.





Amy Goodman. Nació el 13 de abril de 1957 en New York, Estados Unidos. Periodista y escritora. Conductora del programa Democracy Now! (Democracia Ahora!).

Naomi Klein es una de las plumas periodísticas e investigadoras más influyentes en el movimiento opositor a la globalización, nacida en Montreal (Canadá) en 1970. Es economista política, periodista y escritora. Caracterizada por su trabajo independiente en los medios periodísticos, colaboró como columnista para los periódicos como el The Guardian de Londres y The Globe and Mail de Toronto. Es la autora de No Logo: Taking Aim at the Brand Bullies.


Fuente: DemocracyNow! / Rebelión –Traducido del inglés por Germán Leyens



publicada 09/10/2007

El documental
The Shock Doctrine (y la política de la tortura)
Aquí presentamos el documental de casi siete minutos realizado por la propia Naomi Klein y el mexicano Adolfo Cuarom, dirigido por Jonás Cuarom, a partir del libro The shock doctrine. Las imágenes son acompañadas por las voces de un locutor, y de la propia Naomi. Presentamos el texto en castellano, para poder seguir el hilo argumental. Es particularmente impresionante la automática relación que se puede realizar entre lo que plantea Klein y lo ocurrido con el sistema de tormentos durante la represión ilegal en la Argentina. La doctrina del shock bien podría presentarse como La política de la tortura. .

tomado de:www.lavaca.org


martes, 9 de octubre de 2007

EL PENSAMIENTO DEL CHE Y LOS DESAFIOS DE HOY Fernando Martinez Heredia

El pensamiento del Che y los desafíos de hoy
Por: Fernando Martínez Heredia. Colectivo Amauta/Prensa "Marea Clasista y Socialista"
Fecha de publicación: 09/10/07
Cátedra Che Guevara - Colectivo Amauta - Argentina)


Ernesto Che Guevara ha tenido una posteridad difícil, como suele ser el destino de los grandes transformadores de la sociedad y del pensamiento social. Ellos logran volverse tan autónomos respecto a la reproducción usual de la vida material e ideal que son capaces de ejercer una acción revolucionaria que desnuda y condena lo que parecía normal o inevitable, que exige o crea nuevas realidades, que hace nuevas preguntas y formula nuevos proyectos.

Hasta cierto punto coinciden con las necesidades sociales, pero su grandeza personal reside en que, además de expresar esas necesidades, en buena medida son capaces, al satisfacerlas, de abrir nuevos caminos y plantear nuevas necesidades, desafíos y metas. Sobre tantas cualidades se levanta su conducción, su fascinación y su influencia duraderas.

La humana tendencia a volver a la normalidad –tan aprovechada por las formas nuevas de dominación-- se vuelve en algún momento posterior contra esas grandes personalidades, y las considera molestas, ilusas o anticuadas. Vienen entonces los nuevos períodos de las sociedades y del pensamiento a echarlas a un lado y a roer su memoria, hasta que nuevas necesidades humanas y sociales agobiadoras se presentan, y exigen echar mano a lo valioso. Entonces vuelven los grandes, mientras se disuelven lo efímero y las modas; pero sólo pueden volver si existen nuevos actores y pensadores capaces de utilizarlos como base y como fuerza espiritual para llevar adelante tareas nuevas e ideas nuevas.

José Martí dijo una vez que el único hombre práctico es aquel cuyo sueño de hoy será la ley de mañana. Para ser realmente práctico, el Che elaboró y lanzó una propuesta de mucho mayor alcance que la estrategia revolucionaria ligada a las circunstancias inmediatas en que vivió. Como en el caso de Martí, la unión de su vida y su obra ha resultado, entonces, de un doble valor: son líderes políticos revolucionarios de su tiempo y son pensadores del orden futuro que debe lograrse mediante la praxis revolucionaria. La combinación es fulgurante; les asegura su grandeza permanente y su fuerza de convocatoria, pero también puede hacerlos peligrosos o molestos. Son demasiado revolucionadores frente a la mayoría de las perspectivas visibles o representables, pero, a la vez, son paradigmas de la revolución. Son poco aceptables para el reclamo de orden, viabilidad y respetabilidad que avanza después de las grandes conmociones sociales, para intereses de grupos que quieran predominar.
Pero son, al mismo tiempo, piezas maestras del arsenal simbólico de la revolución y de su proyecto de futuro de mejoramiento humano.

Este es el año del 40º aniversario de la caída del Che. A la mitad de este camino que hemos andado, el día del 20º aniversario --8 de octubre de 1987--, Fidel tuvo que traer al Che al ámbito de la política viva, en su discurso tremendo de Pinar del Río, una de esas piezas maestras suyas sobre las cuales es tan provechoso volver periódicamente. La primera etapa de la revolución en el poder –la que va de 1959 a inicios de los años 70-- tuvo en el Che uno de sus protagonistas, siempre junto a Fidel en la defensa y la profundización del proceso. La segunda etapa fue muy contradictoria, lo que puede ilustrarse con el masivo avance constituido por una niñez sana y educándose, que todas las mañanas prometía llegar a ser como el Che, mientras el pensamiento del Che había dejado de estudiarse en los planteles de un país que no cesaba de estudiar. Su ejemplo sí estuvo siempre presente y actuante, en las virtudes del pueblo trabajador, en la entrega solidaria de los internacionalistas y en todo lo esencial de la estrategia socialista que mantuvo la dirección de la revolución.

Cuando hace veinte años el Che apenas pugnaba por salir de las sombras, se discutió un criterio, a mi juicio erróneo, que sintetizo aquí. El Che fue un hombre muy grande, se dijo, pero limitado por dos realidades: era un hombre de su tiempo, y su circunstancia es irrepetible; y era un hombre muy bueno, de ideas tan altruistas que sólo tendrían suelo para realizarse en un futuro no previsible. Si se cree esto, se castra el contenido revolucionario del Che, y queda listo para ocupar el inocuo lugar de muertos ilustres en el que la burguesía y la socialdemocracia pusieron a Carlos Marx, como afirmó Lenin en 1917, al inicio de su libro El Estado y la revolución. En 1997, con el imperialismo ya en una fase de extrema centralización, rapiña financiera parasitaria y agresiva recolonización del mundo, muertos la URSS y los regímenes de dominación levantados en Europa en nombre del socialismo, derrotados la mayor parte de los esfuerzos por alcanzar el desarrollo en el Tercer Mundo y desprestigiada la idea misma del socialismo, el Che estaba claramente de regreso en el mundo, en ámbitos mucho más amplios que los de aquellos combatientes, militantes y seres esperanzados con los que siempre anduvo. Desde entonces nos acompañan la imagen, el ejemplo y el legado del Che, que cuando van juntos son más fuertes y no pueden ser despojados de su contenido profundamente subversivo.

Desde que Fidel lanzó el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas hasta hoy, el pensamiento del Che ha vuelto, miles de cubanos lo conocen y otros muchos lo buscan y estudian, pero falta mucho para que sea efectivamente un instrumento intelectual y político plenamente aprovechado.

Abordo dos temas en esta intervención. Uno es el de las ideas del Che, que no pueden ser comprendidas mediante frases suyas o separadas entre sí, sino como aspectos de una concepción orgánica, a la que el Che pensador arribó y continuó desarrollando mientras pudo. Me inspira este ámbito en que estamos y la necesidad, que entiendo urgente, de aplicarnos, con dedicación y sistemáticamente, al estudio de su pensamiento. El otro tema que toco es el que este Coloquio llama permanencia del Che, el cual entiendo como algo vivo, sujeto a avances, problemas y quebrantos. No es algo fijo –que sería una manera de matar al Che--, es una acción respecto a las cuestiones de hoy y, sobre todo, respecto a la actividad nuestra, porque somos nosotros los llamados a mantener al Che actuante, a forjar o no, y a sacar mayor o menor provecho, a la permanencia del Che.

Ernesto Guevara avanzó desde el estudio a la pertenencia a una organización y a la guerra revolucionaria. Tras el triunfo, participó en el poder revolucionario y en el impulso de los cambios más profundos de las personas y la sociedad. Y otra vez marchó a la guerra revolucionaria. Durante ese período, su pensamiento logró comprender problemas fundamentales, plantearlos y, hasta cierto punto, elaborar una concepción teórica que fuera un instrumento capaz de: a) servir a las prácticas necesarias y b) restituir al pensamiento revolucionario su función, indispensable para guiar las transformaciones y proyectar e imaginar el futuro. Al mismo tiempo, el Che libró una batalla intelectual que él entendía indispensable, no sólo para la práctica, sino también para el desarrollo de la teoría.

El pensamiento y la actuación del Che tienen nexos muy profundos, que no debemos apreciar solamente como vínculos entre teoría y práctica, porque son muy valiosos para el análisis de su posición teórica y para el provecho que podamos sacar de ella. Además, el Che sigue siendo un fértil territorio y un lugar de combate para el pensamiento que pretenda contribuir a la liberación de las personas y las sociedades y a la creación de una nueva cultura. He organizado un grupo de comentarios desde mis criterios acerca de la concepción teórica y la batalla de ideas del Che, con el fin de contribuir en alguna medida a la reflexión y al debate.

En la misma medida en que la revolución triunfante en Cuba en 1959 tenía la necesidad de romper los límites de una democratización política que permaneciera dentro de los límites del capitalismo neocolonial, y debía abrirle paso al pueblo como protagonista, el pensamiento revolucionario, para serle útil, debía romper dos cárceles: la del democratismo previo sin justicia social y sin proyecto nacional viable, y la del marxismo reformista y dogmático. En la gran revolución de los hechos y las ideas que se desató en Cuba entonces, Fidel fue la figura central, como líder político supremo y como educador popular. El Che, protagonista junto a él, emprendió también una tarea teórica que debía dar frutos mucho más avanzados que los correspondientes a la reproducción espiritual esperable de la vida social.

Desde el inicio, el Che se vio ante la necesidad de hacer la más profunda crítica de la modernidad, mientras luchaba junto a todos los demás cubanos en lograr que el país funcionara bajo el nuevo poder, y en poner al alcance de todos la satisfacción de las necesidades básicas más sentidas y otros avances que, en conjunto, pueden llamarse “modernizadores”.

La ideología y las teorías más en boga durante los años 60 en el llamado Tercer Mundo respecto a proyectos nacionales eran las del desarrollo, basadas en que la economía del país en cuestión alcanzara un determinado grado de suficiencia respecto a indicadores más o menos análogos a los de los países centrales del sistema capitalista. Por otra parte, la URSS proclamaba el mismo objetivo para ella, aunque expresado a su escala: “alcanzar y superar a los Estados Unidos”. Su política respecto al Tercer Mundo estaba determinada por sus intereses estatales, y ese país obtenía algunos beneficios del intercambio internacional desigual; consignas como la de “democracia nacional” eran ropajes para el trato con los sectores dominantes de algunos países. En 1961, Estados Unidos lanzó un plan para América Latina: la Alianza para el Progreso; “es un intento de buscar solución dentro de los marcos del imperialismo económico, será un fracaso”, dijo el Che en Punta del Este. Era también una maniobra contra el ejemplo subversivo que constituía Cuba. Lograr el desarrollo era, sin embargo, el anhelo de muchos millones de personas que estaban viviendo la descolonización en África y Asia, o el fortalecimiento del Estado y ciertos sectores de la economía en países de América Latina.

“La técnica se puede usar para domesticar a los pueblos, y se puede poner al servicio de los pueblos para liberarlos”, les dice el Che a los profesores y estudiantes de Arquitectura en 1963. Esa es una disyuntiva fundamental. El crecimiento económico no traerá por sí solo ningún avance social para las mayorías, y las modernizaciones bajo un régimen de dominación traen consigo, en el mejor caso, la modernización de la dominación. Lo decisivo es la actividad liberadora, ella es la que será capaz de darle un sentido positivo a las fuerzas sociales económicas. Esa afirmación del Che tiene consecuencias trascendentales, define una posición dentro del campo de las ideas. El carácter de una revolución no está determinado por la medición de la estructura económica de la sociedad, como creían tantos en la izquierda, sino por la praxis revolucionaria. Ella es la única que puede ser creadora de condiciones para el cambio social, y establecer realidades nuevas. La mundialización del imperialismo está acompañada en la segunda mitad del siglo XX por la mundialización de la conciencia revolucionaria, y eso modifica el alcance de la revolución posible en cualquier país, escribe el Che durante el gran debate de 1963-1964.

Movilizar y concientizar a los oprimidos, luchar con medios y modos radicales, tomar el poder y utilizarlo con nuevos fines son las tareas de la época, para que sea posible conquistar un desarrollo de las personas y la sociedad que no consistirá en el desarrollo, sino en la liberación. Esas ideas son centrales en textos fundamentales del Che como “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento” y “La planificación socialista, su significado”.

Al hacerse socialista de liberación nacional, la revolución cubana estaba descubriendo, a través de sus prácticas, que en las condiciones desventajosas de la mayoría de los países del mundo la transición socialista y el proyecto de sociedad a crear están obligados a ir mucho más allá de lo que su “etapa del desarrollo” supuestamente le permitiría, y deben negar que la nueva sociedad sea el resultado de una evolución progresiva que ya no cabría en el capitalismo, y que con sólo expropiar sus medios de producción se puede “superarlo”. Es decir, es imprescindible trabajar por la creación de una nueva cultura, que implica una nueva concepción de la vida y del mundo, al mismo tiempo que se empeña uno en cumplir con las prácticas más inmediatas, urgentes e ineludibles. El socialismo factible no depende, por consiguiente, del llamado “crecimiento de las fuerzas productivas en correspondencia con las relaciones de producción”, ni de un desarrollo social que será consecuencia del económico; depende de un cambio radical de perspectiva por parte de los que actúan, y de las revoluciones sucesivas que experimente su propio proceso. A Cuba, la primera revolución socialista autóctona de Occidente, forjada en un medio capitalista neocolonial ligado íntimamente a la mayor potencia material, política y cultural imperialista del mundo, le tocaba un papel importante en esta nueva fase de la mundialización de la revolución contra el capitalismo.

El Che tomó plena conciencia de lo anterior, cuando apenas comenzaba a desplegarse el problema en Cuba, y emprendió una extraordinaria labor intelectual para identificar y formular las preguntas y los problemas principales, ayudar a fundamentar o a modificar las estrategias y las medidas y, a la vez, generalizar y conceptualizar. Se dedicó a formar una concepción teórica en medio de un mar de actividad, en un proceso cuyos dirigentes habían sido rechazados por la teoría al uso y con razón sentían prevenciones frente a ella, y cuyos cuadros y miembros de fila tenían muy escasa preparación. En 1964 dice: “…nosotros no podemos ser hijos de la práctica absoluta, hay una teoría (…) inventar la teoría totalmente a base de la acción, solamente eso, es un disparate, con eso no se llega a nada”. “Pero hay una cierta pereza mental para entrarle en el fondo al problema y para saber qué es lo que estamos haciendo y por qué. Hay excesiva disciplina en seguir la línea y falta de una disciplina consciente de buscar los por qué…” A pesar de que la muerte interrumpió bruscamente su producción de madurez, la concepción marxista del Che es uno de los mayores aportes al pensamiento revolucionario en el siglo XX.

Marx logró plantear bien e impulsar la idea de que la política debe ser lo central en la actividad de la clase proletaria. Lenin y el bolchevismo produjeron un formidable avance al establecer un poder anticapitalista en un enorme Estado y darle un alcance mundial al movimiento. Medio siglo después, el Che formuló las líneas fundamentales de una política comunista eficaz. Resalto dos de esas líneas: esa política debe ser realmente internacionalista; y debe responder bien a dos exigencias: que el individuo es lo primordial y que es necesario un nexo íntimo entre política y ética.

“El hombre es el actor consciente de la historia. Sin esta conciencia, que engloba la de su ser social, no puede haber comunismo”, dice el Che en uno de sus textos principales. Un punto central de su concepción –reiterado en sus textos-- es el vínculo entre la revolución que deben experimentar en sí mismas las personas involucradas y la revolución a llevar a cabo en cada país y en el mundo. Además de poseer una capacidad autocrítica sorprendente y ejemplar, el Che les demanda al dirigente y al militante revolucionario una entrega total y numerosas cualidades, y hace una rigurosa exposición de los rasgos que debe tener la organización política de vanguardia. No se trata sólo de la necesaria eficiencia; es que su existencia y su actuación constituyen un servicio vital para la causa de la liberación, que les da fuerza y sentido a los esfuerzos y sacrificios de todos. Al mismo tiempo, la vanguardia política debe constituir una prefiguración de conductas y relaciones que aún están lejos de ser mayoritarias en la sociedad.

El Che no valora con el mismo rigor al conjunto de los trabajadores y ciudadanos de la revolución, ni a los que no simpatizan con ella. Lejos de utilizar recursos discursivos para atraer y conducir, el Che analiza las representaciones, motivaciones, intereses, hábitos y niveles de conciencia, la subjetividad predominante en diferentes grupos sociales que están participando en el proceso o viviendo en él. En sus memorias siempre es agudo y nunca es despectivo cuando aborda a la gente humilde que sirve al enemigo. Esos materiales suyos son un notable ejemplo de análisis de clase que parte de las personas, despojado de clichés prejuiciosos y dictámenes abstractos. Su objetivo es comprender para valorar y actuar, o para ayudar a otros a hacerlo.

Una permanente actividad educacional rige su actuación y su concepción; ellas quieren contribuir a un complejo real de elementos modificadores de la conducta, que va desde la coerción social y estatal hasta la autoeducación. Che no cree que exista una naturaleza humana dada previamente, que solamente puede ser entendida; al contrario, el trabajo fundamental consiste en desarrollar las relaciones y los medios de transformación y mejoramiento humano: “haremos el hombre del siglo XXI, nosotros mismos.” Este y los fragmentos que siguen son de El socialismo y el hombre en Cuba. El proceso comienza desde el primer momento: “En la actitud de nuestros combatientes se vislumbraba al hombre del futuro (…) Encontrar la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica es una de nuestras tareas fundamentales desde el punto de vista ideológico” Y sobre la transición socialista: “Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo (…) La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela”. Precisamente para sacar adelante estos propósitos tan ambiciosos, Che no olvida nunca las enormes insuficiencias, los errores y las deformaciones generadas en el propio proceso, los cuales critica sin ambigüedades y sin descanso.

En ese campo, como en otros, veo tanta profundidad en sus indicaciones, análisis puntuales y reproches como en el contenido y la articulación de sus conceptos y en sus frases famosas. El Che es, en una gran medida, el hombre de los cómo.

Sin descuidar sus deberes de dirigente político y estatal –y también durante su nueva etapa guerrillera--, el Che trabajó sistemáticamente la teoría, conciente de los problemas y necesidades de esta, y del lugar histórico que él ocupaba. Desde una posición opuesta al capitalismo, el colonialismo y el neocolonialismo, produjo una interpretación latinoamericana de las cuestiones fundamentales del mundo; y concibió una visión de las conductas, acciones, cambios y objetivos necesarios para la liberación de las personas y las sociedades desde una posición comunista.

La concepción filosófica del Che privilegia el papel de la acción consciente y organizada como creadora de realidades sociales y humanas. Esta filosofía de la praxis recupera el papel central de la dialéctica en el marxismo. Sin desconocer las realidades existentes y su funcionamiento discernible --y la formulación de leyes atinentes a lo que esas realidades "pueden dar de sí"--, Che estima que el nivel de conciencia alcanzado a escala mundial permite que en cualquier lugar se organicen vanguardias revolucionarias, influidas por la ideología marxista, que prevean, hasta cierto punto, cómo actuar y violenten las relaciones vigentes a través de las acciones colectivas que susciten y guíen, al menos dentro de ciertos límites.

Su posición marxista es ajena al determinismo social y al dilema central especulativo de “materialismo o idealismo”, pivote filosófico de las corrientes que eran dominantes en el marxismo. Para el Che, la conciencia no es la antítesis de la “economía” o de “la materia”: es el instrumento principal para lograr que las fuerzas productivas y las relaciones de producción dejen de ser medios para perpetuar las dominaciones. La conciencia es una fuerza potencial decisiva para que avance la praxis revolucionaria; ella tiende a desarrollarse y crecer si el trabajo intencionado que se realiza es eficaz, por lo que urge encontrar y aplicar reglas que lo propicien. El proceso de creación de nuevas realidades en los individuos, las relaciones sociales, las instituciones y la sociedad como un todo contiene un enfrentamiento dialéctico de los aspectos favorables y opuestos al triunfo del socialismo, que deben ser manejados a través de las formas de organización revolucionaria y de la transición socialista, y de sus instrumentos. En esta concepción dialéctica no hay lugar para la primacía de la “materia” del marxismo que permanece dentro de la problemática estalinista y postestalinista. Para el Che, el factor subjetivo debe ser el dominante durante toda la época de los cambios revolucionarios.

El Che defiende el valor permanente del humanismo filosófico del joven Marx. Expone, a su vez, el suyo, que parte de la experiencia vivida y del conjunto de la teoría marxista. No es un humanismo a secas: requiere una acción humana organizada que revolucione las condiciones de existencia y la reproducción que se considera “normal” de la vida social, una práctica que sea una palanca eficaz para transformar las realidades conocidas en otras realidades, conquistadas o nuevas, creadas. Es en esos sentidos que “lo objetivo” puede ser transformado y superado por el factor subjetivo. Para el Che, la lucha de clases es central en la teoría y en la historia, y el individuo es expresión viviente de las luchas de clases. Nadie más ajeno que él, insisto, a ideas como la de la innata bondad de la naturaleza humana. “Para cambiar de manera de pensar” –dice—“hay que sufrir profundos cambios interiores y asistir a profundos cambios exteriores, sobre todo sociales".

El poder revolucionario sobre la economía, la política y la ideología es necesario para enfrentar un triple reto: 1-el poder del capitalismo, que va desde su enorme fuerza material y sus controles a escala mundial hasta su vigoroso complejo cultural, que es capaz de recuperar modos de vida y mentes que un día fueron rebeldes; 2- el de la mercantilización y el subdesarrollo que padecen las sociedades en transición socialista, y las combinaciones de ambos; y 3- las nuevas realidades que hay que crear. Sin esa concentración de fuerzas, sin unidad política y cohesión ideológica, el poder revolucionario tendría las manos atadas y, tarde o temprano, caería.

La vanguardia política, basada en la ejemplaridad, la unión de ideas y voluntades, la organización y la disciplina, debe lograr los difíciles objetivos de dirigir, guiar, educar, prefigurar los pasos sucesivos que se alcanzarán y proyectar la transición socialista. Pero sólo cumplirá esos fines si se compenetra con la situación de la población, sus intereses y aspiraciones, su concepción del mundo y de la vida, si comparte los rigores de su vida cotidiana y sabe interactuar con ella, y no teme aprender también de ella y sacar provecho de sus saberes. Y, sobre todo, si la población participa cada vez más en el poder real. El Che no deja lugar para el mito de una falange infalible, para la sustitución del poder de las clases que habían sido dominadas en el capitalismo por el poder de un grupo ejercido en nombre del socialismo y el predominio de ideologías que disfracen la dominación.

En todas las circunstancias, la fraternidad, la entrega a la causa y demás valores morales del revolucionario contribuyen a la creación de personas nuevas, tanto en la vida cotidiana como en los eventos cruciales. Pero cuando se tiene el poder, la formación de personas nuevas adquiere nuevas cualidades: debe ser intencionada y llegar a ser planeada, y debe tender a abarcar o influir en toda la actividad social. A pesar de los cambios tan profundos que implica la transición socialista, el trabajo sigue vinculado a presiones sociales, a retribuciones y a la misma condición especial de ser trabajador. El Che reconoce esa realidad, pero no se rinde a ella; al contrario, la enfrenta con un manejo conciente y organizado de todo el poder de que se dispone, en busca de que el trabajo se vaya convirtiendo en un deber social, una actitud y un hábito nuevos, en un largo proceso en que deberá llegar a ser un "reflejo condicionado de naturaleza social", un "engranaje conciente" y "la completa recreación individual ante su propia obra".

La economía debe ser gobernada por el poder revolucionario y el proyecto de liberación total. El poder no es más que un instrumento privilegiado del proyecto. Para el Che, el plan es un producto de la conciencia organizada y con poder, que conoce en cierto grado los límites de la voluntad, los datos de la realidad y las fuerzas que operan a favor y en contra. El plan no es un diagnóstico de la economía y una previsión de su comportamiento futuro: "para eso no es necesario el pueblo", dice. El plan será socialista si a través de él las masas tienen "la posibilidad de dirigir sus destinos". Se debe combinar la centralización con las iniciativas, y desarrollar un proceso de descentralización progresiva, con participación masiva en la dirección y una acción política organizada y concretada contra el burocratismo. Los avances del nuevo modo de vivir diferente y opuesto al del capitalismo irán creando un cambio cultural radical que abarque desde las relaciones económicas hasta cambios muy íntimos del individuo y sus relaciones interpersonales. La sociedad debe volverse capaz de trabajar cotidiana y eficazmente en esa dirección, de manera planeada y con rigor técnico; el sistema debe combatir sus propias tendencias contrarias a la liberación, medir los avances y declarar con valentía los retrocesos.

El Che planteó nuevamente la utopía del comunismo marxista, sin ingenuidad ni paternalismo. Su experimento del Sistema Presupuestario de Financiamiento, que abarcó a un sector importante de la economía y de los trabajadores del país, funcionó bien, y consistió en mucho más que gestión, producción y control económicos. Fue un combate diario por la opción comunista. Combinó en la práctica a individuos, masa, dirigentes, conciencia, trabajo asalariado y voluntario, política, producción, plan, educación, estimulaciones, subdesarrollo, coerción social, relaciones mercantiles, poder estatal, macroeconomía y relaciones internacionales. Esos materiales y experiencias sirvieron mucho al Che para tejer su trabajo teórico, pero fue mucho más allá, tanto en sus puntos de partida intelectuales como en la formación de un sistema conceptual propio --que incluye en ciertas definiciones lo que debe llegar a ser--, y en desarrollos temáticos parciales pero vigorosamente articulados. Explicitó su tipo de ortodoxia marxista y refirió a ella su creatividad. Sus prácticas y sus ideas resultaron sumamente polémicas. El Che las debatió públicamente en las revistas de la época y las defendió activamente como parte de una lucha política e ideológica en el seno de la revolución.

Por su vida ejemplar, su tajante honestidad y la concordancia total entre sus dichos y sus hechos, el Che es asociado a la palabra ética. Eso es muy justo, pero opino que lo político es el centro de su actividad y lo que articula su pensamiento. Che pretende una revolución de lo político y propone una gigantesca elevación del contenido y los objetivos del movimiento histórico de liberación humana. Ese es el marco real de frases como “...el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”, “el socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la alienación (...) si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaria”. Y de ideas como la de que se debe trabajar desde el inicio mismo en la realización práctica del proyecto comunista, “aunque pasemos toda la vida tratando de construir el socialismo”. Se deben utilizar todo los logros obtenidos bajo el capitalismo que sea conveniente y factible, pero hay que crear una nueva cultura a través de las transformaciones de los seres humanos y las relaciones sociales, que sea, al mismo tiempo, un polo de atracción para los pueblos frente a la dominación y la cultura del capitalismo mundial.

El capitalismo actual es incapaz, por su naturaleza, de resolver ninguno de los graves problemas que afectan a la mayoría de las personas y los países del mundo, ni de defender el medio en que vivimos. Su promesa de progreso material y democracia era mentirosa y se ha desgastado, pero conserva un enorme poder en muchos terrenos y lo ejerce en una escala colosal para mantener la situación a favor suyo, privilegiando una sistemática guerra cultural. El pueblo de Iraq está demostrando que es posible rechazar la recolonización imperialista. En América Latina y el Caribe, el continente más cargado de contradicciones potencialmente peligrosas para el capitalismo, el campo popular y diversos tipos de opositores han salido del foso de derrotas y desesperanza de la década pasada. Se han combinado la capacidad de protesta social organizada de muchos pueblos con el uso del voto universal que servía a los sistemas llamados democráticos para mantener su incierta hegemonía, y se han obtenido victorias populares en varios países. La revolución bolivariana de Venezuela produce de nuevo en América el escándalo de un gobierno para el pueblo y con el pueblo, y contribuye de manera decisiva a la creación de un polo de independencia continental, mediante la integración de poderes populares y alianzas que fortalecen la autonomía económica latinoamericana. En el marco del ALBA, Cuba multiplica el valor de su ejemplo y su sagacidad como revolución liberadora, su internacionalismo ejemplar, sus fuerzas productivas sociales y las inmensas capacidades adquiridas por nuestro pueblo a partir de casi medio siglo de gigantesca y sistemática inversión educacional.

En esta coyuntura, promisoria y difícil a la vez, se torna cada vez más clara la procedencia y la necesidad de asumir todo el Che. Ante todo, para seguir su modo de ser práctico, que implica alzarse --los individuos y el pueblo entero-- por encima de las condiciones de reproducción de la vida material y política que parecen normales y esperables, por encima incluso del sentido común. Y hacerlo tanto en lo inmediato como en la elección del rumbo, el planeamiento y el aferramiento tenaz al proyecto.

El Che puede ayudarnos más, por ejemplo, a combatir la corrupción, que tiene tantas formas y tentáculos, desde una ética profundamente ligada a la política, pero, a la vez, ayudarnos a examinar sus causas y sus modalidades, para ir a su raíz. Puede ayudarnos contra la añoranza por el capitalismo, que entre nosotros disfraza su condición de vuelta al pasado con esa pérfida impresión que brinda de ser un paso hacia el futuro, sea como un supuesto avance que puede hacer Cuba, o sea como un destino inevitable para este pequeño país. El pensamiento del Che ayuda a fundamentar el anticapitalismo sin concesiones, que sabe asumir las realidades más duras u opuestas a nuestros ideales, para conocerlas bien, pero sin dejarse vencer por ellas, para trabajar con el pueblo en vez de intentar donarle el socialismo, para fiar el esfuerzo principal, la sagacidad y todos los factores con que se cuenta en dos direcciones fundamentales que estén íntimamente relacionadas.

Una es la labor socialista práctica, creadora y distribuidora de bienes y servicios, y sobre todo creadora de relaciones sociales nuevas, que es decisiva para la formación de las personas y las relaciones sociales en el predominio de la solidaridad frente al egoísmo, en el fomento de la laboriosidad y de hacer que los méritos personales sean el rasero social principal para medir a los individuos, y la defensa del aporte y la eficiencia frente a los intereses individualistas y de grupos, y contra el afán de lucro.

La otra es una concientización permanente y sistemática que no consista en un discurso lleno de frases hechas y vacío de contenidos, sino en el aprendizaje entre todos y a partir de las situaciones concretas, de por qué, para qué y cómo es la sociedad organizada la que debe manejar los recursos del país en bien de toda la población del país; de cómo instrumentar el conocimiento del pueblo acerca de las cuestiones fundamentales y cómo lograr que cada vez más el pueblo participe en las decisiones acerca de esas cuestiones; de discernir lo que es positivo y lo que no lo es, qué actitud es moral y cuál no, qué es lícito y qué es ilícito, cómo hacer que los instrumentos de formación y de difusión que posee la sociedad sirvan cada vez mejor a la expresión de la rica diversidad de las ideas y las motivaciones de las personas, y al arraigo y profundización de vínculos solidarios socialistas.

Me siento universitario, siempre. Por eso me hacen feliz los logros de nuestras universidades y me duelen mucho sus insuficiencias. Que la universidad se pinte de negro, de mulato, de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, decía el Che en la Central de Las Villas, un año después de haber pasado por ella camino del fuego, de la sangre y de la victoria en la batalla de Santa Clara. Hace pocos años tuvimos que volver a plantearnos el cumplimiento de aquel reclamo del Che, a pesar de los inmensos avances obtenidos después de 1959, y volver a atender a la composición social del alumnado. Eso brinda una enseñanza y tiene, a mi juicio, un significado doble: el de nuestras deficiencias y el de nuestra capacidad de avanzar una y otra vez. La batalla de estos años recientes por defender y ampliar la continua y sistemática redistribución de la riqueza social y las oportunidades entre todos los cubanos y cubanas, que es uno de los rasgos fundamentales de nuestro socialismo, continúa hoy con la misma decisión con que la inició Fidel, pero también con los obstáculos formidables que Cuba ha encontrado siempre para llevar adelante su proceso revolucionario de liberación.

Opino que hoy no les basta a las universidades y a las demás instituciones del país con pintarse de negro, de obrero y de pueblo. Ellas, y cada uno de nosotros, tenemos que entender el papel que nos toca cumplir, y, a la vez, debemos tener iniciativa y empeño para encontrar y asumir nuevas tareas y papeles que la revolución necesita. Apoyar y ayudar de maneras concretas en la acción, en la eficiencia y en la necesaria creación, porque por los caminos trillados que se limitan a modernizaciones sólo se logra finalmente modernizar la dominación, y si estamos limitados por una estrechez de miras que nos lleve a repetir lo que ya ha servido antes para sobrevivir y mantenerse, no se podría forzar el cerco del capitalismo en la actualidad y en el futuro próximo. A los jóvenes sobre todo quisiera decirles --porque los jóvenes vuelven a ser la carta decisiva de la revolución-- que la juventud no puede seguir siendo tímida ante el estudio de la obra del Che. Hay que apoderarse de su pensamiento, como hay que apoderarse de la historia entera de la revolución, tan llena de maravilla y de momentos angustiosos, para unir a la emoción, que es determinante para actuar, el conocimiento que multiplica las posibilidades del que actúa. “La juventud tiene que crear. Una juventud que no crea es una anomalía, realmente”, les dijo el Che a los jóvenes reunidos para conmemorar el segundo aniversario de la integración de las organizaciones juveniles, la víspera misma de la Crisis de Octubre.

Los que fuimos jóvenes de la revolución y seguimos siendo revolucionarios, tenemos el deber –difícil e importante-- de evitar la lejanía y mantener abierta la puerta de la continuidad revolucionaria, de trasmitir todo lo que pueda ser valioso, sin temor a no ser los protagonistas. De no traicionar los ideales y la vida que hemos vivido, por cansancio, por cobardía, por intereses mezquinos o por torpeza insondable. Tenemos el deber de ser honestos, aun si nos faltaran capacidades y habilidades, para al menos dar testimonio de la moral y la grandeza de la causa de todos, y ser con eso ejemplos de conducta. Si lo logramos, garantizaremos lo que sólo nosotros mismos podemos lograr: la permanencia del Che. Y haremos que ella no sea un dato, más o menos valioso, sino un arma de creación, uno de los nombres del futuro. Y haremos que crezca el Che también, en la medida en que crezca y se profundice el modo de vivir socialista y el proyecto de liberación plena y bienestar de su pueblo, íntimamente ligado a la ampliación de la conciencia y de la solidaridad a escala internacional, que crezcan el campo revolucionario, la lucha de los pueblos y los poderes populares en la América Latina. Que crezca, en fin, la oportunidad de hacer de este siglo que comienza un campo superior del desenvolvimiento humano, de las capacidades de las sociedades de salvar el planeta en que vivimos y cambiar entre todos la vida, y de brindar a cada uno y a todos más justicia y más libertad. Es decir, para hacer realidad los sueños y el pensamiento del Che.