miércoles, 17 de setiembre de 2008
CONCIERTO SOLIDARIO 20 SEPTIEMBRE CUSCO
CONCIERTO SOLIDARIO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2008
ENTRADA: S/ 10.00
HORA: A PARTIR DE LAS 4 PM
LUGAR: CACERIO SANTA MARIA, COSTADO DE LARAPA, ALTURA CLINICA PANAMERICANA
LA FAMILIA OCAMPO AGRADECE SU COLABORACIÓN
CONCIERTO SOLIDARIO 20 SEPTIEMBRE CUSCO
martes, 16 de setiembre de 2008
mas sobre la masacre en Bolivia
¿Justicia?, cárcel para culpables: Masacre en Bolivia
tomado de: www.oyr.org.ar
ALAI AMLATINA, 14/09/2008, Cochabamba.- Los muertos suman y suman. Como
si se tratara de animales asesinados se van encontrando cuerpos en medio
de la selva o en las riberas de los ríos. Varios llevan señales de una
cruel tortura, otros fueron disparados a mansalva, algunos tienen una
cinta del mismo color en la mano derecha, aún existen desaparecidos. Es
la masacre de Porvenir, Pando, en el norte de Bolivia.
Arte grafico www.iconoclasistas.com.ar
"A las dos de la mañana nosotros no teníamos armas, el otro grupo tenía
bombas, dinamitas y nos lanzaron, nosotros estábamos regresando a Puerto
Rico, nos siguieron dos kilómetros y ahí utilizaron armas de fuego, nos
paramos en una pampa. Después nos encontraron en Porvenir, no podíamos
avanzar, tenían ametralladoras, armas nuevas y mis compañeros escaparon
por el monte, caían al río y ahí les daban el tiro. Debe haber 100
heridos y muertos, Había gente embarazada, había niños y niñas que
fueron masacrados, cuando cruzaban el río para escapar les lanzaron
tiros y las compañeras están ahí en el río, muertas dos señoras y otras
dos heridas que estaban a punto de abortar", es el relato de una
dirigente indígena que fue testigo de la masacre.
MASACRE FASCISTA CONTRA CAMPESINOS EN BOLIVIA
"J. G. Rodrigo Torrez Jordán"
La situación en Pando es desesperante, acabo de contactarme con un dirigente de Santa Cruz y otra de Pando, por cuestiones obvias no puedo mencionarte sus nombres, pero el reporte obtenido de la matanza ocurrida la madrugada del viernes es la siguiente:
- 13 cadáveres de campesinos en la morgue de Cobija, siendo la mayoría altos dirigentes campesinos, ellos que se suman 2 de cívicos.
- cerca a 150 heridos que no pueden ser atendidos en los hospitales ya que son agredidos en estos centros, donde más de uno ha desaparecido en manos de los cicarios de la prefectura.
- 100 compañeros reportados en la confederación.
-17 secuestrados, torturados y luego encarcelados, acusándoseles de ser los autores de la masacre.
Estos datos son de una marcha de casi mil campesinos que marchaban a un ampliado a tratar temas, como tierra y que fueron enboscados en la madrugada por grupos de la prefectura, entre los que se encontraban sicarios brasileros y peruanos, narcotráficantes y cívicos, que, con maquinaria de la prefectura, habían abierto una poza de más de 6 metros de ancho y más de tres de profundidad que cortaba el camino de los marchistas, que fueron masacrados en la oscuridad de la noche con ráfagas de armas de fuego entre las que se pudo distinguir el uso de ametralladoras, los compañeros, que marchaban como estilan los campesinos, hombres, mujeres y niños fueron literalmente ejecutados al cer alcanzados por las hordas asesinas del prefecto, testimonios dan cuenta de que muchos cadáveres fueron arrojados a los caudalosos ríos amazónicos, incluso valiéndose de camiones de la prefectura.
La estimasión de estos compañeros es que al menos 80 campesinos habrían muerto, este dato se obtiene por la aseveración de los sobrevivientes, entre los caídos se cuenta a mujeres, algunas embarazadas y por lo menos 30 de ellos serían niños, hasta el momento solo se han encontrado los cuerpos de varones, en una situación donde las posibilidades de rescatar cuerpos no está al alcance de los campesinos.
Ante la magnitud de esta matanza es que el gobierno ha decretado el Estado de Sitio, y ha retomado el control del aeropuerto, en medio de una intensa balacera protagonizada por los sicarios del prefecto, el saldo un soldado muerto así como un civil, que por las pocas imágenes que los medios privados muestran no fue auxiliado salvo por militares y dos civiles.
El Sábado 13, una nueva emboscada ha cobrado la vida de tres estudiantes normalístas en la localidad Pandina de Filadélfia, afín al Gobierno, el saldo es de 3 estudiantes normalístas ejecutados, se asegura que fueron selectivamente asesinados por tratarse de estudiantes "collas" o sea nacidos en La Paz.
Frente a este escenario, los medios privados han iniciado una feroz ofensiva en contra del gobierno, el más descarado, UNITEL no informa en absoluto sobre la matanza de campesinos, limitándose a denunciar la muerte del cívil en la "violenta implementación del Estado de Sitio en Pando", este medio que es el referente informativo de la media luna demuestra que la vocación de pacificación que tendría el diálogo con el gobierno y que desde el viernes desarrolla en La Paz el prefecto de Tarija Mario Cossio no tiene otro objetivo que el de viabilizar la feria exposición de Santa Cruz, el más importante evento empresarial de Bolivia y donde los insurrectos mueven algunos de los millones de dólares que ganan al año.
Por su parte los reportes de la gente de Santa Cruz habla de la sistemática persecución contra dirigentes afines o no al MAS, las permanentes amenazas contra su vida y la falta de conexión impide que la situación de Santa Cruz y el resto de la media luna sea clara,
por ello la verdarera dimensión de esta masacre no ha salido a la luz.
La Iglesia, en manos del Cardenal Terrazas, de ascendencia cruceña y miembro de la oligarquía de esa región legitima permanentemente los hechos violentos, al ser el centro donde se reunen los instigadores de la violencia y autores intelectuales de esta crísis, realizandose en el mismo momento en que escribo estas palabras, una misa donde se ora por la paz y que cuenta con el selecto auditorio de cívicos, prefecto, unión juvenil cruceñista y nación camba y que la pronuncia el mismísimo Cardenal.
El embajador gringo al abandonar el país ha sido claro y desnuda su posición y actitud con respecto al gobierno al que le advierte del terrible error que ha cometido y lo vincula falazmente con el narcotráfico, lo que da pié a la defenza de las regiones autonomístas en sus intensiones sediciosas.
En estos momentos nuestros compañeros campesinos necesitan ayuda, alimentos, ropa y medicina es lo primordial, así como también la incondicional solidaridad de una comunidad internacional que no es indiferente a lo que está sucediendo pero que debe conocer los testimonios de nuestros hermanos.
Seguimos.
--
Francisco Peralta
Red de Responsabilidades Humanas
Red de Jóvenes del Cono Sur
La situación en Pando es desesperante, acabo de contactarme con un dirigente de Santa Cruz y otra de Pando, por cuestiones obvias no puedo mencionarte sus nombres, pero el reporte obtenido de la matanza ocurrida la madrugada del viernes es la siguiente:
- 13 cadáveres de campesinos en la morgue de Cobija, siendo la mayoría altos dirigentes campesinos, ellos que se suman 2 de cívicos.
- cerca a 150 heridos que no pueden ser atendidos en los hospitales ya que son agredidos en estos centros, donde más de uno ha desaparecido en manos de los cicarios de la prefectura.
- 100 compañeros reportados en la confederación.
-17 secuestrados, torturados y luego encarcelados, acusándoseles de ser los autores de la masacre.
Estos datos son de una marcha de casi mil campesinos que marchaban a un ampliado a tratar temas, como tierra y que fueron enboscados en la madrugada por grupos de la prefectura, entre los que se encontraban sicarios brasileros y peruanos, narcotráficantes y cívicos, que, con maquinaria de la prefectura, habían abierto una poza de más de 6 metros de ancho y más de tres de profundidad que cortaba el camino de los marchistas, que fueron masacrados en la oscuridad de la noche con ráfagas de armas de fuego entre las que se pudo distinguir el uso de ametralladoras, los compañeros, que marchaban como estilan los campesinos, hombres, mujeres y niños fueron literalmente ejecutados al cer alcanzados por las hordas asesinas del prefecto, testimonios dan cuenta de que muchos cadáveres fueron arrojados a los caudalosos ríos amazónicos, incluso valiéndose de camiones de la prefectura.
La estimasión de estos compañeros es que al menos 80 campesinos habrían muerto, este dato se obtiene por la aseveración de los sobrevivientes, entre los caídos se cuenta a mujeres, algunas embarazadas y por lo menos 30 de ellos serían niños, hasta el momento solo se han encontrado los cuerpos de varones, en una situación donde las posibilidades de rescatar cuerpos no está al alcance de los campesinos.
Ante la magnitud de esta matanza es que el gobierno ha decretado el Estado de Sitio, y ha retomado el control del aeropuerto, en medio de una intensa balacera protagonizada por los sicarios del prefecto, el saldo un soldado muerto así como un civil, que por las pocas imágenes que los medios privados muestran no fue auxiliado salvo por militares y dos civiles.
El Sábado 13, una nueva emboscada ha cobrado la vida de tres estudiantes normalístas en la localidad Pandina de Filadélfia, afín al Gobierno, el saldo es de 3 estudiantes normalístas ejecutados, se asegura que fueron selectivamente asesinados por tratarse de estudiantes "collas" o sea nacidos en La Paz.
Frente a este escenario, los medios privados han iniciado una feroz ofensiva en contra del gobierno, el más descarado, UNITEL no informa en absoluto sobre la matanza de campesinos, limitándose a denunciar la muerte del cívil en la "violenta implementación del Estado de Sitio en Pando", este medio que es el referente informativo de la media luna demuestra que la vocación de pacificación que tendría el diálogo con el gobierno y que desde el viernes desarrolla en La Paz el prefecto de Tarija Mario Cossio no tiene otro objetivo que el de viabilizar la feria exposición de Santa Cruz, el más importante evento empresarial de Bolivia y donde los insurrectos mueven algunos de los millones de dólares que ganan al año.
Por su parte los reportes de la gente de Santa Cruz habla de la sistemática persecución contra dirigentes afines o no al MAS, las permanentes amenazas contra su vida y la falta de conexión impide que la situación de Santa Cruz y el resto de la media luna sea clara,
por ello la verdarera dimensión de esta masacre no ha salido a la luz.
La Iglesia, en manos del Cardenal Terrazas, de ascendencia cruceña y miembro de la oligarquía de esa región legitima permanentemente los hechos violentos, al ser el centro donde se reunen los instigadores de la violencia y autores intelectuales de esta crísis, realizandose en el mismo momento en que escribo estas palabras, una misa donde se ora por la paz y que cuenta con el selecto auditorio de cívicos, prefecto, unión juvenil cruceñista y nación camba y que la pronuncia el mismísimo Cardenal.
El embajador gringo al abandonar el país ha sido claro y desnuda su posición y actitud con respecto al gobierno al que le advierte del terrible error que ha cometido y lo vincula falazmente con el narcotráfico, lo que da pié a la defenza de las regiones autonomístas en sus intensiones sediciosas.
En estos momentos nuestros compañeros campesinos necesitan ayuda, alimentos, ropa y medicina es lo primordial, así como también la incondicional solidaridad de una comunidad internacional que no es indiferente a lo que está sucediendo pero que debe conocer los testimonios de nuestros hermanos.
Seguimos.
--
Francisco Peralta
Red de Responsabilidades Humanas
Red de Jóvenes del Cono Sur
martes, 9 de setiembre de 2008
Caso Fuerabamba, Cotabambas
Mito de Origen de la papa recopilado en Fuerabamba, Challhuahuacho, Cotabambas Apurimac
Comunidad que tendria que reasentarse para la explotacion del Proyecto Minero Las Bambas
Se adjunta a la presente un texto que recoge una versión mítica del origen de la papa, texto recopilado en 1974 en la comunidad de Fuerabamba, Challhuahuacho, Apurimac (Cortesia de ATOQ Archivo de la tradición Oral Quechua). Acompaña el texto una recopilacion -hecha en agosto del presente año en la misma comunidad- de la diversidad de papas nativas que se cultivan en la actualidad. Resalta la diversidad genetica y la riqueza de esta comunidad papera. Puntos fundamentales en un contexto en que se trata de una comunidad que esta ad portas de ser consultada para iniciar un proceso de Reasentamiento, en vista de que bajo su superficie se encuentra el primero de los tajos abiertos del proyecto Minero Las Bambas, de la empresa Xstrata.
Es preciso recordar que tras las adjetivaciones de pobreza y pobreza extrema se encuentra una realidad mal entendida en nuestro país, que pasa por una comprension del potencial agrícola, tecnológico en la conservacion de esta biodiversidad, y la voluntad de las comunidades campesinas altoandinas de elevar sus indices de calidad de vida PERO bajo esquemas de "desarrollo" propios. Allin Kawsay, Misky Kawsay son paradigmas propios de la matriz originaria de los pueblos quechuas. Es preciso poner atención y dar relevancia a estos aspectos a la hora de aproximarse a la problemática de la relación entre empresas mineras y comunidades campesinas. Es absurdo e irresponsable pretender entender este tema en el marco "teórico" del Perro del Hortelano, o esa especie de fundamentalismo liberal que tacha de "caviar" toda critica al actual modelo economico.
Se ruega la difusión.
Quizu Yupanqui
Instituto de Investigaciones Sociales Amaru Teqse
Sobre el tema del Reasentamiento, consultar El 2do informe del Observatorio de Conflictos Mineros en el Perú
Ver: http://lemongeek.net/cd2_mineria/apurimac.html
Apurímac muestra varios temas a tomar cuenta: los acuerdos laborales como nueva fuente de conflicto entre empresas mineras y comunidades así como el reasentamiento de toda una comunidad.
Un primer elemento a destacar es el avance de las concesiones mineras en el territorio de la región Apurímac. En la actualidad, aproximadamente el 38% del territorio de Apurímac está ocupado por concesiones mineras: entre las provincias que presentan mayor porcentaje de territorio concesionado están Antabamba con 51%, Cotabambas con 36% y Grau con 35%.
Ello representa la posibilidad que se configure un nuevo escenario para Apurímac en el futuro, con la presencia gravitante de la actividad minera en varias de sus provincias.
Respecto al mega proyecto Las Bambas, uno de los principales temas es el manejo del fondo de fideicomiso. Ello llevó a replantear la estructura del mismo a través de cambios en la regulación legal de los fondos sociales a nivel nacional con la dación del Decreto Legislativo No 996, norma que plantea que sea una persona jurídica sin fines de lucro quien administre los fondos en lugar de Proinversión.
Aunque el objetivo de la norma es lograr un manejo más eficiente de los recursos de estos fondos con fines sociales, el hecho que pase a ser manejado por una entidad sin fines de lucro no es necesariamente una solución para enfrentar los problemas de fondo. Entre los principales problemas identificados figuran la manera como se define la prioridad de los proyectos financiados por estos fondos, la transparencia en la toma de decisiones, la inclusión y participación de las comunidades campesinas en el proceso.
Reclamos laborales y reubicación de población
Es importante senalar que la presencia de la empresa Xstrata en la zona ha generado una gran expectativa en lo que a oferta de mano de obra ser refiere. Los reclamos de la población se han centrado en estos aspectos en este último semestre.
Estos hechos muestran una nueva fuente de conflicto entre las empresas mineras y las comunidades. Los acuerdos laborales están siendo utilizados por las empresas mineras para lograr aceptación de las poblaciones vecinas, mientras que para las comunidades representan la obtención de beneficios a corto plazo, con ingresos que están muy por encima del promedio en las localidades.
Un tema que hemos identificado en el informe anterior, es la posible reubicación de poblaciones afectadas por el proyecto minero. Si bien es cierto que este tema es sensible, fue postergado por Xstrata, sin embargo esta situación ha cambiado en los últimos meses, actualmente la empresa enfrenta una nueva etapa caracterizada por la definición de temas relacionados con el desarrollo futuro del desarrollo. En ese sentido, los plazos se han acortado y la empresa minera debe empezar a definir claramente sus propuestas y planes sobre el tema del desplazamiento.
La reubicación y el plan que pretende implementar la empresa ya han sido presentados de manera preliminar a la comunidad de Fuerabamba. Esta comunidad está a la espera de la entrega oficial de dicho plan para evaluarlo con el debido apoyo técnico y poder tomar una determinación.
Aparentemente, el plan de la empresa viene siendo actualizado y no se cuenta todavía con una versión definitiva. Sin embargo, ya se han planteado algunos criterios que la comunidad viene discutiendo: posible reasentamiento en un predio que ya ha sido adquirido en la provincia cuzquena de Chumbivilcas; el plan también deja abierta otras alternativas de inserción en espacios urbanos; los integrantes de la comunidad que califiquen podrán ser seleccionados para integrarse a las labores de la mina, al mismo tiempo que forman parte del reasentamiento, entro otros criterios que están siendo desarrollados.
Estos han sido algunos de los temas mencionados en las reuniones sostenidas entre la empresa y la comunidad. Sería importante que el plan sea entregado por escrito a la comunidad y que organizaciones de apoyo puedan evaluarlo con el debido apoyo y asesoría técnica. Asimismo, organizaciones neutrales deberían jugar una suerte de veeduría del proceso desde las fases iniciales.
Comunidad que tendria que reasentarse para la explotacion del Proyecto Minero Las Bambas
Se adjunta a la presente un texto que recoge una versión mítica del origen de la papa, texto recopilado en 1974 en la comunidad de Fuerabamba, Challhuahuacho, Apurimac (Cortesia de ATOQ Archivo de la tradición Oral Quechua). Acompaña el texto una recopilacion -hecha en agosto del presente año en la misma comunidad- de la diversidad de papas nativas que se cultivan en la actualidad. Resalta la diversidad genetica y la riqueza de esta comunidad papera. Puntos fundamentales en un contexto en que se trata de una comunidad que esta ad portas de ser consultada para iniciar un proceso de Reasentamiento, en vista de que bajo su superficie se encuentra el primero de los tajos abiertos del proyecto Minero Las Bambas, de la empresa Xstrata.
Es preciso recordar que tras las adjetivaciones de pobreza y pobreza extrema se encuentra una realidad mal entendida en nuestro país, que pasa por una comprension del potencial agrícola, tecnológico en la conservacion de esta biodiversidad, y la voluntad de las comunidades campesinas altoandinas de elevar sus indices de calidad de vida PERO bajo esquemas de "desarrollo" propios. Allin Kawsay, Misky Kawsay son paradigmas propios de la matriz originaria de los pueblos quechuas. Es preciso poner atención y dar relevancia a estos aspectos a la hora de aproximarse a la problemática de la relación entre empresas mineras y comunidades campesinas. Es absurdo e irresponsable pretender entender este tema en el marco "teórico" del Perro del Hortelano, o esa especie de fundamentalismo liberal que tacha de "caviar" toda critica al actual modelo economico.
Se ruega la difusión.
Quizu Yupanqui
Instituto de Investigaciones Sociales Amaru Teqse
Sobre el tema del Reasentamiento, consultar El 2do informe del Observatorio de Conflictos Mineros en el Perú
Ver: http://lemongeek.net/cd2_mineria/apurimac.html
Apurímac muestra varios temas a tomar cuenta: los acuerdos laborales como nueva fuente de conflicto entre empresas mineras y comunidades así como el reasentamiento de toda una comunidad.
Un primer elemento a destacar es el avance de las concesiones mineras en el territorio de la región Apurímac. En la actualidad, aproximadamente el 38% del territorio de Apurímac está ocupado por concesiones mineras: entre las provincias que presentan mayor porcentaje de territorio concesionado están Antabamba con 51%, Cotabambas con 36% y Grau con 35%.
Ello representa la posibilidad que se configure un nuevo escenario para Apurímac en el futuro, con la presencia gravitante de la actividad minera en varias de sus provincias.
Respecto al mega proyecto Las Bambas, uno de los principales temas es el manejo del fondo de fideicomiso. Ello llevó a replantear la estructura del mismo a través de cambios en la regulación legal de los fondos sociales a nivel nacional con la dación del Decreto Legislativo No 996, norma que plantea que sea una persona jurídica sin fines de lucro quien administre los fondos en lugar de Proinversión.
Aunque el objetivo de la norma es lograr un manejo más eficiente de los recursos de estos fondos con fines sociales, el hecho que pase a ser manejado por una entidad sin fines de lucro no es necesariamente una solución para enfrentar los problemas de fondo. Entre los principales problemas identificados figuran la manera como se define la prioridad de los proyectos financiados por estos fondos, la transparencia en la toma de decisiones, la inclusión y participación de las comunidades campesinas en el proceso.
Reclamos laborales y reubicación de población
Es importante senalar que la presencia de la empresa Xstrata en la zona ha generado una gran expectativa en lo que a oferta de mano de obra ser refiere. Los reclamos de la población se han centrado en estos aspectos en este último semestre.
Estos hechos muestran una nueva fuente de conflicto entre las empresas mineras y las comunidades. Los acuerdos laborales están siendo utilizados por las empresas mineras para lograr aceptación de las poblaciones vecinas, mientras que para las comunidades representan la obtención de beneficios a corto plazo, con ingresos que están muy por encima del promedio en las localidades.
Un tema que hemos identificado en el informe anterior, es la posible reubicación de poblaciones afectadas por el proyecto minero. Si bien es cierto que este tema es sensible, fue postergado por Xstrata, sin embargo esta situación ha cambiado en los últimos meses, actualmente la empresa enfrenta una nueva etapa caracterizada por la definición de temas relacionados con el desarrollo futuro del desarrollo. En ese sentido, los plazos se han acortado y la empresa minera debe empezar a definir claramente sus propuestas y planes sobre el tema del desplazamiento.
La reubicación y el plan que pretende implementar la empresa ya han sido presentados de manera preliminar a la comunidad de Fuerabamba. Esta comunidad está a la espera de la entrega oficial de dicho plan para evaluarlo con el debido apoyo técnico y poder tomar una determinación.
Aparentemente, el plan de la empresa viene siendo actualizado y no se cuenta todavía con una versión definitiva. Sin embargo, ya se han planteado algunos criterios que la comunidad viene discutiendo: posible reasentamiento en un predio que ya ha sido adquirido en la provincia cuzquena de Chumbivilcas; el plan también deja abierta otras alternativas de inserción en espacios urbanos; los integrantes de la comunidad que califiquen podrán ser seleccionados para integrarse a las labores de la mina, al mismo tiempo que forman parte del reasentamiento, entro otros criterios que están siendo desarrollados.
Estos han sido algunos de los temas mencionados en las reuniones sostenidas entre la empresa y la comunidad. Sería importante que el plan sea entregado por escrito a la comunidad y que organizaciones de apoyo puedan evaluarlo con el debido apoyo y asesoría técnica. Asimismo, organizaciones neutrales deberían jugar una suerte de veeduría del proceso desde las fases iniciales.
martes, 19 de agosto de 2008
Solidaridad con los indígenas amazónicos/ Rodrigo Montoya
SOLIDARIDAD CON EL MOVIMIENTO INDIGENA AMAZONICO EN PERU
Rodrigo Montoya Rojas *
Lima 18 de agosto 2008
Mientras escribo este artículo, los pueblos indígenas de la Amazonía se rebelan contra el Estado peruano y aparecen como un actor político por primera vez en su historia. Se cansaron de pedir y ahora exigen con firmeza. Para ser oídos convocaron al gobierno a una “mesa de diálogo” en San Lorenzo, muy lejos de Lima, a orillas del río Marañón, un poco antes de que este cambie de nombre para llamarse Amazonas. Los pueblos indígenas Awajun, Wampis, Matsiguenka y Shipibo cercaron a la petrolera argentina Perú Petro, una hidroeléctrica y, además, bloquearon algunas carreteras en las provincias de Bagua y Utcubamba en Amazonas, Datem, en Loreto, Echarate en Cusco y en Iparía, Ucayali. Como el gobierno no escucha a nadie que no bloquee carreteras y puentes, la lección ha sido aprendida por los pueblos amazónicos luego de la rebelión última de Moquegua.
Los insurgentes exigen que el gobierno derogue los decretos legislativos, sobre todo los 1015 y 1073, impuestos sin diálogo ni concertación alguna con los propios indígenas como ordena el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, firmado por el Estado peruano. Estos decretos legislativos facilitan el camino para la venta de tierras y entrega de recursos amazónicos a las grandes empresas transnacionales, de acuerdo al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, firmado por le ex presidente Alejandro Toledo. Hace dos años y medio, el candidato García prometió retirar la firma del Perú de ese tratado; una vez elegido presidente, este señor se convirtió en el mejor aliado de Estado Unidos junto con Uribe de Colombia y Bachelet de Chile, como un ejemplo maravilloso de la contradicción permanente entre el decir y el hacer. Preocupado por la inversión capitalista de las multinacionales como único recurso para resolver el problema de la pobreza, el Sr. García exige que los indígenas amazónicos, a quienes insulta llamándoles “perros del hortelano, que no comen ni dejan comer”, usen sus tierras para producir capitalismo o las vendan si no pueden. El derecho de propiedad indígena no es como el derecho de propiedad del resto de ciudadanos de primera categoría. ¿Quiénes pueden cuestionar la propiedad de las multinacionales en Perú? Sólo “los comunistas y enemigos de la patria”, dicen los apristas. ¿Quiénes pueden cuestionar el derecho de propiedad de los pueblos indígenas? El presidente García y su partido aprista, en nombre de la democracia y de la inversión capitalista.
Una información adicional es pertinente en este punto. De acuerdo a las leyes que de peruanas tienen sólo el nombre, quienes poseen la tierra en Perú sólo son dueños de la materia física llamada tierra, tierra pelada para decirlo sin rodeo alguno, no de sus aires –bosques- ni del subsuelo –gas, petróleo, minas- ni de las aguas de sus ríos en cuyas arenas se encuentra el oro. Con su sabiduría milenaria los pueblos indígenas se ríen de esta estupidez peruano occidental porque para ellos y ellas la tierra, el subsuelo y los aires son una sola unidad como una es la vida de los seres humanos, animales y plantas gracias a la madre tierra, a los ríos y mares. Separar a los seres humanos de sus bosques y de sus ríos es un acto de ignorancia punible. Como estamos en Perú y no en un reino de mínima sensatez, el mapa de concesiones de tierras en la Amazonía en beneficio de empresas multinacionales parece un tablero de ajedrez. En Texas, Estados Unidos, los propietarios del suelo debajo del cual se encuentra petróleo se vuelven millonarios petroleros. En Perú se vuelven pobres como ha ocurrido con todos los dueños del suelo donde hay minas, petróleo y gas.
Desde 1974, los pueblos indígenas han empezado a recuperar parte del territorio que organizaron en miles de años y que los españoles y sus herederos les expropiaron. La superficie recuperada está ahora en grave peligro de pasar a otras manos para felicidad del capitalismo y sus defensores. Compartir el bosque con los hermanos monos, tortugas o pájaros, sólo es entendible si se tienen las luces de una espiritualidad indígena en la que la llamada superioridad del hombre y la razón sobre la naturaleza son, felizmente, inexistentes e inimaginables.
Los pueblos indígenas pidieron y exigieron un diálogo, con fuerza y firmeza, pero sin violencia. El gobierno envió al ministro Antonio Brack para enterarse de lo que quieren
y resolver algunos temas seguramente menores. Cuando el Sr. García y los funcionarios del capital pensaron y redactaron los decretos legislativos no invitaron a diálogo alguno y los pueblos interesados no tuvieron ni siquiera la posibilidad de enterarse de lo que les esperaba. Los dirigentes indígenas suspendieron el diálogo pidiendo que vaya una comisión con capacidad de decisión y no ser “mecidos”; es decir, engañados. El gobierno responde suspendiendo las garantías constitucionales; en dos palabras, apelando a la violencia. ¿Diálogo? En esas condiciones no será posible. ¿Hasta cuándo? Los indígenas ya no podrán n reunirse ni hacer manifestaciones. La policía y, tal vez, el ejército después, podrán disparar y si matan no podrán ser enjuiciados por que tienen libertad para matar gracias a otra disposición del propio Alan García. Algunos meses atrás, él les dijo a sus soldados y policías “tiren y piensen después”. De ese modo, no hay que ser adivinos para suponer que podríamos ver más violencia y muertes debidamente anunciadas.
Sería un grave error suponer que el conflicto amazónico concierne exclusivamente a los pueblos indígenas de la región y que por su pequeñez demográfica se trataría de algo menor o de poca importancia. Una de las muchas consecuencias posibles del surgimiento de un nuevo actor político en Perú es el desafío para los partidos políticos, intelectuales y profesionales del país para cambiar sus viejos hábitos coloniales. ¿Cuántos antropólogos y antropólogas nos interesamos y acompañamos a los pueblos indígenas en sus luchas? Sólo pocos, muy pocas. ¿Cuántos politicólogos y politicólogas o pomposamente llamados cientistas políticos incluyen a los pueblos indígenas en sus análisis sobre Perú? Casi ninguno o ninguna. ¿Hasta cuándo la clase política y la inmensa mayoría de periodistas y los llamados comunicólogos seguirán creyendo que Lima es el Perú y que la democracia se reduce a elegir representantes cada tres o cinco años en las alcaldías, congreso y presidencia de la República? La acción de las organizaciones indígenas no es una sorpresa de hoy. Como todos los procesos sociales, viene de lejos, la Asociación indígena para el Desarrollo de la Amazonía Peruana, AIDESEP se formó hace 28 años. Frente a la casi desaparición de la izquierda corresponde a las organizaciones indígenas andinas t amazónicas el mérito de defender causas nacionales y mundiales como la defensa de los Recursos, del petróleo, el gas, el agua, y el territorio como bienes nacionales, colectivos y públicos; de defender las culturas, lenguas, identidades, biodiversidad, saberes y una nueva espiritualidad libre de los graves complejos y traumas de las religiones cristianas y católicas; y, finalmente, de defender formas de autogobierno y libre determinación para enriquecer la pobre noción de democracia en uso en el país.
Por lo expuesto, la solidaridad y apoyo a los pueblos indígenas se impone como un deber no sólo con ellos sino con el país entero.
_____________________
* Rodrigo Montoya Rojas es antropólogo y profesor emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima. Perú.
Rodrigo Montoya Rojas *
Lima 18 de agosto 2008
Mientras escribo este artículo, los pueblos indígenas de la Amazonía se rebelan contra el Estado peruano y aparecen como un actor político por primera vez en su historia. Se cansaron de pedir y ahora exigen con firmeza. Para ser oídos convocaron al gobierno a una “mesa de diálogo” en San Lorenzo, muy lejos de Lima, a orillas del río Marañón, un poco antes de que este cambie de nombre para llamarse Amazonas. Los pueblos indígenas Awajun, Wampis, Matsiguenka y Shipibo cercaron a la petrolera argentina Perú Petro, una hidroeléctrica y, además, bloquearon algunas carreteras en las provincias de Bagua y Utcubamba en Amazonas, Datem, en Loreto, Echarate en Cusco y en Iparía, Ucayali. Como el gobierno no escucha a nadie que no bloquee carreteras y puentes, la lección ha sido aprendida por los pueblos amazónicos luego de la rebelión última de Moquegua.
Los insurgentes exigen que el gobierno derogue los decretos legislativos, sobre todo los 1015 y 1073, impuestos sin diálogo ni concertación alguna con los propios indígenas como ordena el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, firmado por el Estado peruano. Estos decretos legislativos facilitan el camino para la venta de tierras y entrega de recursos amazónicos a las grandes empresas transnacionales, de acuerdo al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, firmado por le ex presidente Alejandro Toledo. Hace dos años y medio, el candidato García prometió retirar la firma del Perú de ese tratado; una vez elegido presidente, este señor se convirtió en el mejor aliado de Estado Unidos junto con Uribe de Colombia y Bachelet de Chile, como un ejemplo maravilloso de la contradicción permanente entre el decir y el hacer. Preocupado por la inversión capitalista de las multinacionales como único recurso para resolver el problema de la pobreza, el Sr. García exige que los indígenas amazónicos, a quienes insulta llamándoles “perros del hortelano, que no comen ni dejan comer”, usen sus tierras para producir capitalismo o las vendan si no pueden. El derecho de propiedad indígena no es como el derecho de propiedad del resto de ciudadanos de primera categoría. ¿Quiénes pueden cuestionar la propiedad de las multinacionales en Perú? Sólo “los comunistas y enemigos de la patria”, dicen los apristas. ¿Quiénes pueden cuestionar el derecho de propiedad de los pueblos indígenas? El presidente García y su partido aprista, en nombre de la democracia y de la inversión capitalista.
Una información adicional es pertinente en este punto. De acuerdo a las leyes que de peruanas tienen sólo el nombre, quienes poseen la tierra en Perú sólo son dueños de la materia física llamada tierra, tierra pelada para decirlo sin rodeo alguno, no de sus aires –bosques- ni del subsuelo –gas, petróleo, minas- ni de las aguas de sus ríos en cuyas arenas se encuentra el oro. Con su sabiduría milenaria los pueblos indígenas se ríen de esta estupidez peruano occidental porque para ellos y ellas la tierra, el subsuelo y los aires son una sola unidad como una es la vida de los seres humanos, animales y plantas gracias a la madre tierra, a los ríos y mares. Separar a los seres humanos de sus bosques y de sus ríos es un acto de ignorancia punible. Como estamos en Perú y no en un reino de mínima sensatez, el mapa de concesiones de tierras en la Amazonía en beneficio de empresas multinacionales parece un tablero de ajedrez. En Texas, Estados Unidos, los propietarios del suelo debajo del cual se encuentra petróleo se vuelven millonarios petroleros. En Perú se vuelven pobres como ha ocurrido con todos los dueños del suelo donde hay minas, petróleo y gas.
Desde 1974, los pueblos indígenas han empezado a recuperar parte del territorio que organizaron en miles de años y que los españoles y sus herederos les expropiaron. La superficie recuperada está ahora en grave peligro de pasar a otras manos para felicidad del capitalismo y sus defensores. Compartir el bosque con los hermanos monos, tortugas o pájaros, sólo es entendible si se tienen las luces de una espiritualidad indígena en la que la llamada superioridad del hombre y la razón sobre la naturaleza son, felizmente, inexistentes e inimaginables.
Los pueblos indígenas pidieron y exigieron un diálogo, con fuerza y firmeza, pero sin violencia. El gobierno envió al ministro Antonio Brack para enterarse de lo que quieren
y resolver algunos temas seguramente menores. Cuando el Sr. García y los funcionarios del capital pensaron y redactaron los decretos legislativos no invitaron a diálogo alguno y los pueblos interesados no tuvieron ni siquiera la posibilidad de enterarse de lo que les esperaba. Los dirigentes indígenas suspendieron el diálogo pidiendo que vaya una comisión con capacidad de decisión y no ser “mecidos”; es decir, engañados. El gobierno responde suspendiendo las garantías constitucionales; en dos palabras, apelando a la violencia. ¿Diálogo? En esas condiciones no será posible. ¿Hasta cuándo? Los indígenas ya no podrán n reunirse ni hacer manifestaciones. La policía y, tal vez, el ejército después, podrán disparar y si matan no podrán ser enjuiciados por que tienen libertad para matar gracias a otra disposición del propio Alan García. Algunos meses atrás, él les dijo a sus soldados y policías “tiren y piensen después”. De ese modo, no hay que ser adivinos para suponer que podríamos ver más violencia y muertes debidamente anunciadas.
Sería un grave error suponer que el conflicto amazónico concierne exclusivamente a los pueblos indígenas de la región y que por su pequeñez demográfica se trataría de algo menor o de poca importancia. Una de las muchas consecuencias posibles del surgimiento de un nuevo actor político en Perú es el desafío para los partidos políticos, intelectuales y profesionales del país para cambiar sus viejos hábitos coloniales. ¿Cuántos antropólogos y antropólogas nos interesamos y acompañamos a los pueblos indígenas en sus luchas? Sólo pocos, muy pocas. ¿Cuántos politicólogos y politicólogas o pomposamente llamados cientistas políticos incluyen a los pueblos indígenas en sus análisis sobre Perú? Casi ninguno o ninguna. ¿Hasta cuándo la clase política y la inmensa mayoría de periodistas y los llamados comunicólogos seguirán creyendo que Lima es el Perú y que la democracia se reduce a elegir representantes cada tres o cinco años en las alcaldías, congreso y presidencia de la República? La acción de las organizaciones indígenas no es una sorpresa de hoy. Como todos los procesos sociales, viene de lejos, la Asociación indígena para el Desarrollo de la Amazonía Peruana, AIDESEP se formó hace 28 años. Frente a la casi desaparición de la izquierda corresponde a las organizaciones indígenas andinas t amazónicas el mérito de defender causas nacionales y mundiales como la defensa de los Recursos, del petróleo, el gas, el agua, y el territorio como bienes nacionales, colectivos y públicos; de defender las culturas, lenguas, identidades, biodiversidad, saberes y una nueva espiritualidad libre de los graves complejos y traumas de las religiones cristianas y católicas; y, finalmente, de defender formas de autogobierno y libre determinación para enriquecer la pobre noción de democracia en uso en el país.
Por lo expuesto, la solidaridad y apoyo a los pueblos indígenas se impone como un deber no sólo con ellos sino con el país entero.
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* Rodrigo Montoya Rojas es antropólogo y profesor emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima. Perú.
miércoles, 13 de agosto de 2008
Contribución a lo planteado por el colectivo Sur
Compas:
Retomando la propuesta de los compañeros del Colectivo Sur de debatir las posibilidades para la construcción de la unidad de una izquierda autónoma en el Perú, con la urgencia que amerita tal tarea, me atrevo a plantear algunas ideas para contribuir a este propósito. Les envío también un documento de Antonio Negri denominado "Contra el Pensamiento débil de la organización" y el documento enviado "Criterios para la unidad de la izquierda autónoma" que es el documento propuestto para la discusión.
Ahi van mis comentarios que no agotan mis puntos de vista pero creo necesario empezar a plantear:
SOBRE LA NECESIDAD DE UN REFERENTE NACIONAL DE IZQUIERDA AUTÓNOMA
Los compañeros de SUR proponen las siguientes características para definir a la izquierda autónoma: a) no partidarizados, b)acción política más allá del espectro político planteado por el liberalismo c) renovación de los discursos y prácticas emancipatorias que desde las bases no reproduzcan y combatan en su seno y en la sociedad las relaciones de dominación. d) cuestionamiento a las formas de organización jerarquizadas, vanguardistas agrego yo y burocratizadas proponiendo la horizontalidad como herramienta, y la autonomía se define fundamentalmente en la situación de la autonomía de las organizaciones, con diversos y creativos estilos e) No se moviliza bajo doctrinas rígidas y estáticas sino que actúa en función de principios y valores claros, además de afirmarse en la diversidad
yo agregaría lo siguiente a estas primeros elementos para su definición:
- La crítica a la representación política, como crítica justamente a los límites que impone la política liberal, el sistema político que expropia el ejercicio del poder mismo a la gente y que pone justamente el énfasis de la acción política en la praxis del propio pueblo. Es lo que algunos han llamdo la "expresión" que se puede dar de diversas formas, es lo que algunos compañeros reconocen en los movimientos sociales como "prácticas prefigurativas" es decir la construcción en todas las ésferas de la vida de nuevas relaciones sociales en las dimensiones: autoridad/trabajo/cultura/sexo, tanto en lo macro como en lo micro, es decir no sólo en la "base" sino en todos los ámbitos y a diversas escalas, le podríamos llamar global y radical (entendido esto último por partor de este cuestionamiento desde el lugar mismo en que se constituyen los lazos sociales).
Esta discusión dentro de la izquierda autónoma está como de vuelta de una apuesta desde lo micro, pero que ahora apunta a lo macro y reconoce todos los ámbitos, incluidos los de la representación política, o el Estado (pero después de la crítica planteada) como espacios de disputa, mas no los espacios privilegiados como se consideraba antes, haciendo justamente que la acción política se reduzca solamente a la lógica electoral liberal burguesa.
Debemos agregar en este punto la separación radical que se plantea entre lo “social” y lo “político” que es algo a discutir, no sólo por la crisis de los partidos que se inscribe en la crisis de la representación, sino por el protagonismo de diversas formas de organización entre ellas la de los movimientos sociales. Aquí es necesario desarrollar un mayor debate.
- Crítica a la idea del poder como cosa: Esta concepción llevó a identificar el poder en el Estado o en los espacios institucionales, entendiendo la transformación del poder como la "toma" del mismo, como una cosa. Marx hablaba del caracter relacional de la realidad, cosa que se olvidó. Lenin, Gramsci hablaban de relaciones de fuerzas y construcción de hegemonía, entendiendo el poder como capacidad, fuerza, potencia, y relación. En este sentido la idea de construir otra forma de poder, de manera radical implica cambiar las relaciones sociales combatiendo el poder como dominación en los diversos ámbitos, en las diversas esferas y a diversas escalas, y construyendo a todo nivel formas de democracia sustantiva. Esto me lleva plantear: más que “voluntad de poder”, necesitamos “voluntad de poderío”; más que tomar el poder, es construir poder.
- Crítica al estadocentrismo: Una de las características de los viejos programas fue justamente la “toma del poder”, del Estado; por otra parte el programa implicaba la estatización y nacionalización, es decir el control del Estado en todos los ámbitos. Hoy vivimos lo contrario la privatización de todo, sometiéndolo a la lógica del mercado. ¿Se trata de volver hoy al estatalismo? Justamente, uno de los aportes de la izquierda autónoma es la crítica a esta lógica que reproduce la dominación, y recordando que el Estado la reifica y sigue siendo expresión de la expropiación del poder a la gente, y retomar la idea de la socialización, sobre la base de la recuperación por parte de la sociedad de la producción de la economía, de la cultura, del ejercicio de la autoridad, de la producción de lo normativo, esta es la idea de la autonomía.
A esto podemos sumar las transformaciones de los espacios institucionales producto de la contraofensiva del capital contra los proyectos populares, y que ha transformado el papel de los Estados nacionales, tomando gran énfasis las dimensiones locales, regionales y globales. Perder de vista esta realidad para la construcción de alternativas emancipatorias es no estar parado en la realidad. Los Estados en este sentido son más que nunca maquinarias disciplinadoras que se hallan constreñidas por un orden global imperial e imperialista, que se desenvuelve bajo la lógica de la “razón de estado”, que no necesariamente es la “razón revolucionaria”, y que muchas veces son un punto de impotencia llegando a esta idea de que una cosa es fuera del Estado y otra dentro. Aquí, en este sentido, la crítica debe continuarse y radicalizarse.
Pero, por otra parte, el reconocimiento de que la dimensión nacional es fundamental para las estrategias emancipatorias y es también una necesidad. En nuestros países estamos viviendo procesos de transformación a esta escala que no se pueden desconocer, pero que a todas luces asumen dimensiones que van más allá del clásico internacionalismo, y asumen dinámicas que trascienden los espacios nacionales en sus estrategias y en la territorialización de sus propuestas.
Boaventura de Sousa plantea que el Estado es una red más en disputa, en su idea del Estado como movimiento social, yendo más allá de la concepción que lo cosifica; además, nos parece fundamental la idea de que la izquierda autónoma establece una estrategia contra el estado, en el estado y más allá del estado.
-La construcción del poder popular es lo estratégico: La crisis de la izquierda se debió al énfasis que se pudo en la idea de igualdad, subestimando el ejercicio del poder por parte del pueblo mismo, construyendo experiencias a todas luces autoritarias y aún más totalitarias justificadas en la sobrevivencia de la revolución o poniendo por delante la redistribución de la riqueza.
Además de ello, se planteaba –en consecuencia con la concepción del poder como cosa- que lo estratégico era la toma del poder, privilegiando para ello la estrategia armada o electoral considerada una revolucionaria (¿?) o reformista (¿?). Esto fue muy importante en una izquierda ideologizada y sectaria como la peruana. Ambas en realidad eran métodos, caminos, que no implicaban necesariamente lo estratégico.
En suma: lo estratégico es la construcción del poder popular, del ejercicio concreto del autogobierno, la autogestión, la autonomía que se expresa en diversos ámbitos y se extiende en dimensión conquistando espacios territoriales cada vez más amplios. Los medios, son finalmente herramientas orientadas a este fin, que lo deben prefigurar y que responden a contextos y situaciones concretas. En este sentido la lucha en espacios institucionales o sociales, por medios legales, a-legales o ilegales no tienen porque no ser parte de la estrategia revolucionaria en la medida en que contribuyan a la expansión del poder popular.
El poder popular, es la expresión autónoma del poder del pueblo, el poder constituyente que transforma la realidad y produce la historia, expresión de la libertad misma; la organización política debe ser el acompañante de este proceso; lo institucional (que no es sólo el estado) es la forma cristalizada de la correlación de fuerzas, el poder constituido que debe ser permanentemente cuestionado y transformado por el poder constituyente.
Sobre su necesidad en el actual contexto político
Es permanecer en el pasado considerar que la izquierda o puede ser marxista leninista o socialdemócrata. La crítica a estos dos polos de una izquierda que como dice Wallerstein fueron parte de la política liberal son evidenciadas en la crítica de la izquierda autónoma. En el Perú, como lo expresa el documento, existe la necesidad de superar estas concepciones, lo que no significa caer otra vez en el debate ideologizado o de la nueva verdad revelada, excluyendo otras miradas, prácticas o lecturas de la realidad. En el Perú, es necesaria la tarea de construir una mayoría política político-social-cultural popular, un bloque popular para lo que es necesaria la unidad entra las expresiones político-partidarias, los movimientos sociales y otras formas de organización y experiencias. Si bien es cierto para las expresiones político partidarias lo central es la lógica electoral, debemos reconocer que como en el conjunto de países del continente las elecciones del 2011 pueden ser un momento de inflexión política al que la izquierda autónoma no debe ser ajena. Sin embargo, es importante que es justamente la tarea de la izquierda autónoma trabajar en los aspectos estratégicos, garantizarlos lo que implica disputar dentro del bloque político-social- cultural una tendencia que tiene como fundamental la construcción del poder popular y que subordina los otros métodos y dinámicas al mismo.
En conclusión, la izquierda autónoma debe constituir una corriente nacional, que se articula a otras experiencias internacionales, así como articula sobre la base de la autonomía y la horizontalidad a sus diversas expresiones pero que construye orientaciones generales compartidas. Esta corriente debe disputar sus orientaciones dentro del espectro mayor al que hemos aludido generando coordinaciones (tácticas) y articulaciones (programáticas o estratégicas). La coordinadora político social, la asamblea de los pueblos, los foros sociales, y otras formas de coordinación y articulación no pueden ser desdeñadas; sin embargo se plantea la necesidad de tener una fuerza propia, un programa propio, una organización que apunta a la construcción del poder popular.
Necesitamos a todas luces, los que queremos mantener las exigencias revolucionarias y construir un proyecto revolucionario acorde a los retos que nos plantea la nueva escena contemporánea una izquierda autónoma a nivel nacional.
Las tareas fundamentales, sin embargo, son la construcción, con expresiones territoriales de experiencias de poder poder popular con expresiones autónomas y también institucionales; acompañar los procesos de fortalecimiento y crecimiento de los movimientos sociales prefigurativos, y contribuir a la construcción de esta mayoría social y política que pueda disputar también el rumbo del estado. Cuando los compañeros de SUR constatan que a pesar de la beligerancia y carácter confrontacional de los paros, de las protestas populares no logramos cuestionar profundamente el actual orden neoliberal, nos muestran la necesidad de construir una correlación de fuerzas que es material, que no sólo se mueve y se configura en las representaciones políticas o en la gestión institucional.
Para ello, es obvio, necesitamos organización, necesitamos compañeros que puedan llevar adelante estas tareas. De ahí que sea necesario discutir la necesidad de la organización política, su vinculación con el Estado, los movimientos sociales, los partidos como lo plantean los compañeros y la construcción y expresión concreta, territorial del poder popular.
SOBRE LOS CRITERIOS PARA LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA
a) Identidad y memoria:
- Estoy de acuerdo en general en lo propuesto por los compañeros, debemos asumirnos como continuidad pero también como ruptura, recoger como nuestros los aciertos y los errores de la izquierda, es parte de nuestra historia. Y creo que efectivamente necesitamos un debate serio de lo que implicó el conflicto interno, que coincidente con el descalabro de los socialismos burocráticos, fue la base de la imposición armada del neoliberalismo en el Perú, y la derrota del movimiento popular de la que progresivamente nos venimos recuperando.
- Pero a la vez que recogemos la mística de la vieja izquierda que es parte de nuestra historia, debemos reivindicar también los aspectos y experiencias libertarias de esa historia. Desde Mariátegui hasta otras experiencias que pusieron por delante el autogobierno, la democracia directa. De la misma manera asumir el pensamiento crítico emancipatorio elaborado en las últimas décadas por el cual asumimos la idea de la autonomía individual y colectiva, el poder popular como componente fundamental de nuestra identidad.
- Me parece por otra parte reconocer la diversidad de corrientes que alimentan nuestra tradición libertaria en algunos de sus aspectos y con sus respectivas críticas: i. la diversidad cultural, y la reivindicación de los pueblos originarios, la cosmovisión que los sustenta y que tienen mucho para aportar en un proyecto que tiene aspectos de alcance civilizatorio. ii. La teología de la liberación, iii. El latinoamericanismo nacionalista, antimperialista y revolucionario, iii. el marxismo latinoamericano y la filosofía de la liberación latinoamericana, iii. el internacionalismo y la luchas alterglobalizadoras, etc. A estas se pueden sumar las nuevas corrientes críticas como el ecologismo, la diversidad sexual, la contracultura, el movimiento antimilitarista y pacifista, el feminismo, etc.
b) Identidad y principios:
- Distinguir dispersión y fragmentación, de diversidad y multiplicidad. Estas últimas son dinámicas afirmativas que expresan la vida, las anteriores representan la muerte, el capitalismo. Nuestra identidad debe recoger el carácter de lo múltiple y los puntos de unidad deben tomarse del diálogo y traducción intercultural de las luchas y los movimientos.
- En este sentido, mas que una ideología debe articularnos un horizonte que se exprese en un ideario; en la articulación programática; y en las luchas concretas que nos deben permitir avanzar desde articulaciones estratégicas hasta coordinaciones tácticas.
- Por lo demás estoy completamente de acuerdo con lo planteado por los compañeros.
c) La relación con los movimientos sociales:
- Como ya lo hemos mencionado, los movimientos sociales son más que “las bases”, estos tienen su autonomía, lo que no significa que no se imbrique su destino con las organizaciones políticas. Es más, toda articulación debe sumar a las organizaciones sociales en estas condiciones y todo proyecto de mayorías debe pensarse en un bloque horizontal político-social-cultural. La organización política se articula y fortalece sus dinámicas de diversas maneras: a través de la prensa, la capacitación, el acompañamiento en las luchas, la efectivización del poder popular concreto.
d) La relación con el Estado: Resumimos esto en la idea de: “contra el estado, en el estado y más allá del estado”.
e) Dinámicas y articulación: De acuerdo en la necesidad de empezar a construir horizontes compartidos y madurar encuentros, articulaciones, tareas y campañas que nos permitan construir la unidad desde nuestras prácticas concretas. De acuerdo con propiciar encuentros a diversos niveles y el encuentro nacional propuesto por los compañeros. Asumir la tarea de la Asamblea Nacional de los Pueblos. Pero propongo otras cosas más:
- Articular un medio de comunicación, aunque sea virtual que puede ser un blog que nos permita debatir.
- Desarrollar dinámicas de interaprendizaje político con los movimientos y dentro del propio espacio político en construcción, promover la investigación acción, la educación popular, la comunicación alternativa y la organización. Cátedras, escuelas, talleres
- Desarrollar campañas conjuntas de alcance nacional, desde nuestros propios espacios.
- Profundizar y fortalecer nuestros trabajo en la perspectiva de la construcción del poder popular.
- Propiciar espacios de articulación y coordinación política.
Final: espero compas que alimentemos este debate, un saludo a todos y a organizar la indignación, sin organización y lucha no hay posibilidades de emancipación, como decía el tío Gramsci: “Instrúyanse, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”
Retomando la propuesta de los compañeros del Colectivo Sur de debatir las posibilidades para la construcción de la unidad de una izquierda autónoma en el Perú, con la urgencia que amerita tal tarea, me atrevo a plantear algunas ideas para contribuir a este propósito. Les envío también un documento de Antonio Negri denominado "Contra el Pensamiento débil de la organización" y el documento enviado "Criterios para la unidad de la izquierda autónoma" que es el documento propuestto para la discusión.
Ahi van mis comentarios que no agotan mis puntos de vista pero creo necesario empezar a plantear:
SOBRE LA NECESIDAD DE UN REFERENTE NACIONAL DE IZQUIERDA AUTÓNOMA
Los compañeros de SUR proponen las siguientes características para definir a la izquierda autónoma: a) no partidarizados, b)acción política más allá del espectro político planteado por el liberalismo c) renovación de los discursos y prácticas emancipatorias que desde las bases no reproduzcan y combatan en su seno y en la sociedad las relaciones de dominación. d) cuestionamiento a las formas de organización jerarquizadas, vanguardistas agrego yo y burocratizadas proponiendo la horizontalidad como herramienta, y la autonomía se define fundamentalmente en la situación de la autonomía de las organizaciones, con diversos y creativos estilos e) No se moviliza bajo doctrinas rígidas y estáticas sino que actúa en función de principios y valores claros, además de afirmarse en la diversidad
yo agregaría lo siguiente a estas primeros elementos para su definición:
- La crítica a la representación política, como crítica justamente a los límites que impone la política liberal, el sistema político que expropia el ejercicio del poder mismo a la gente y que pone justamente el énfasis de la acción política en la praxis del propio pueblo. Es lo que algunos han llamdo la "expresión" que se puede dar de diversas formas, es lo que algunos compañeros reconocen en los movimientos sociales como "prácticas prefigurativas" es decir la construcción en todas las ésferas de la vida de nuevas relaciones sociales en las dimensiones: autoridad/trabajo/cultura/sexo, tanto en lo macro como en lo micro, es decir no sólo en la "base" sino en todos los ámbitos y a diversas escalas, le podríamos llamar global y radical (entendido esto último por partor de este cuestionamiento desde el lugar mismo en que se constituyen los lazos sociales).
Esta discusión dentro de la izquierda autónoma está como de vuelta de una apuesta desde lo micro, pero que ahora apunta a lo macro y reconoce todos los ámbitos, incluidos los de la representación política, o el Estado (pero después de la crítica planteada) como espacios de disputa, mas no los espacios privilegiados como se consideraba antes, haciendo justamente que la acción política se reduzca solamente a la lógica electoral liberal burguesa.
Debemos agregar en este punto la separación radical que se plantea entre lo “social” y lo “político” que es algo a discutir, no sólo por la crisis de los partidos que se inscribe en la crisis de la representación, sino por el protagonismo de diversas formas de organización entre ellas la de los movimientos sociales. Aquí es necesario desarrollar un mayor debate.
- Crítica a la idea del poder como cosa: Esta concepción llevó a identificar el poder en el Estado o en los espacios institucionales, entendiendo la transformación del poder como la "toma" del mismo, como una cosa. Marx hablaba del caracter relacional de la realidad, cosa que se olvidó. Lenin, Gramsci hablaban de relaciones de fuerzas y construcción de hegemonía, entendiendo el poder como capacidad, fuerza, potencia, y relación. En este sentido la idea de construir otra forma de poder, de manera radical implica cambiar las relaciones sociales combatiendo el poder como dominación en los diversos ámbitos, en las diversas esferas y a diversas escalas, y construyendo a todo nivel formas de democracia sustantiva. Esto me lleva plantear: más que “voluntad de poder”, necesitamos “voluntad de poderío”; más que tomar el poder, es construir poder.
- Crítica al estadocentrismo: Una de las características de los viejos programas fue justamente la “toma del poder”, del Estado; por otra parte el programa implicaba la estatización y nacionalización, es decir el control del Estado en todos los ámbitos. Hoy vivimos lo contrario la privatización de todo, sometiéndolo a la lógica del mercado. ¿Se trata de volver hoy al estatalismo? Justamente, uno de los aportes de la izquierda autónoma es la crítica a esta lógica que reproduce la dominación, y recordando que el Estado la reifica y sigue siendo expresión de la expropiación del poder a la gente, y retomar la idea de la socialización, sobre la base de la recuperación por parte de la sociedad de la producción de la economía, de la cultura, del ejercicio de la autoridad, de la producción de lo normativo, esta es la idea de la autonomía.
A esto podemos sumar las transformaciones de los espacios institucionales producto de la contraofensiva del capital contra los proyectos populares, y que ha transformado el papel de los Estados nacionales, tomando gran énfasis las dimensiones locales, regionales y globales. Perder de vista esta realidad para la construcción de alternativas emancipatorias es no estar parado en la realidad. Los Estados en este sentido son más que nunca maquinarias disciplinadoras que se hallan constreñidas por un orden global imperial e imperialista, que se desenvuelve bajo la lógica de la “razón de estado”, que no necesariamente es la “razón revolucionaria”, y que muchas veces son un punto de impotencia llegando a esta idea de que una cosa es fuera del Estado y otra dentro. Aquí, en este sentido, la crítica debe continuarse y radicalizarse.
Pero, por otra parte, el reconocimiento de que la dimensión nacional es fundamental para las estrategias emancipatorias y es también una necesidad. En nuestros países estamos viviendo procesos de transformación a esta escala que no se pueden desconocer, pero que a todas luces asumen dimensiones que van más allá del clásico internacionalismo, y asumen dinámicas que trascienden los espacios nacionales en sus estrategias y en la territorialización de sus propuestas.
Boaventura de Sousa plantea que el Estado es una red más en disputa, en su idea del Estado como movimiento social, yendo más allá de la concepción que lo cosifica; además, nos parece fundamental la idea de que la izquierda autónoma establece una estrategia contra el estado, en el estado y más allá del estado.
-La construcción del poder popular es lo estratégico: La crisis de la izquierda se debió al énfasis que se pudo en la idea de igualdad, subestimando el ejercicio del poder por parte del pueblo mismo, construyendo experiencias a todas luces autoritarias y aún más totalitarias justificadas en la sobrevivencia de la revolución o poniendo por delante la redistribución de la riqueza.
Además de ello, se planteaba –en consecuencia con la concepción del poder como cosa- que lo estratégico era la toma del poder, privilegiando para ello la estrategia armada o electoral considerada una revolucionaria (¿?) o reformista (¿?). Esto fue muy importante en una izquierda ideologizada y sectaria como la peruana. Ambas en realidad eran métodos, caminos, que no implicaban necesariamente lo estratégico.
En suma: lo estratégico es la construcción del poder popular, del ejercicio concreto del autogobierno, la autogestión, la autonomía que se expresa en diversos ámbitos y se extiende en dimensión conquistando espacios territoriales cada vez más amplios. Los medios, son finalmente herramientas orientadas a este fin, que lo deben prefigurar y que responden a contextos y situaciones concretas. En este sentido la lucha en espacios institucionales o sociales, por medios legales, a-legales o ilegales no tienen porque no ser parte de la estrategia revolucionaria en la medida en que contribuyan a la expansión del poder popular.
El poder popular, es la expresión autónoma del poder del pueblo, el poder constituyente que transforma la realidad y produce la historia, expresión de la libertad misma; la organización política debe ser el acompañante de este proceso; lo institucional (que no es sólo el estado) es la forma cristalizada de la correlación de fuerzas, el poder constituido que debe ser permanentemente cuestionado y transformado por el poder constituyente.
Sobre su necesidad en el actual contexto político
Es permanecer en el pasado considerar que la izquierda o puede ser marxista leninista o socialdemócrata. La crítica a estos dos polos de una izquierda que como dice Wallerstein fueron parte de la política liberal son evidenciadas en la crítica de la izquierda autónoma. En el Perú, como lo expresa el documento, existe la necesidad de superar estas concepciones, lo que no significa caer otra vez en el debate ideologizado o de la nueva verdad revelada, excluyendo otras miradas, prácticas o lecturas de la realidad. En el Perú, es necesaria la tarea de construir una mayoría política político-social-cultural popular, un bloque popular para lo que es necesaria la unidad entra las expresiones político-partidarias, los movimientos sociales y otras formas de organización y experiencias. Si bien es cierto para las expresiones político partidarias lo central es la lógica electoral, debemos reconocer que como en el conjunto de países del continente las elecciones del 2011 pueden ser un momento de inflexión política al que la izquierda autónoma no debe ser ajena. Sin embargo, es importante que es justamente la tarea de la izquierda autónoma trabajar en los aspectos estratégicos, garantizarlos lo que implica disputar dentro del bloque político-social- cultural una tendencia que tiene como fundamental la construcción del poder popular y que subordina los otros métodos y dinámicas al mismo.
En conclusión, la izquierda autónoma debe constituir una corriente nacional, que se articula a otras experiencias internacionales, así como articula sobre la base de la autonomía y la horizontalidad a sus diversas expresiones pero que construye orientaciones generales compartidas. Esta corriente debe disputar sus orientaciones dentro del espectro mayor al que hemos aludido generando coordinaciones (tácticas) y articulaciones (programáticas o estratégicas). La coordinadora político social, la asamblea de los pueblos, los foros sociales, y otras formas de coordinación y articulación no pueden ser desdeñadas; sin embargo se plantea la necesidad de tener una fuerza propia, un programa propio, una organización que apunta a la construcción del poder popular.
Necesitamos a todas luces, los que queremos mantener las exigencias revolucionarias y construir un proyecto revolucionario acorde a los retos que nos plantea la nueva escena contemporánea una izquierda autónoma a nivel nacional.
Las tareas fundamentales, sin embargo, son la construcción, con expresiones territoriales de experiencias de poder poder popular con expresiones autónomas y también institucionales; acompañar los procesos de fortalecimiento y crecimiento de los movimientos sociales prefigurativos, y contribuir a la construcción de esta mayoría social y política que pueda disputar también el rumbo del estado. Cuando los compañeros de SUR constatan que a pesar de la beligerancia y carácter confrontacional de los paros, de las protestas populares no logramos cuestionar profundamente el actual orden neoliberal, nos muestran la necesidad de construir una correlación de fuerzas que es material, que no sólo se mueve y se configura en las representaciones políticas o en la gestión institucional.
Para ello, es obvio, necesitamos organización, necesitamos compañeros que puedan llevar adelante estas tareas. De ahí que sea necesario discutir la necesidad de la organización política, su vinculación con el Estado, los movimientos sociales, los partidos como lo plantean los compañeros y la construcción y expresión concreta, territorial del poder popular.
SOBRE LOS CRITERIOS PARA LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA
a) Identidad y memoria:
- Estoy de acuerdo en general en lo propuesto por los compañeros, debemos asumirnos como continuidad pero también como ruptura, recoger como nuestros los aciertos y los errores de la izquierda, es parte de nuestra historia. Y creo que efectivamente necesitamos un debate serio de lo que implicó el conflicto interno, que coincidente con el descalabro de los socialismos burocráticos, fue la base de la imposición armada del neoliberalismo en el Perú, y la derrota del movimiento popular de la que progresivamente nos venimos recuperando.
- Pero a la vez que recogemos la mística de la vieja izquierda que es parte de nuestra historia, debemos reivindicar también los aspectos y experiencias libertarias de esa historia. Desde Mariátegui hasta otras experiencias que pusieron por delante el autogobierno, la democracia directa. De la misma manera asumir el pensamiento crítico emancipatorio elaborado en las últimas décadas por el cual asumimos la idea de la autonomía individual y colectiva, el poder popular como componente fundamental de nuestra identidad.
- Me parece por otra parte reconocer la diversidad de corrientes que alimentan nuestra tradición libertaria en algunos de sus aspectos y con sus respectivas críticas: i. la diversidad cultural, y la reivindicación de los pueblos originarios, la cosmovisión que los sustenta y que tienen mucho para aportar en un proyecto que tiene aspectos de alcance civilizatorio. ii. La teología de la liberación, iii. El latinoamericanismo nacionalista, antimperialista y revolucionario, iii. el marxismo latinoamericano y la filosofía de la liberación latinoamericana, iii. el internacionalismo y la luchas alterglobalizadoras, etc. A estas se pueden sumar las nuevas corrientes críticas como el ecologismo, la diversidad sexual, la contracultura, el movimiento antimilitarista y pacifista, el feminismo, etc.
b) Identidad y principios:
- Distinguir dispersión y fragmentación, de diversidad y multiplicidad. Estas últimas son dinámicas afirmativas que expresan la vida, las anteriores representan la muerte, el capitalismo. Nuestra identidad debe recoger el carácter de lo múltiple y los puntos de unidad deben tomarse del diálogo y traducción intercultural de las luchas y los movimientos.
- En este sentido, mas que una ideología debe articularnos un horizonte que se exprese en un ideario; en la articulación programática; y en las luchas concretas que nos deben permitir avanzar desde articulaciones estratégicas hasta coordinaciones tácticas.
- Por lo demás estoy completamente de acuerdo con lo planteado por los compañeros.
c) La relación con los movimientos sociales:
- Como ya lo hemos mencionado, los movimientos sociales son más que “las bases”, estos tienen su autonomía, lo que no significa que no se imbrique su destino con las organizaciones políticas. Es más, toda articulación debe sumar a las organizaciones sociales en estas condiciones y todo proyecto de mayorías debe pensarse en un bloque horizontal político-social-cultural. La organización política se articula y fortalece sus dinámicas de diversas maneras: a través de la prensa, la capacitación, el acompañamiento en las luchas, la efectivización del poder popular concreto.
d) La relación con el Estado: Resumimos esto en la idea de: “contra el estado, en el estado y más allá del estado”.
e) Dinámicas y articulación: De acuerdo en la necesidad de empezar a construir horizontes compartidos y madurar encuentros, articulaciones, tareas y campañas que nos permitan construir la unidad desde nuestras prácticas concretas. De acuerdo con propiciar encuentros a diversos niveles y el encuentro nacional propuesto por los compañeros. Asumir la tarea de la Asamblea Nacional de los Pueblos. Pero propongo otras cosas más:
- Articular un medio de comunicación, aunque sea virtual que puede ser un blog que nos permita debatir.
- Desarrollar dinámicas de interaprendizaje político con los movimientos y dentro del propio espacio político en construcción, promover la investigación acción, la educación popular, la comunicación alternativa y la organización. Cátedras, escuelas, talleres
- Desarrollar campañas conjuntas de alcance nacional, desde nuestros propios espacios.
- Profundizar y fortalecer nuestros trabajo en la perspectiva de la construcción del poder popular.
- Propiciar espacios de articulación y coordinación política.
Final: espero compas que alimentemos este debate, un saludo a todos y a organizar la indignación, sin organización y lucha no hay posibilidades de emancipación, como decía el tío Gramsci: “Instrúyanse, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”
Criterios sobre la unidad de la izquierda autónoma/ Colectivo SUR
CRITERIOS SOBRE LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA AUTÓNOMA
Documento preliminar de trabajo y debate
1. Sobre la necesidad de un Referente Nacional de la Izquierda Autónoma
La definición más amplia de lo que es la Izquierda Autónoma corresponde a individuos, colectivos y organizaciones políticas no partidarizadas, las cuales conciben y ejercen la acción política en un espectro mucho más amplio que los parámetros prescritos por el liberalismo. Debido a ello, ésta se caracteriza por impulsar la necesaria renovación de discursos y prácticas emancipatorias que combatan –y no reproduzcan en su mismo seno- las relaciones de dominación en todas sus formas. Asimismo, afirma que una verdadera transformación se realizará desde las bases, poniendo así en cuestión la inoperancia y el carácter contradictorio de las organizaciones altamente jerarquizadas y burocratizadas. El carácter de su activismo, a partir de estas concepciones, le permite desenvolverse en diversos espacios y estilos de acción política (desde los espacios de poder de base hasta las luchas contra el patriarcado y el heterosexismo; creando caminos desde la contra-cultura hasta el ecologismo, las organizaciones barriales y estudiantiles; entre otros). Tiene a la horizontalidad como principal referente de organización y rescata la necesidad de la autonomía de las organizaciones. No se moviliza bajo doctrinas rígidas y estáticas – y por lo tanto sectarias- sino que actúa basada en principios y valores claros, viendo a la diferencia y la diversidad como poderosas armas de lucha.
La necesidad de generar una Izquierda Autónoma nace como respuesta a las enormes dificultades discursivas y generacionales con las que la Izquierda tradicional y partidarizada tropieza en su proceso de renovación. La Izquierda Autónoma detecta en ella prácticas sectarias, vanguardistas y caudillistas; un ejercicio endogámico de la política en los gremios y organizaciones sociales que logró cooptar, y en los que se atrincheró como producto del repliegue y debilitamiento que sufrió por más de una década. La Izquierda Autónoma constata la incapacidad de autocrítica de la Izquierda partidarizada, incapacidad que la lleva a reproducir vicios que han sido arrastrados e institucionalizados hasta la época actual, como sacrificar las organizaciones antes que perder los puestos de poder en éstas (en el caso universitario), imponiéndole grandes limitaciones para su rearticulación y para estar a la altura de las circunstancias actuales.
El actual, es un escenario donde las organizaciones sociales han dejado de asumir una posición meramente defensiva, y donde, por el contrario, se está viviendo su fortalecimiento y multiplicación, en respuesta a la creciente conflictividad generada por la profundización de las políticas neoliberales y la agudización de la represión. Sin embargo, toda la efervescencia social carece aún de una representación política formal, donde el proyecto del “nacionalismo” como interlocutor de los sectores populares resulta insuficiente, precario y ambiguo, siendo su triunfo electoral un correlato de la alta conflictividad social más que producto de un trabajo orgánico y sostenido. Asimismo, continúa existiendo una inmensa brecha entre la situación del campo popular en Lima y la costa norte respecto a la del resto del país. Entre otras cosas, la derecha electoral tiene en Lima, más del 70% de los cargos; los paros nacionales -que en el resto del país son acatados por casi la totalidad de las organizaciones- son acatados parcialmente; y la movilización, la organización y la articulación son poco contundentes e influyentes en el escenario local.
El colapso de la vieja Izquierda trajo su abierta fractura y dispersión, las cuales aún no ha logrado superar, repercutiendo en todo el campo popular. A pesar de su renovada influencia social en distintos gremios y organizaciones, no ha logrado establecerse como la interlocutora política y protagónica del campo popular; siendo su fracaso electoral un reflejo claro de su situación actual. Por otro lado, dentro del movimiento social, si bien con alta capacidad de movilización legítima, perduran tensiones y divisiones dentro de éste, alimentadas por la considerable influencia del neosenderismo y el fujimorismo de base (tanto de sus militantes como de sus prácticas), que, dentro de sus lógicas, enfatizan la confrontación directa y a ultranza con el Estado, antes que la acumulación y articulación más amplias y consolidadas. El recurso incuestionable a la violencia antes que la organización.
Dentro de todo este proceso de fortalecimiento del campo popular, el marco de las Elecciones Generales del 2011 será un escenario decisivo y polarizado entre el continuismo neoliberal y la demanda por un cambio de rumbo, en el que tiende a perfilarse una alternativa electoral a partir de la CPS. Dentro de este marco, potencialmente prometedor, la “salida moral” de la abstención resulta una alternativa conservadora y timorata, que no está de por sí a la altura del proceso y de las expectativas del pueblo. Ante ello, se manifiesta la necesidad de construir un espacio político que también atraviese lo electoral, con referentes programáticos en los intereses populares más que en la voluntad de algún caudillo con carisma y arrastre electoral, y de la predisposición natural de las cúpulas partidarias por negociar cupos de poder dentro de la estructura del Estado.
El valor indispensable de la unidad, tanto política como social, está refrendada por nuestra propia experiencia histórica. Sin embargo, una tarea tan urgente y fundamental, no ha de consensuarse simplemente, sino que ha de ser producto de un proceso permanente de construcción, un proceso crítico para que la heterogeneidad del campo popular sea capaz de moverse en una misma dirección. La unidad planteada no se agota en una mera alianza electoral ni en la convergencia en una movilización, sino en construir un bloque político capaz de impulsar las transformaciones políticas que en cada etapa sean necesarias y posibles. La dispersión política y geográfica –es decir de estructuras nacionales o siquiera macrorregionales- de la Izquierda Autónoma nos condena a un papel de espectadores o, en el mejor de los casos, marginal frente al protagonismo avasallador de los partidos y sus dinámicas, en particular del nacionalismo. Debido a ello surge la necesidad de iniciar un diálogo nacional entre activistas independientes y organizaciones que se reconozcan como parte de esta corriente que hemos denominado “Izquierda Autónoma” para construir un Referente Nacional, que nos permita intervenir en mejores condiciones en el proceso de reconstrucción del espacio y de la unidad de la izquierda socialista, con un proyecto propio y de largo plazo que trascienda largamente las coyunturas electorales. Un tercer nivel de articulación ha de ser de todo el campo popular frente al bloque continuista y conservador, el cual, de profundizarse las tendencias actuales, tendrá un correlato necesariamente electoral en el 2011.
2. Sobre los criterios para la unidad de la Izquierda Autónoma
La tarea de ir superando la dispersión de los diversos núcleos de la Izquierda Autónoma, pasa por una primera aproximación reflexiva sobre algunos puntos centrales y eventualmente de tensión, de cuyo procesamiento colectivo deberían generarse sentidos políticos comunes, elementales para avanzar, en el mejor de los casos y en el mediano plazo, hacia la construcción de un Referente Nacional. Entre las cuestiones más urgentes y definitivas, identificamos las siguientes y sentamos posición sobre ellas:
- Identidad y memoria. Es indispensable para la Izquierda Autónoma construir una identidad movilizadora, y en ese proceso, reencontrarse con la tradición política libertaria del socialismo peruano y de las luchas populares. Nuestras miradas sobre las generaciones precedentes y las izquierdas tradicionales deben ser críticas, pero al mismo tiempo modestas; es preciso valorar sus enormes sacrificios y conquistas históricas. Hay que superar el sesgo “parricida” y acaso mesiánico que nos impide reconocernos como continuidad de una lucha que se enriquece y se diversifica en nuevos escenarios, con nuevos actores y con agendas cada vez más amplias, pero que en modo alguno comienza de cero. La narración de la(s) historia(s) desde las subalternidades y los diálogos intergeneracionales son herramientas claves para reinventar nuestra tradición.
En ese proceso, hay que rescatar también individualidades y procesos históricos referenciales. Se trata de emprender un proyecto de memoria socialista y popular con íconos, símbolos, fechas y consignas, que sirvan de insumos para desarrollar una mística renovada, como sustento último del activismo y la militancia socialistas. Hay que emprender un proyecto identitario que junto con su dimensión histórica contenga también una “dimensión utópica”; que a partir –pero no sólo- de la memoria recree el “mito” mariateguista, aquél que reconoce y valida como determinante la dimensión no racional de la voluntad y la acción políticas.
De las coyunturas históricas que es preciso procesar colectiva y críticamente, la experiencia de la guerra interna es una de las más delicadas, pues implica superar los maniqueísmos coloniales y liberales hegemónicos de los cuales a veces hemos sido tributarios. Saldar cuentas con ese suceso trágico y doloroso, supone para la izquierda dialogar también, directamente, con las versiones silenciadas del conflicto. Las causas, consecuencias y complejidades de la guerra no pueden sepultarse en la historia. Hay que identificar las permanencias de las estructuras sociales y subjetivas de aquel periodo, cuyos ecos resuenan hoy en día, condicionando muchas veces nuestro propio activismo político. En suma, nos planteamos la necesidad urgente de hacer un balance integral desde una perspectiva socialista del conflicto armado.
En tanto que los proyectos unitarios de las izquierdas no son una novedad, también es importante detenerse en ellos, fundamentalmente para extraer lecciones. Así, hay que valorar, con sus limitaciones de frente electoral, la experiencia de Izquierda Unida, como proyecto de representación y articulación política de masas y bases populares, que en la medida en que encarnó la esperanza transformadora de nuestro pueblo, fue mucho más que una mera opción “electorera”. Aunque nunca trascendió su condición de ser una suma de partidos, en la que se recrearon vicios históricos como el dogmatismo, el sectarismo y el reformismo socialdemócrata, desde el espacio de Izquierda Unida el socialismo desafió, enfrentó y contuvo por igual al terrorismo de Estado y al terrorismo de la insurgencia, para defender al pueblo y sus organizaciones, aun a costa de la vida de muchos y muchas de sus militantes. Es imperiosamente necesario para la Izquierda Autónoma hacer un balance justo y crítico, que no se reduzca a romanticismos pero tampoco a prejuicios y reproches, sobre el proyecto y el colapso de Izquierda Unida, toda vez que esa experiencia marcó el punto más elevado de la inserción del socialismo en las expectativas populares. A este propósito, hay que considerar tanto los errores de la izquierda tradicional y partidaria, cuanto el contexto extremadamente difícil de aquellos años, marcados por la guerra interna y la implosión del socialismo realmente existente en el mundo. Las generaciones post-IU a menudo se limitaron a negar y renegar de aquella experiencia fallida, de sus concepciones y de sus métodos. Las alternativas contestatarias que le sucedieron, pocas veces remontaron el abstencionismo, el nihilismo y la despolitización, en el contexto de la dictadura y la crisis de los paradigmas emancipatorios.
Un punto de quiebre sin duda, y que marca un precedente significativo en el surgimiento y articulación de una izquierda crítica y renovada, fue la conformación a partir de varios núcleos a nivel nacional del Movimiento Raíz. Entre los aportes fundamentales de esta primera experiencia, rescatamos la recuperación de la dimensión ética del proyecto socialista, descuidada injustificablemente por la izquierda tradicional; la apuesta por la horizontalidad como alternativa orgánica al autoritarismo, al burocratismo y al caudillismo que hasta ahora impregna a los partidos de izquierdas; y la capacidad de renovar, diversificar y enriquecer el discurso y las prácticas del socialismo, a partir de las experiencias de los movimientos sociales y de las perspectivas teóricas del pensamiento crítico contemporáneo. Constatamos también la necesidad de la Izquierda Autónoma de hacer un balance sobre Raíz, sus alcances y las causas de su extinción.
- Identidad y principios. La diversidad de las experiencias de las cuales proceden los núcleos de la Izquierda Autónoma deberían converger en torno a una plataforma compartida de principios que sirva como referente para superar la fragmentación a causa de nuestra “heterogeneidad”. Los principios deben enunciarse y practicarse más allá del dogmatismo, es decir, que deben aplicarse de manera reflexiva y no mecánica, de acuerdo a cada circunstancia. La unidad principista debe servir para vertebrar la identidad y la integridad del espacio propio de la Izquierda Autónoma, más que para provocar la descalificación y negación compulsiva de otros interlocutores políticos.
- La relación con los movimientos sociales. Hay que recrear la tradición de la izquierda socialista de construir, influir, de ser posible conducir, y defender en su integridad y por principio a las organizaciones sociales. No se trata sólo de acompañar o celebrar las luchas sociales, sino de insertarse y disputar políticamente esos espacios y racionalidades, respetando su autonomía respecto sus demandas y sus lógicas. El espacio social que constituyen las organizaciones de bases, es el espacio natural, y en buena cuenta el decisivo, de la acumulación política de las izquierdas y de la construcción del poder popular.
- La relación con el Estado. Es posible constatar que la creciente conflictividad social en el país no ha tenido –considerando la precariedad e indefinición del nacionalismo y los movimientos políticos regionales- un correlato proporcional en la modificación sustantiva de las relaciones de poder. En ese sentido, el Estado capitalista sigue siendo a todas luces un espacio de poder fundamental, importante para medir y modificar la correlación de fuerzas entre los sectores subalternos y las élites privilegiadas del sistema. Además, es potencialmente el único aparato capaz de oponerle resistencia e imponerle cierto tipo de controles a la dictadura del capital transnacional y a otros poderes fácticos, como el fundamentalismo religioso. La Izquierda Autónoma debería estar en condiciones de superar el abstencionismo, e impulsar alternativas políticas populares y progresistas para aprovechar el aparato y los recursos del Estado burgués en función de su proyecto histórico, que desde luego cuestiona y trasciende a la democracia liberal. La historia reciente de América Latina muestra en algunos casos, que desde la conducción de los Estados, es posible responder positivamente a los intereses populares y profundizar la lucha por la transformación socialista.
- Cuestiones orgánicas. En primera instancia, un referente nacional de la Izquierda Autónoma debería sustentarse en el fortalecimiento permanente de los activismos políticos y temáticos a nivel local y regional, como expresión concreta y tangible de su proyecto, influencia, y relevancia políticas. En segundo lugar, cualquier intento de articulación debería superar el nivel básico de la coordinación de actividades puntuales y del reconocimiento mutuo de los diversos actores, para lograr constituir direcciones políticas colectivas con bases territoriales, por lo menos macrorregionales, si es que fueran insalvables las complicaciones operativas y logísticas para constituir una dirección nacional. Para ello es necesario generar niveles mínimos de representación y centralización; las “redes” inorgánicas y desestructuradas son una opción insuficiente y agotada para enfrentar los retos políticos del momento. El mayor desafío consistiría en elaborar un diseño orgánico lo suficientemente flexible como para incorporar y responder a las especificidades de los actores, agendas, espacios de intervención y coyunturas. Como tercer punto, consideramos indispensable definir paralelamente una agenda programática. En cuarto lugar, consideramos fundamental producir medios y documentos de formación teórica, debate, propaganda y agitación.
- Plazos, etapas y dinámicas para la articulación. Cualquier intento sólido de articulación tendría que pensarse en un horizonte de mediano plazo. La discusión sobre los puntos planteados en este documento de trabajo –y otros que sean pertinentes-, y la construcción de sentidos compartidos sobre ellos, puede servir de pauta inicial para ir madurando progresivamente este proceso. En el corto plazo, creemos que es posible propiciar debates y encuentros a nivel macrorregional con los actores políticos que se sientan identificados con esta iniciativa. Consideramos fundamental coordinar entre todos los núcleos en los que se ha venido discutiendo la propuesta de articular esfuerzos (Lima, Cusco y Arequipa), la elaboración y la difusión de una convocatoria formal para iniciar este proceso de articulación. Tentativamente, el Colectivo SUR propone trabajar para los días 1 y 2 de noviembre de 2008 la realización de un pre-encuentro en Lima o Arequipa, de activistas y organizaciones de la izquierda autónoma con voluntad de construir un Referente Nacional, como espacio previo a la Asamblea Nacional de los Pueblos, convocada por la CPS para el 4 de noviembre.
Arequipa, agosto de 2008
Colectivo Socialismo, Utopía y Revolución
(SUR)
Documento preliminar de trabajo y debate
1. Sobre la necesidad de un Referente Nacional de la Izquierda Autónoma
La definición más amplia de lo que es la Izquierda Autónoma corresponde a individuos, colectivos y organizaciones políticas no partidarizadas, las cuales conciben y ejercen la acción política en un espectro mucho más amplio que los parámetros prescritos por el liberalismo. Debido a ello, ésta se caracteriza por impulsar la necesaria renovación de discursos y prácticas emancipatorias que combatan –y no reproduzcan en su mismo seno- las relaciones de dominación en todas sus formas. Asimismo, afirma que una verdadera transformación se realizará desde las bases, poniendo así en cuestión la inoperancia y el carácter contradictorio de las organizaciones altamente jerarquizadas y burocratizadas. El carácter de su activismo, a partir de estas concepciones, le permite desenvolverse en diversos espacios y estilos de acción política (desde los espacios de poder de base hasta las luchas contra el patriarcado y el heterosexismo; creando caminos desde la contra-cultura hasta el ecologismo, las organizaciones barriales y estudiantiles; entre otros). Tiene a la horizontalidad como principal referente de organización y rescata la necesidad de la autonomía de las organizaciones. No se moviliza bajo doctrinas rígidas y estáticas – y por lo tanto sectarias- sino que actúa basada en principios y valores claros, viendo a la diferencia y la diversidad como poderosas armas de lucha.
La necesidad de generar una Izquierda Autónoma nace como respuesta a las enormes dificultades discursivas y generacionales con las que la Izquierda tradicional y partidarizada tropieza en su proceso de renovación. La Izquierda Autónoma detecta en ella prácticas sectarias, vanguardistas y caudillistas; un ejercicio endogámico de la política en los gremios y organizaciones sociales que logró cooptar, y en los que se atrincheró como producto del repliegue y debilitamiento que sufrió por más de una década. La Izquierda Autónoma constata la incapacidad de autocrítica de la Izquierda partidarizada, incapacidad que la lleva a reproducir vicios que han sido arrastrados e institucionalizados hasta la época actual, como sacrificar las organizaciones antes que perder los puestos de poder en éstas (en el caso universitario), imponiéndole grandes limitaciones para su rearticulación y para estar a la altura de las circunstancias actuales.
El actual, es un escenario donde las organizaciones sociales han dejado de asumir una posición meramente defensiva, y donde, por el contrario, se está viviendo su fortalecimiento y multiplicación, en respuesta a la creciente conflictividad generada por la profundización de las políticas neoliberales y la agudización de la represión. Sin embargo, toda la efervescencia social carece aún de una representación política formal, donde el proyecto del “nacionalismo” como interlocutor de los sectores populares resulta insuficiente, precario y ambiguo, siendo su triunfo electoral un correlato de la alta conflictividad social más que producto de un trabajo orgánico y sostenido. Asimismo, continúa existiendo una inmensa brecha entre la situación del campo popular en Lima y la costa norte respecto a la del resto del país. Entre otras cosas, la derecha electoral tiene en Lima, más del 70% de los cargos; los paros nacionales -que en el resto del país son acatados por casi la totalidad de las organizaciones- son acatados parcialmente; y la movilización, la organización y la articulación son poco contundentes e influyentes en el escenario local.
El colapso de la vieja Izquierda trajo su abierta fractura y dispersión, las cuales aún no ha logrado superar, repercutiendo en todo el campo popular. A pesar de su renovada influencia social en distintos gremios y organizaciones, no ha logrado establecerse como la interlocutora política y protagónica del campo popular; siendo su fracaso electoral un reflejo claro de su situación actual. Por otro lado, dentro del movimiento social, si bien con alta capacidad de movilización legítima, perduran tensiones y divisiones dentro de éste, alimentadas por la considerable influencia del neosenderismo y el fujimorismo de base (tanto de sus militantes como de sus prácticas), que, dentro de sus lógicas, enfatizan la confrontación directa y a ultranza con el Estado, antes que la acumulación y articulación más amplias y consolidadas. El recurso incuestionable a la violencia antes que la organización.
Dentro de todo este proceso de fortalecimiento del campo popular, el marco de las Elecciones Generales del 2011 será un escenario decisivo y polarizado entre el continuismo neoliberal y la demanda por un cambio de rumbo, en el que tiende a perfilarse una alternativa electoral a partir de la CPS. Dentro de este marco, potencialmente prometedor, la “salida moral” de la abstención resulta una alternativa conservadora y timorata, que no está de por sí a la altura del proceso y de las expectativas del pueblo. Ante ello, se manifiesta la necesidad de construir un espacio político que también atraviese lo electoral, con referentes programáticos en los intereses populares más que en la voluntad de algún caudillo con carisma y arrastre electoral, y de la predisposición natural de las cúpulas partidarias por negociar cupos de poder dentro de la estructura del Estado.
El valor indispensable de la unidad, tanto política como social, está refrendada por nuestra propia experiencia histórica. Sin embargo, una tarea tan urgente y fundamental, no ha de consensuarse simplemente, sino que ha de ser producto de un proceso permanente de construcción, un proceso crítico para que la heterogeneidad del campo popular sea capaz de moverse en una misma dirección. La unidad planteada no se agota en una mera alianza electoral ni en la convergencia en una movilización, sino en construir un bloque político capaz de impulsar las transformaciones políticas que en cada etapa sean necesarias y posibles. La dispersión política y geográfica –es decir de estructuras nacionales o siquiera macrorregionales- de la Izquierda Autónoma nos condena a un papel de espectadores o, en el mejor de los casos, marginal frente al protagonismo avasallador de los partidos y sus dinámicas, en particular del nacionalismo. Debido a ello surge la necesidad de iniciar un diálogo nacional entre activistas independientes y organizaciones que se reconozcan como parte de esta corriente que hemos denominado “Izquierda Autónoma” para construir un Referente Nacional, que nos permita intervenir en mejores condiciones en el proceso de reconstrucción del espacio y de la unidad de la izquierda socialista, con un proyecto propio y de largo plazo que trascienda largamente las coyunturas electorales. Un tercer nivel de articulación ha de ser de todo el campo popular frente al bloque continuista y conservador, el cual, de profundizarse las tendencias actuales, tendrá un correlato necesariamente electoral en el 2011.
2. Sobre los criterios para la unidad de la Izquierda Autónoma
La tarea de ir superando la dispersión de los diversos núcleos de la Izquierda Autónoma, pasa por una primera aproximación reflexiva sobre algunos puntos centrales y eventualmente de tensión, de cuyo procesamiento colectivo deberían generarse sentidos políticos comunes, elementales para avanzar, en el mejor de los casos y en el mediano plazo, hacia la construcción de un Referente Nacional. Entre las cuestiones más urgentes y definitivas, identificamos las siguientes y sentamos posición sobre ellas:
- Identidad y memoria. Es indispensable para la Izquierda Autónoma construir una identidad movilizadora, y en ese proceso, reencontrarse con la tradición política libertaria del socialismo peruano y de las luchas populares. Nuestras miradas sobre las generaciones precedentes y las izquierdas tradicionales deben ser críticas, pero al mismo tiempo modestas; es preciso valorar sus enormes sacrificios y conquistas históricas. Hay que superar el sesgo “parricida” y acaso mesiánico que nos impide reconocernos como continuidad de una lucha que se enriquece y se diversifica en nuevos escenarios, con nuevos actores y con agendas cada vez más amplias, pero que en modo alguno comienza de cero. La narración de la(s) historia(s) desde las subalternidades y los diálogos intergeneracionales son herramientas claves para reinventar nuestra tradición.
En ese proceso, hay que rescatar también individualidades y procesos históricos referenciales. Se trata de emprender un proyecto de memoria socialista y popular con íconos, símbolos, fechas y consignas, que sirvan de insumos para desarrollar una mística renovada, como sustento último del activismo y la militancia socialistas. Hay que emprender un proyecto identitario que junto con su dimensión histórica contenga también una “dimensión utópica”; que a partir –pero no sólo- de la memoria recree el “mito” mariateguista, aquél que reconoce y valida como determinante la dimensión no racional de la voluntad y la acción políticas.
De las coyunturas históricas que es preciso procesar colectiva y críticamente, la experiencia de la guerra interna es una de las más delicadas, pues implica superar los maniqueísmos coloniales y liberales hegemónicos de los cuales a veces hemos sido tributarios. Saldar cuentas con ese suceso trágico y doloroso, supone para la izquierda dialogar también, directamente, con las versiones silenciadas del conflicto. Las causas, consecuencias y complejidades de la guerra no pueden sepultarse en la historia. Hay que identificar las permanencias de las estructuras sociales y subjetivas de aquel periodo, cuyos ecos resuenan hoy en día, condicionando muchas veces nuestro propio activismo político. En suma, nos planteamos la necesidad urgente de hacer un balance integral desde una perspectiva socialista del conflicto armado.
En tanto que los proyectos unitarios de las izquierdas no son una novedad, también es importante detenerse en ellos, fundamentalmente para extraer lecciones. Así, hay que valorar, con sus limitaciones de frente electoral, la experiencia de Izquierda Unida, como proyecto de representación y articulación política de masas y bases populares, que en la medida en que encarnó la esperanza transformadora de nuestro pueblo, fue mucho más que una mera opción “electorera”. Aunque nunca trascendió su condición de ser una suma de partidos, en la que se recrearon vicios históricos como el dogmatismo, el sectarismo y el reformismo socialdemócrata, desde el espacio de Izquierda Unida el socialismo desafió, enfrentó y contuvo por igual al terrorismo de Estado y al terrorismo de la insurgencia, para defender al pueblo y sus organizaciones, aun a costa de la vida de muchos y muchas de sus militantes. Es imperiosamente necesario para la Izquierda Autónoma hacer un balance justo y crítico, que no se reduzca a romanticismos pero tampoco a prejuicios y reproches, sobre el proyecto y el colapso de Izquierda Unida, toda vez que esa experiencia marcó el punto más elevado de la inserción del socialismo en las expectativas populares. A este propósito, hay que considerar tanto los errores de la izquierda tradicional y partidaria, cuanto el contexto extremadamente difícil de aquellos años, marcados por la guerra interna y la implosión del socialismo realmente existente en el mundo. Las generaciones post-IU a menudo se limitaron a negar y renegar de aquella experiencia fallida, de sus concepciones y de sus métodos. Las alternativas contestatarias que le sucedieron, pocas veces remontaron el abstencionismo, el nihilismo y la despolitización, en el contexto de la dictadura y la crisis de los paradigmas emancipatorios.
Un punto de quiebre sin duda, y que marca un precedente significativo en el surgimiento y articulación de una izquierda crítica y renovada, fue la conformación a partir de varios núcleos a nivel nacional del Movimiento Raíz. Entre los aportes fundamentales de esta primera experiencia, rescatamos la recuperación de la dimensión ética del proyecto socialista, descuidada injustificablemente por la izquierda tradicional; la apuesta por la horizontalidad como alternativa orgánica al autoritarismo, al burocratismo y al caudillismo que hasta ahora impregna a los partidos de izquierdas; y la capacidad de renovar, diversificar y enriquecer el discurso y las prácticas del socialismo, a partir de las experiencias de los movimientos sociales y de las perspectivas teóricas del pensamiento crítico contemporáneo. Constatamos también la necesidad de la Izquierda Autónoma de hacer un balance sobre Raíz, sus alcances y las causas de su extinción.
- Identidad y principios. La diversidad de las experiencias de las cuales proceden los núcleos de la Izquierda Autónoma deberían converger en torno a una plataforma compartida de principios que sirva como referente para superar la fragmentación a causa de nuestra “heterogeneidad”. Los principios deben enunciarse y practicarse más allá del dogmatismo, es decir, que deben aplicarse de manera reflexiva y no mecánica, de acuerdo a cada circunstancia. La unidad principista debe servir para vertebrar la identidad y la integridad del espacio propio de la Izquierda Autónoma, más que para provocar la descalificación y negación compulsiva de otros interlocutores políticos.
- La relación con los movimientos sociales. Hay que recrear la tradición de la izquierda socialista de construir, influir, de ser posible conducir, y defender en su integridad y por principio a las organizaciones sociales. No se trata sólo de acompañar o celebrar las luchas sociales, sino de insertarse y disputar políticamente esos espacios y racionalidades, respetando su autonomía respecto sus demandas y sus lógicas. El espacio social que constituyen las organizaciones de bases, es el espacio natural, y en buena cuenta el decisivo, de la acumulación política de las izquierdas y de la construcción del poder popular.
- La relación con el Estado. Es posible constatar que la creciente conflictividad social en el país no ha tenido –considerando la precariedad e indefinición del nacionalismo y los movimientos políticos regionales- un correlato proporcional en la modificación sustantiva de las relaciones de poder. En ese sentido, el Estado capitalista sigue siendo a todas luces un espacio de poder fundamental, importante para medir y modificar la correlación de fuerzas entre los sectores subalternos y las élites privilegiadas del sistema. Además, es potencialmente el único aparato capaz de oponerle resistencia e imponerle cierto tipo de controles a la dictadura del capital transnacional y a otros poderes fácticos, como el fundamentalismo religioso. La Izquierda Autónoma debería estar en condiciones de superar el abstencionismo, e impulsar alternativas políticas populares y progresistas para aprovechar el aparato y los recursos del Estado burgués en función de su proyecto histórico, que desde luego cuestiona y trasciende a la democracia liberal. La historia reciente de América Latina muestra en algunos casos, que desde la conducción de los Estados, es posible responder positivamente a los intereses populares y profundizar la lucha por la transformación socialista.
- Cuestiones orgánicas. En primera instancia, un referente nacional de la Izquierda Autónoma debería sustentarse en el fortalecimiento permanente de los activismos políticos y temáticos a nivel local y regional, como expresión concreta y tangible de su proyecto, influencia, y relevancia políticas. En segundo lugar, cualquier intento de articulación debería superar el nivel básico de la coordinación de actividades puntuales y del reconocimiento mutuo de los diversos actores, para lograr constituir direcciones políticas colectivas con bases territoriales, por lo menos macrorregionales, si es que fueran insalvables las complicaciones operativas y logísticas para constituir una dirección nacional. Para ello es necesario generar niveles mínimos de representación y centralización; las “redes” inorgánicas y desestructuradas son una opción insuficiente y agotada para enfrentar los retos políticos del momento. El mayor desafío consistiría en elaborar un diseño orgánico lo suficientemente flexible como para incorporar y responder a las especificidades de los actores, agendas, espacios de intervención y coyunturas. Como tercer punto, consideramos indispensable definir paralelamente una agenda programática. En cuarto lugar, consideramos fundamental producir medios y documentos de formación teórica, debate, propaganda y agitación.
- Plazos, etapas y dinámicas para la articulación. Cualquier intento sólido de articulación tendría que pensarse en un horizonte de mediano plazo. La discusión sobre los puntos planteados en este documento de trabajo –y otros que sean pertinentes-, y la construcción de sentidos compartidos sobre ellos, puede servir de pauta inicial para ir madurando progresivamente este proceso. En el corto plazo, creemos que es posible propiciar debates y encuentros a nivel macrorregional con los actores políticos que se sientan identificados con esta iniciativa. Consideramos fundamental coordinar entre todos los núcleos en los que se ha venido discutiendo la propuesta de articular esfuerzos (Lima, Cusco y Arequipa), la elaboración y la difusión de una convocatoria formal para iniciar este proceso de articulación. Tentativamente, el Colectivo SUR propone trabajar para los días 1 y 2 de noviembre de 2008 la realización de un pre-encuentro en Lima o Arequipa, de activistas y organizaciones de la izquierda autónoma con voluntad de construir un Referente Nacional, como espacio previo a la Asamblea Nacional de los Pueblos, convocada por la CPS para el 4 de noviembre.
Arequipa, agosto de 2008
Colectivo Socialismo, Utopía y Revolución
(SUR)
Contra el pensamiento débil de la organziación/ Antonio Negri
Contra el pensamiento débil de la organización
· Toni Negri
o Multitud
o Contra el pensamiento débil de la organización
Hay un bellísimo libro que, en el ámbito de los estudios feministas, ha sido publicado en los últimos años: Metamorfosis, de Rosi Braidotti. ¿Por qué es importante este libro? Porque, resistematizando el pensamiento de la diferencia en términos de nomadismo y de hibridaciones-transformaciones-metamorfosis, disolviendo la individualidad en las articulaciones de la singularidad, recorriendo toda la génesis del pensamiento postmoderno y de la descripción postestructuralista del mundo -habiendo reafirmado, pues, estas nuevas modalidades de nuestra visión del mundo, no cede a ninguna versión débil del pensamiento, a ninguna concepción blanda de la acción, a ninguna representación indiferente de los contextos humanos de pertenencia y/o de producción, sino que insiste en la diferencia como determinación productiva, mayéutica, fuerte. La subversión que el pensamiento de la diferencia ha desarrollado, a partir de la crisis cultural de 1968, atravesando los movimientos críticos de la última parte del siglo XX, refundando el feminismo, es presentada aquí con una figura fuerte, irreductible a las elegancias de la postmodernidad.
En el pensamiento postmoderno, a partir de la afirmación de la diferencia del nuevo proletariado, de la insurgencia de las multitudes productivas, hubo el peligro de correr el mismo riesgo que tocó en suerte al feminismo. ¿Quién no recuerda cuando el descubrimiento foucaultiano de la microconflictividad permanente era descaradamente utilizado para negar la macroconflictividad de las luchas de clases? ¿Quién ha olvidado la obscena utilización del pensamiento de Deleuze para convertirlo en una simple figura de la superficialidad, del sobrevuelo, de la caída de tensión ontológica? Como si la difusión social del poder negara o restara sustancia a la razón de Estado y a la capacidad de la governance imperial de desencadenar guerras; como si el descubrimiento y la crítica del isomorfismo paralizante en la práctica del poder (en el fondo, ¿las revoluciones no repiten siempre el poder preexistente?) cancelara la posibilidad de imaginar otro mundo; como si las redes superficiales y artificiales de las experiencias vivientes eliminaran el deseo de utilizar la cooperación y la circulación de las pasiones como armas para destruir la explotación.
Hemos vivido un periodo demasiado largo, en el que la blandura del pensamiento nos impedía repetir la palabra subversión. No está menos, pues, citar de nuevo a Kant en la lectura de Nietzsche: «La cuestión relativa a si la humanidad tiene una tendencia al bien viene preparada por la cuestión de si existe un acontecimiento que no se puede explicar de otro modo salvo con esa disposición moral. Tal es la Revolución». Kant: «Un fenómeno como ese no se olvida jamás en la historia humana, pues ha puesto de manifiesto una disposición y una facultad hacia el bien en la naturaleza humana, como ningún político la hubiera podido sonsacar del curso que llevaron hasta hoy las cosas». Así, pues, también la nueva organización proletaria, la del movimiento global, la del precariado, la de las nuevas fuerzas sociales que se han presentado en el terreno de las luchas salariales y civiles, necesitan recuperar palabras como subversión y revolución y escandirlas dentro de momentos de organización fuerte.
El gran desbarajuste y la superación de la dialéctica marxista no residen en el descubrimiento de su dimensión metafísica: la violencia metafísica estaba allí como lo estaba en todo el pensamiento de la modernidad. Ir «más allá de Marx», discernir en las articulaciones de la postmodernidad, entre postestructuralismo y nuevo feminismo, los orígenes de una nueva acción política, significa reunir la novedad de las situaciones de red y de cooperación, de movilidad y de precariado, de trabajo productivo intelectual y afectivo: reunir, en definitiva, la extraordinaria fuerza innovadora de todo esto con la decisión y la voluntad de liberación. Discernir la metamorfosis. No se entiende de veras por qué, en la descripción postmoderna del mundo, todos los comportamientos proletarios se habrían modificado, mientras que el Estado y su violencia permanecen los mismos. No se entiende de veras por qué las mujeres pacíficas y buenas cuando el patriarcado y la opresión patriarcal se repiten. No se entiende por qué las multitudes deben permanecer tranquilas y el nuevo mundo posible puede ser interpretado sólo desde el ámbito «político», cuando éste se confirma obstinadamente como autonomía e independencia, y los partidos (sobre todo los que dicen reclamarse de los movimientos) se niegan a convertirse en estructuras de servicio; y por si fuera poco, se presentan provocatoriamente como suministradores de línea y organizadores de movimiento.
Últimamente hemos tenido un magnífico ejemplo de cómo pueden reproducirse estos equívocos. Un buen día, un partido que se había declarado al servicio de los movimientos, decide que a estos movimientos había que darles una línea -el presupuesto consistía, evidentemente, en considerar que los movimiento son formas blandas de la acción política y que, por lo tanto, su dirección sólo puede provenir de fuerzas externas. En este caso se presentó una instancia pacifista al movimiento: como si el movimiento no fuese más pacifista desde sus orígenes de cuanto desde luego lo son (y podrán serlo alguna vez) los dirigentes de partidos ex estalinistas. Pero no es éste el problema, que tampoco consiste en el hecho de que el pacifismo haya sido presentado en la forma vulgar de la no violencia, en la confusión de comportamientos de resistencia o e desobediencia, en la incierta cualificación y conjugación de legalidad e ilegalidad... Ahora bien, ¿por qué han de ser los partidos los que digan esto? Estos últimos, que participan de los procesos de emanación de las leyes, esto es, del mecanismo de ejercicio de la violencia, ¿pretenden que los movimientos sean no violentos? Resulta divertido ver hasta qué punto los cerebros pueden caer en la confusión, cuando del movimiento se da una imagen postmoderna blanda y del partido una imagen moderna dura. En realidad, los movimientos reivindican una imagen postmoderna fuerte. Las prácticas son particularmente ofensivas en un momento en el cual la crisis de la forma-partido ha llegado a su ápice. En efecto, la crisis de la forma-partido se da dentro de la crisis general de los sistemas de representación política: nadie podrá negar que la inherencia del partido a la estructura del Estado capitalista y burgués es máxima. No tenemos más que observar lo que está ocurriendo en este periodo en Italia, en Francia, en Alemania, en España y en Estados Unidos: cuando las elecciones se presentan, el sistema de mediación burgués estatal se desencadena y anula los problemas de las luchas sociales. Lo que afirmamos no es que hoy los partidos sean inútiles, sino que el partido está mudo y ciego si no se abre al exterior -en el caso al menos de que ese partido quiera ligarse a intereses proletarios. El hecho es que en la crisis actual del sistema político y parlamentario, la única posibilidad, no digamos ya de moverse o de ser eficaces, sino de vivir y/o sobrevivir, consiste en abrirse a una función de servicio, en utilizar los instrumentos parlamentarios y de gobierno para nutrir (financiar, abrir espacios públicos, comunicativos, etc.) a los movimientos, poniéndose a su servicio, permitiéndoles la conquista y la utilización de los nexos de la administración. Si un partido no quiere hacer esto y se reproduce burocráticamente conforme a sus dinámicas internas, no es más que basura inútil.
La experiencia de los movimientos contiene en su centro la pobreza y el trabajo, la explotación y la opresión. Se trata de temas que no tienen ninguna blandura. Son temas insurgentes y a menudo constituyentes. Los movimientos nacen del sufrimiento, de la indignación, de la resistencia. Tienen problemas que han de resolver y para resolverlos deben proyectar su autonomía y su fuerza en el interior de la estructura del poder. Pero esta estructura está podrida. En consecuencia, los movimientos son exodantes. No tienen ninguna intención de confundirse con el poder y no aceptan la figura postmoderna de una transparente y blanda equivocidad. Sin embargo, para alcanzar sus fines, que son los de aliviar el sufrimiento, de eliminar la pobreza y de desarrollar cooperación, de luchar contra la guerra y contra toda violencia estatal, los movimientos necesitan (conservando su autonomía, continuando en su éxodo) utilizar algunos instrumentos de la administración estatal y burocrática. Si hay partidos o grupos administrativas o de gobierno que quieren ayudarles en ese cometido, ¡bienvenidos sean! En América Latina hay gobiernos, como los de Lula en Brasil y de Kirchner en Argentina, que están enseñando al mundo (y a nosotros) que el poder sólo se puede ejercer poniéndose en relación con los movimientos: ahora bien, ¿por qué estos salvajes del tercer mundo no pueden enseñar algo a nuestros socialistas y comunistas? ¿Por qué la lógica de gobierno se sigue fijando aquí, míticamente, en sus cabezas, de manera completamente separada de la relación que, no sólo cuando queremos ser eficaces, sino simplemente para existir, deben tener con los movimientos? ¿Piensan que su retórica no violenta puede consolidar un función autosubsistente de representación? ¿Representación de quién, de qué, para qué?
La salida del siglo XX, sin lugar a dudas, ya se ha producido. Es una salida larga y fatigosa y, sobre todo, es la salida de una idea y una práctica de la soberanía autosubsistentes y, en el fondo, totalitarias. En la crisis de las instituciones y de la representación que vivimos, debería estar claro que ya no hay legitimidad que no pase a través de relaciones de movimiento. El partido, o está abierto a los movimientos o no es. Por otra parte, los movimientos no le hacen llegar su mensaje, sino que le dicen a la cara que, si por el momento el partido puede existir como estructura de servicio, mañana deberá desaparecer, y que una nueva representación de movimiento debe sustituirle. Así, pues, en la fase actual, dentro de la ambigüedad que ésta presenta, debemos esclarecer los términos de la convivencia entre movimientos y estructuras de representación. La salida del siglo XX no es el final de la historia, pero sin duda alguna es el final de los partidos. Nunca antes se han visto embestidos por una hostilidad tan grande e irreversible y por una desconfianza tan profunda: no es la falta de política, sino precisamente su contrario, es decir, el renovarse, el expandirse y el consolidarse de un nuevo espíritu político, es el nacimiento de los movimientos, es el expresarse de las multitudes que, politizando la existencia, rechazan los partidos. Ésta es una salida, no blanda, del siglo XX. Ésta es una acción en el interregno que atravesamos entre la vieja democracia del siglo XX y la nueva potencia de autogestión y de gobierno de las multitudes inteligentes.
Los movimientos no son lobbies. El feminismo, y nuestra experiencia, también nos han enseñado esto. No están en los márgenes de la sociedad y de la historia, sino en el centro. Hacen la historia. La salida del siglo XX está marcada sin duda alguna por los tiempos del siglo breve (1917-1968), por la caída de la Unión Soviética y por el fin de la función hegemónica del movimiento obrero: pero esta salida está determinada y hegemonizada en su resultado por el nacimiento y el afirmarse de potencias incontenibles. Estas diferencias organizadas en movimientos ya no piensan en la conquista del Palacio de Invierno, sino en la construcción de otro mundo posible. Exodan del poder. Atraviesan ahora el interregno entre la modernidad y la postmodernidad, mostrándose a veces inseguras sobre los pasos a dar, pero seguras del objetivo a conseguir.
¿Por qué deberíamos enternecernos ante las exigencias que suscitan las variables y equívocas alianzas del Ulivo? ¿O ante las que determinan las oscuras finalidades de un eventual gobierno Prodi? ¿Por qué debería conmovernos la pretensión del ministerio de Interior berlusconiano de ser no violentos? Nosotros no somos violentos. Pero somos desobedientes, proponemos ilegalidad, creemos en otro mundo posible. Estamos al lado de los tranviarios, de los obreros de los aeropuertos, de los investigadores, de toda la intelectualidad que rechaza la violencia de los gobiernos neoliberales. El movimiento, las multitudes, son un Rey -y de nada sirve que los partidos finjan ser otra cosa que pajes.
Publicado en la revista Posse, Roma, «Nuovi animali politici», mayo de 2004 (disponible en www.manifestolibri.it).
· Toni Negri
o Multitud
o Contra el pensamiento débil de la organización
Hay un bellísimo libro que, en el ámbito de los estudios feministas, ha sido publicado en los últimos años: Metamorfosis, de Rosi Braidotti. ¿Por qué es importante este libro? Porque, resistematizando el pensamiento de la diferencia en términos de nomadismo y de hibridaciones-transformaciones-metamorfosis, disolviendo la individualidad en las articulaciones de la singularidad, recorriendo toda la génesis del pensamiento postmoderno y de la descripción postestructuralista del mundo -habiendo reafirmado, pues, estas nuevas modalidades de nuestra visión del mundo, no cede a ninguna versión débil del pensamiento, a ninguna concepción blanda de la acción, a ninguna representación indiferente de los contextos humanos de pertenencia y/o de producción, sino que insiste en la diferencia como determinación productiva, mayéutica, fuerte. La subversión que el pensamiento de la diferencia ha desarrollado, a partir de la crisis cultural de 1968, atravesando los movimientos críticos de la última parte del siglo XX, refundando el feminismo, es presentada aquí con una figura fuerte, irreductible a las elegancias de la postmodernidad.
En el pensamiento postmoderno, a partir de la afirmación de la diferencia del nuevo proletariado, de la insurgencia de las multitudes productivas, hubo el peligro de correr el mismo riesgo que tocó en suerte al feminismo. ¿Quién no recuerda cuando el descubrimiento foucaultiano de la microconflictividad permanente era descaradamente utilizado para negar la macroconflictividad de las luchas de clases? ¿Quién ha olvidado la obscena utilización del pensamiento de Deleuze para convertirlo en una simple figura de la superficialidad, del sobrevuelo, de la caída de tensión ontológica? Como si la difusión social del poder negara o restara sustancia a la razón de Estado y a la capacidad de la governance imperial de desencadenar guerras; como si el descubrimiento y la crítica del isomorfismo paralizante en la práctica del poder (en el fondo, ¿las revoluciones no repiten siempre el poder preexistente?) cancelara la posibilidad de imaginar otro mundo; como si las redes superficiales y artificiales de las experiencias vivientes eliminaran el deseo de utilizar la cooperación y la circulación de las pasiones como armas para destruir la explotación.
Hemos vivido un periodo demasiado largo, en el que la blandura del pensamiento nos impedía repetir la palabra subversión. No está menos, pues, citar de nuevo a Kant en la lectura de Nietzsche: «La cuestión relativa a si la humanidad tiene una tendencia al bien viene preparada por la cuestión de si existe un acontecimiento que no se puede explicar de otro modo salvo con esa disposición moral. Tal es la Revolución». Kant: «Un fenómeno como ese no se olvida jamás en la historia humana, pues ha puesto de manifiesto una disposición y una facultad hacia el bien en la naturaleza humana, como ningún político la hubiera podido sonsacar del curso que llevaron hasta hoy las cosas». Así, pues, también la nueva organización proletaria, la del movimiento global, la del precariado, la de las nuevas fuerzas sociales que se han presentado en el terreno de las luchas salariales y civiles, necesitan recuperar palabras como subversión y revolución y escandirlas dentro de momentos de organización fuerte.
El gran desbarajuste y la superación de la dialéctica marxista no residen en el descubrimiento de su dimensión metafísica: la violencia metafísica estaba allí como lo estaba en todo el pensamiento de la modernidad. Ir «más allá de Marx», discernir en las articulaciones de la postmodernidad, entre postestructuralismo y nuevo feminismo, los orígenes de una nueva acción política, significa reunir la novedad de las situaciones de red y de cooperación, de movilidad y de precariado, de trabajo productivo intelectual y afectivo: reunir, en definitiva, la extraordinaria fuerza innovadora de todo esto con la decisión y la voluntad de liberación. Discernir la metamorfosis. No se entiende de veras por qué, en la descripción postmoderna del mundo, todos los comportamientos proletarios se habrían modificado, mientras que el Estado y su violencia permanecen los mismos. No se entiende de veras por qué las mujeres pacíficas y buenas cuando el patriarcado y la opresión patriarcal se repiten. No se entiende por qué las multitudes deben permanecer tranquilas y el nuevo mundo posible puede ser interpretado sólo desde el ámbito «político», cuando éste se confirma obstinadamente como autonomía e independencia, y los partidos (sobre todo los que dicen reclamarse de los movimientos) se niegan a convertirse en estructuras de servicio; y por si fuera poco, se presentan provocatoriamente como suministradores de línea y organizadores de movimiento.
Últimamente hemos tenido un magnífico ejemplo de cómo pueden reproducirse estos equívocos. Un buen día, un partido que se había declarado al servicio de los movimientos, decide que a estos movimientos había que darles una línea -el presupuesto consistía, evidentemente, en considerar que los movimiento son formas blandas de la acción política y que, por lo tanto, su dirección sólo puede provenir de fuerzas externas. En este caso se presentó una instancia pacifista al movimiento: como si el movimiento no fuese más pacifista desde sus orígenes de cuanto desde luego lo son (y podrán serlo alguna vez) los dirigentes de partidos ex estalinistas. Pero no es éste el problema, que tampoco consiste en el hecho de que el pacifismo haya sido presentado en la forma vulgar de la no violencia, en la confusión de comportamientos de resistencia o e desobediencia, en la incierta cualificación y conjugación de legalidad e ilegalidad... Ahora bien, ¿por qué han de ser los partidos los que digan esto? Estos últimos, que participan de los procesos de emanación de las leyes, esto es, del mecanismo de ejercicio de la violencia, ¿pretenden que los movimientos sean no violentos? Resulta divertido ver hasta qué punto los cerebros pueden caer en la confusión, cuando del movimiento se da una imagen postmoderna blanda y del partido una imagen moderna dura. En realidad, los movimientos reivindican una imagen postmoderna fuerte. Las prácticas son particularmente ofensivas en un momento en el cual la crisis de la forma-partido ha llegado a su ápice. En efecto, la crisis de la forma-partido se da dentro de la crisis general de los sistemas de representación política: nadie podrá negar que la inherencia del partido a la estructura del Estado capitalista y burgués es máxima. No tenemos más que observar lo que está ocurriendo en este periodo en Italia, en Francia, en Alemania, en España y en Estados Unidos: cuando las elecciones se presentan, el sistema de mediación burgués estatal se desencadena y anula los problemas de las luchas sociales. Lo que afirmamos no es que hoy los partidos sean inútiles, sino que el partido está mudo y ciego si no se abre al exterior -en el caso al menos de que ese partido quiera ligarse a intereses proletarios. El hecho es que en la crisis actual del sistema político y parlamentario, la única posibilidad, no digamos ya de moverse o de ser eficaces, sino de vivir y/o sobrevivir, consiste en abrirse a una función de servicio, en utilizar los instrumentos parlamentarios y de gobierno para nutrir (financiar, abrir espacios públicos, comunicativos, etc.) a los movimientos, poniéndose a su servicio, permitiéndoles la conquista y la utilización de los nexos de la administración. Si un partido no quiere hacer esto y se reproduce burocráticamente conforme a sus dinámicas internas, no es más que basura inútil.
La experiencia de los movimientos contiene en su centro la pobreza y el trabajo, la explotación y la opresión. Se trata de temas que no tienen ninguna blandura. Son temas insurgentes y a menudo constituyentes. Los movimientos nacen del sufrimiento, de la indignación, de la resistencia. Tienen problemas que han de resolver y para resolverlos deben proyectar su autonomía y su fuerza en el interior de la estructura del poder. Pero esta estructura está podrida. En consecuencia, los movimientos son exodantes. No tienen ninguna intención de confundirse con el poder y no aceptan la figura postmoderna de una transparente y blanda equivocidad. Sin embargo, para alcanzar sus fines, que son los de aliviar el sufrimiento, de eliminar la pobreza y de desarrollar cooperación, de luchar contra la guerra y contra toda violencia estatal, los movimientos necesitan (conservando su autonomía, continuando en su éxodo) utilizar algunos instrumentos de la administración estatal y burocrática. Si hay partidos o grupos administrativas o de gobierno que quieren ayudarles en ese cometido, ¡bienvenidos sean! En América Latina hay gobiernos, como los de Lula en Brasil y de Kirchner en Argentina, que están enseñando al mundo (y a nosotros) que el poder sólo se puede ejercer poniéndose en relación con los movimientos: ahora bien, ¿por qué estos salvajes del tercer mundo no pueden enseñar algo a nuestros socialistas y comunistas? ¿Por qué la lógica de gobierno se sigue fijando aquí, míticamente, en sus cabezas, de manera completamente separada de la relación que, no sólo cuando queremos ser eficaces, sino simplemente para existir, deben tener con los movimientos? ¿Piensan que su retórica no violenta puede consolidar un función autosubsistente de representación? ¿Representación de quién, de qué, para qué?
La salida del siglo XX, sin lugar a dudas, ya se ha producido. Es una salida larga y fatigosa y, sobre todo, es la salida de una idea y una práctica de la soberanía autosubsistentes y, en el fondo, totalitarias. En la crisis de las instituciones y de la representación que vivimos, debería estar claro que ya no hay legitimidad que no pase a través de relaciones de movimiento. El partido, o está abierto a los movimientos o no es. Por otra parte, los movimientos no le hacen llegar su mensaje, sino que le dicen a la cara que, si por el momento el partido puede existir como estructura de servicio, mañana deberá desaparecer, y que una nueva representación de movimiento debe sustituirle. Así, pues, en la fase actual, dentro de la ambigüedad que ésta presenta, debemos esclarecer los términos de la convivencia entre movimientos y estructuras de representación. La salida del siglo XX no es el final de la historia, pero sin duda alguna es el final de los partidos. Nunca antes se han visto embestidos por una hostilidad tan grande e irreversible y por una desconfianza tan profunda: no es la falta de política, sino precisamente su contrario, es decir, el renovarse, el expandirse y el consolidarse de un nuevo espíritu político, es el nacimiento de los movimientos, es el expresarse de las multitudes que, politizando la existencia, rechazan los partidos. Ésta es una salida, no blanda, del siglo XX. Ésta es una acción en el interregno que atravesamos entre la vieja democracia del siglo XX y la nueva potencia de autogestión y de gobierno de las multitudes inteligentes.
Los movimientos no son lobbies. El feminismo, y nuestra experiencia, también nos han enseñado esto. No están en los márgenes de la sociedad y de la historia, sino en el centro. Hacen la historia. La salida del siglo XX está marcada sin duda alguna por los tiempos del siglo breve (1917-1968), por la caída de la Unión Soviética y por el fin de la función hegemónica del movimiento obrero: pero esta salida está determinada y hegemonizada en su resultado por el nacimiento y el afirmarse de potencias incontenibles. Estas diferencias organizadas en movimientos ya no piensan en la conquista del Palacio de Invierno, sino en la construcción de otro mundo posible. Exodan del poder. Atraviesan ahora el interregno entre la modernidad y la postmodernidad, mostrándose a veces inseguras sobre los pasos a dar, pero seguras del objetivo a conseguir.
¿Por qué deberíamos enternecernos ante las exigencias que suscitan las variables y equívocas alianzas del Ulivo? ¿O ante las que determinan las oscuras finalidades de un eventual gobierno Prodi? ¿Por qué debería conmovernos la pretensión del ministerio de Interior berlusconiano de ser no violentos? Nosotros no somos violentos. Pero somos desobedientes, proponemos ilegalidad, creemos en otro mundo posible. Estamos al lado de los tranviarios, de los obreros de los aeropuertos, de los investigadores, de toda la intelectualidad que rechaza la violencia de los gobiernos neoliberales. El movimiento, las multitudes, son un Rey -y de nada sirve que los partidos finjan ser otra cosa que pajes.
Publicado en la revista Posse, Roma, «Nuovi animali politici», mayo de 2004 (disponible en www.manifestolibri.it).
lunes, 4 de agosto de 2008
LA PAZ Y LA PATRIA: EL DOBLE DISCURSO DEL GOBIERNO APRISTA
La famosa marcha por la paz en Colombia, en la que marchara el presidente García, y la famosa cortina de humo acerca de el supuesto uso impropio de la bandera muestra de cuerpo entero el doble discurso aprista. Con el pacto aprofujimorista sumado a esto, se evidencia el alineamianeto derechista del aprismo. Marcha por la Paz en Colombia, contra los secuestrados, mientras que en el Perú tenemos presos de conciencia así como leyes que terminan aceptando la represión violenta del pueblo. De otra parte, un Ministro de Defensa que está permitiendo el ingreso de tropas nortemaericanas, una humillación para cualquier país, y qué se rasga las vestiduras porque una mujer posa desnuda con la bandera. Para variar Carlín es el mejor analista político que tenemos, y grafica siempre estas realidades.
jueves, 31 de julio de 2008
Los escenarios pos FARC/ Raúl Zibechi
Los escenarios pos FARC
Raúl Zibechi
ALAI AMLATINA, 11/07/2008, Montevideo.- En el primer semestre de 2008 se ha producido un fuerte viraje político que le permite a las derechas, locales y globales, y a las multinacionales, recuperar posiciones y retomar la ofensiva. El viraje no se circunscribe a Colombia, aunque tiene allí su epicentro mayor, sino que se extiende a países como Argentina, Bolivia y Perú, pero en lo esencial afecta a toda la región.
En Colombia, si alguna vez hubo algún equilibrio estratégico entre las FARC y las fuerzas armadas, en los últimos meses se ha quebrado a favor del Estado. La guerrilla perdió toda posibilidad de negociar un acuerdo humanitario en condiciones favorables, no puede mantener ofensivas militares ni políticas, sufre un agudo descrédito entre la población y ya no cuenta con aliados significativos en la región ni en el mundo. Aún así, lo más probable es que las FARC sigan adelante, con menguada capacidad de iniciativa y con la probable fragmentación entre sus mandos y frentes, como lo sugiere el desenlace de la liberación de los 15 secuestrados.
La estrategia delineada por el Comando Sur y el Pentágono, y plasmada en el Plan Colombia II, no contempla ni la derrota definitiva ni la negociación con la guerrilla. Eliminar a las FARC del escenario sería un pésimo negocio para la estrategia imperial de desestabilización y recolonización de la región andina, a la que Fidel Castro definió como
“paz romana”. Ese proyecto no puede llevarse a cabo sin guerra, directa o indirecta, o sea sin la desestabilización permanente como forma de reconfiguración territorial y política de la estratégica región que incluye el arco que va de Venezuela a Bolivia y Paraguay, pasando por Colombia, Ecuador y Perú.
Por un lado, se trata de despejar la región andina para facilitar el negocio multinacional actual (minería a cielo abierto, hidrocarburos, biodiversidad, monocultivos para agrocombustibles) que supone tanto la apropiación de los bienes comunes como el desplazamiento de las poblaciones que aún sobreviven en esos espacios. No estamos ante un
capitalismo, digamos, “normal”, el que fue capaz en su momento de establecer alianzas y pactos que dieron vida al Estado benefactor, sobre la base de la triple alianza entre Estado, empresarios nacionales y sindicatos. Se trata de un modelo financiero-especulativo y de acumulación por desposesión, que sustituye las negociaciones por las guerras y la extracción de plusvalor por la apropiación de la naturaleza. O sea, un capitalismo de guerra para tiempos de decadencia
imperial.
Este sistema asume la forma de capitalismo criminal o mafioso en países como Colombia, porque no sólo es funcional a la guerra y al robo, sino que ellas forman su núcleo central, su principal modo de acumulación. Eso explica la alianza estrecha entre empresas privadas de guerra, que cuentan en ese país con 2 a 3 mil mercenarios apodados ahora “contratistas”, con un Estado paramilitar como el que encabeza Álvaro Uribe, asentado en la alianza con paramilitares y narcotraficantes. En Colombia, a ese orden de cosas le han hecho frente tres fuerzas: la guerrilla, la izquierda del Polo Democrático y los movimientos sociales. La primera cree que puede vencer con las armas o negociar con ese nuevo
poder. El Polo desestima el papel de Washington y de las multinacionales, como diseñadores y usufructuarios del Estado paramilitar mafioso, y sobreestima por lo tanto los márgenes democráticos. Los movimientos, por su parte, tienen grandes dificultades para superar la escala local y sectorial y no están en condiciones, por ahora, de erigirse en actores alternativos.
El Plan Colombia II fue el encargado de diseñar ese Estado militarista y en este momento busca afianzarlo. Ahora que las FARC no representan riesgo mayor para ese proyecto, aparece con claridad el objetivo de largo plazo trazado. Lejos de abrir espacios para la negociación, como desea la izquierda, el mensaje de los últimos meses indica un solo camino: ni la paz ni la rendición les garantiza la vida a los guerrilleros. O combaten y resisten o les espera el exterminio, como sucedió a fines de la década de 1980. Se trata de golpear sus núcleos territoriales para desplazarlos hacia las zonas fronterizas con Venezuela y Ecuador, donde el Plan Colombia II aspira a convertirlos en instrumento de la esestabilización regional.
Por eso Venezuela y Hugo Chávez adoptaron la estrategia de reducir la tensión con el gobierno de Uribe. No se trata de una cuestión ideológica, como pretenden algunos analistas. Ese debate vale para las mesas de café o los despachos académicos, pero tiene escasa utilidad cuando se trata de la supervivencia de proyectos de cambio social. Si se consolida el proyecto imperial, toda la región sufrirá con la polarización, de ahí la urgencia por desmontar los conflictos, tanto en Colombia como en Argentina y Bolivia.
Un eventual triunfo de Barack Obama tampoco modificará las cosas. Puede atemperar los rasgos más autoritarios del uribismo, lo que explica el nerviosismo del gobierno de Bogotá y su solícita alianza con el candidato republicano. Lo cierto es que los planes del Comando Sur no dependen del inquilino de la Casa Blanca, y que estos apuntan a promover una acción integral en la región que la convierta en una zona estable y un baluarte inexpugnable para mantener la hegemonía estadounidense a escala global. En suma, las elites imperiales aspiran usar la fuerza de las armas para revertir su decadencia, que pasa por la recolonización de América Latina. En un período como el actual, sólo la movilización popular y las vías políticas pueden contribuir a debilitar la ofensiva que viene del Norte.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la
Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios grupos
sociales.
Raúl Zibechi
ALAI AMLATINA, 11/07/2008, Montevideo.- En el primer semestre de 2008 se ha producido un fuerte viraje político que le permite a las derechas, locales y globales, y a las multinacionales, recuperar posiciones y retomar la ofensiva. El viraje no se circunscribe a Colombia, aunque tiene allí su epicentro mayor, sino que se extiende a países como Argentina, Bolivia y Perú, pero en lo esencial afecta a toda la región.
En Colombia, si alguna vez hubo algún equilibrio estratégico entre las FARC y las fuerzas armadas, en los últimos meses se ha quebrado a favor del Estado. La guerrilla perdió toda posibilidad de negociar un acuerdo humanitario en condiciones favorables, no puede mantener ofensivas militares ni políticas, sufre un agudo descrédito entre la población y ya no cuenta con aliados significativos en la región ni en el mundo. Aún así, lo más probable es que las FARC sigan adelante, con menguada capacidad de iniciativa y con la probable fragmentación entre sus mandos y frentes, como lo sugiere el desenlace de la liberación de los 15 secuestrados.
La estrategia delineada por el Comando Sur y el Pentágono, y plasmada en el Plan Colombia II, no contempla ni la derrota definitiva ni la negociación con la guerrilla. Eliminar a las FARC del escenario sería un pésimo negocio para la estrategia imperial de desestabilización y recolonización de la región andina, a la que Fidel Castro definió como
“paz romana”. Ese proyecto no puede llevarse a cabo sin guerra, directa o indirecta, o sea sin la desestabilización permanente como forma de reconfiguración territorial y política de la estratégica región que incluye el arco que va de Venezuela a Bolivia y Paraguay, pasando por Colombia, Ecuador y Perú.
Por un lado, se trata de despejar la región andina para facilitar el negocio multinacional actual (minería a cielo abierto, hidrocarburos, biodiversidad, monocultivos para agrocombustibles) que supone tanto la apropiación de los bienes comunes como el desplazamiento de las poblaciones que aún sobreviven en esos espacios. No estamos ante un
capitalismo, digamos, “normal”, el que fue capaz en su momento de establecer alianzas y pactos que dieron vida al Estado benefactor, sobre la base de la triple alianza entre Estado, empresarios nacionales y sindicatos. Se trata de un modelo financiero-especulativo y de acumulación por desposesión, que sustituye las negociaciones por las guerras y la extracción de plusvalor por la apropiación de la naturaleza. O sea, un capitalismo de guerra para tiempos de decadencia
imperial.
Este sistema asume la forma de capitalismo criminal o mafioso en países como Colombia, porque no sólo es funcional a la guerra y al robo, sino que ellas forman su núcleo central, su principal modo de acumulación. Eso explica la alianza estrecha entre empresas privadas de guerra, que cuentan en ese país con 2 a 3 mil mercenarios apodados ahora “contratistas”, con un Estado paramilitar como el que encabeza Álvaro Uribe, asentado en la alianza con paramilitares y narcotraficantes. En Colombia, a ese orden de cosas le han hecho frente tres fuerzas: la guerrilla, la izquierda del Polo Democrático y los movimientos sociales. La primera cree que puede vencer con las armas o negociar con ese nuevo
poder. El Polo desestima el papel de Washington y de las multinacionales, como diseñadores y usufructuarios del Estado paramilitar mafioso, y sobreestima por lo tanto los márgenes democráticos. Los movimientos, por su parte, tienen grandes dificultades para superar la escala local y sectorial y no están en condiciones, por ahora, de erigirse en actores alternativos.
El Plan Colombia II fue el encargado de diseñar ese Estado militarista y en este momento busca afianzarlo. Ahora que las FARC no representan riesgo mayor para ese proyecto, aparece con claridad el objetivo de largo plazo trazado. Lejos de abrir espacios para la negociación, como desea la izquierda, el mensaje de los últimos meses indica un solo camino: ni la paz ni la rendición les garantiza la vida a los guerrilleros. O combaten y resisten o les espera el exterminio, como sucedió a fines de la década de 1980. Se trata de golpear sus núcleos territoriales para desplazarlos hacia las zonas fronterizas con Venezuela y Ecuador, donde el Plan Colombia II aspira a convertirlos en instrumento de la esestabilización regional.
Por eso Venezuela y Hugo Chávez adoptaron la estrategia de reducir la tensión con el gobierno de Uribe. No se trata de una cuestión ideológica, como pretenden algunos analistas. Ese debate vale para las mesas de café o los despachos académicos, pero tiene escasa utilidad cuando se trata de la supervivencia de proyectos de cambio social. Si se consolida el proyecto imperial, toda la región sufrirá con la polarización, de ahí la urgencia por desmontar los conflictos, tanto en Colombia como en Argentina y Bolivia.
Un eventual triunfo de Barack Obama tampoco modificará las cosas. Puede atemperar los rasgos más autoritarios del uribismo, lo que explica el nerviosismo del gobierno de Bogotá y su solícita alianza con el candidato republicano. Lo cierto es que los planes del Comando Sur no dependen del inquilino de la Casa Blanca, y que estos apuntan a promover una acción integral en la región que la convierta en una zona estable y un baluarte inexpugnable para mantener la hegemonía estadounidense a escala global. En suma, las elites imperiales aspiran usar la fuerza de las armas para revertir su decadencia, que pasa por la recolonización de América Latina. En un período como el actual, sólo la movilización popular y las vías políticas pueden contribuir a debilitar la ofensiva que viene del Norte.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la
Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios grupos
sociales.
lunes, 7 de julio de 2008
Las FARC AHORA
Las FARC, ahora
Guillermo Almeyra
La Jornada
El asesinato en 1948 de Jorge Eliécer Gaitán, de la izquierda del Partido Liberal y casi seguro vencedor en las elecciones presidenciales anunciadas, desencadenó el Bogotazo y, en toda Colombia, el periodo conocido como “La Violencia”, que causó decenas de miles de muertes y cientos de miles de refugiados.
Los campesinos liberales tomaron las armas contra los “pájaros” (delincuentes y asesinos organizados por los conservadores) y el ejército y formaron milicias de autodefensa campesina; el Partido Comunista se unió a ellos. Cuando el general Rojas Pinilla, una especie de Perón colombiano, dio un golpe nacionalista en 1953 que desplazó a los partidos tradicionales (Liberal y Conservador), ofreció una amnistía a la cual se acogieron miles de guerrilleros liberales. Un puñado, sin embargo, apoyado por los comunistas, se negó a entregar las armas y resistió en un territorio, la “República de Marquetalia”, bajo la dirección de Pedro Antonio Marín (conocido como Manuel Marulanda o Tirofijo) cuya familia era militante activa del liberalismo. Las guerrillas liberales combatían a los terratenientes conservadores en una Colombia en poder de la oligarquía que desde la Colonia estaba dividida entre los conservadores, apoyados por la Iglesia, y los liberales, respaldados por la intelectualidad y sectores medios urbanos y en la que el aparato estatal carecía de consenso pues mantenía a raya a los sectores populares mediante una represión feroz (como el asesinato de Gaitán) mientras en el campo imperaba la justicia de los patrones-caudillos.
Con la guerra fría y la intervención estadunidense en Colombia, un país estratégico para combatir la revolución cubana, la guerrilla liberal de izquierda de Marulanda evolucionó y se declaró comunista y, a partir de 1964 constituyó las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con la línea “marxista-leninista” inventada por el estalinismo (que, por supuesto, no era la de los cubanos ni la del sector no comunista –MIR y Douglas Bravo– de los guerrilleros venezolanos de esos años). Las FARC siguieron apoyándose en la rebelión rural y reclutaban campesinos en un periodo (el de los años 60-70) en que las guerrillas rurales estaban en el orden del día y tenían también la ambición de desarrollar movimientos revolucionarios urbanos.
Pero a partir de fines de los años 70 la mundialización dirigida por el capital financiero internacional provocó grandes cambios en cada país y en escala regional y mundial. La gran ofensiva contra las conquistas sociales y el nivel de vida de los trabajadores urbanos y contra todas las formas de organziación y solidariedad (partidos, sindicatos) se desarrolló simultáneamente a la restructuración del territorio, subordinando los cultivos a las necesidades del capital, cuyas trasnacionales pasaban a dominar el sector rural, destruyendo las comunidades campesinas e indígenas. La masiva siembra de drogas para el mercado estadunidense fue una de las manifestaciones de esta transformación productiva y social. Otra fue la migración masiva hacia las ciudades y el exterior de los campesinos reprimidos, oprimidos, crecientemente empobrecidos. El aparato estatal pasó también a basarse sobre el ejército, ligado a la droga y a la delincuencia de los paramilitares, asesinos, saqueadores, violadores. A eso se unió la destrucción por la violencia de los gérmenes de vida sindical democrática y de todo intento de crear una izquierda urbana pacífica, y el aumento gigantesco de la corrupción de las instituciones (desde la electoral hasta el Parlamento y la justicia), cuyo resultado es el actual gobierno de Uribe.
El fin de las guerras de guerrillas en Centroamérica, el asesinato del Che y la evolución de la revolución cubana en los años 70-80, el derrumbe de la Unión Soviética y del llamado “socialismo real” burocrático en los países de Europa oriental, aislaron a las FARC, que nunca brillaron por una elaboración teórica propia y que eran una organización guerrillera que actuaba como partido sin serlo, lo cual fomentaba el militarismo, el pragmatismo, el verticalismo entre sus cuadros y mandos.
Pero el problema es aún más grande y lo han planteado incluso Chávez y Correa: Uribe encuentra en la existencia de las FARC la justificación para un régimen basado en el asesinato de sindicalistas y opositores, en los paramilitares, en el ejército ligado a Estados Unidos, y las FARC no tienen apoyo en la sociedad, sobre todo en los centros urbanos, donde la oposición democrática tiene sobre ella la hipoteca de la lucha guerrillera, que puede explicar pero no apoyar política y moralmente.
Hace rato que las armas tenían que ser remplazadas por una acción política de masas, pero las experiencias del pasado –el asesinato masivo de los que se desarmaron y escogieron la lucha legal– y la acción del imperialismo y de Uribe quieren encerrar a las FARC en la disyuntiva de quedar aisladas y hacerse matar en la selva, perdiendo cada vez más militantes por desmoralización, deserción, corrupción por el gobierno o de rendirse sin garantías. La propuesta de Chávez de formar un grupo de países garantes de la seguridad de los miembros de las FARC que opten por la vida política legal y la oferta de Sarkozy de asilo político a quienes prefieran exiliarse por un tiempo podrían servir para dificultar mucho la represión gubernamental que, como lo demuestran los continuos asesinatos de sindicalistas, seguirá ejerciéndose con o sin guerrillas como pretexto, porque forman parte del plan estadunidense para la región. Pero si las FARC iniciasen una discusión nacional e internacional sobre las condiciones políticas, económicas y militares para dejar las armas y las garantías necesarias, quien se encontraría en dificultades sería Uribe.
Guillermo Almeyra
La Jornada
El asesinato en 1948 de Jorge Eliécer Gaitán, de la izquierda del Partido Liberal y casi seguro vencedor en las elecciones presidenciales anunciadas, desencadenó el Bogotazo y, en toda Colombia, el periodo conocido como “La Violencia”, que causó decenas de miles de muertes y cientos de miles de refugiados.
Los campesinos liberales tomaron las armas contra los “pájaros” (delincuentes y asesinos organizados por los conservadores) y el ejército y formaron milicias de autodefensa campesina; el Partido Comunista se unió a ellos. Cuando el general Rojas Pinilla, una especie de Perón colombiano, dio un golpe nacionalista en 1953 que desplazó a los partidos tradicionales (Liberal y Conservador), ofreció una amnistía a la cual se acogieron miles de guerrilleros liberales. Un puñado, sin embargo, apoyado por los comunistas, se negó a entregar las armas y resistió en un territorio, la “República de Marquetalia”, bajo la dirección de Pedro Antonio Marín (conocido como Manuel Marulanda o Tirofijo) cuya familia era militante activa del liberalismo. Las guerrillas liberales combatían a los terratenientes conservadores en una Colombia en poder de la oligarquía que desde la Colonia estaba dividida entre los conservadores, apoyados por la Iglesia, y los liberales, respaldados por la intelectualidad y sectores medios urbanos y en la que el aparato estatal carecía de consenso pues mantenía a raya a los sectores populares mediante una represión feroz (como el asesinato de Gaitán) mientras en el campo imperaba la justicia de los patrones-caudillos.
Con la guerra fría y la intervención estadunidense en Colombia, un país estratégico para combatir la revolución cubana, la guerrilla liberal de izquierda de Marulanda evolucionó y se declaró comunista y, a partir de 1964 constituyó las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con la línea “marxista-leninista” inventada por el estalinismo (que, por supuesto, no era la de los cubanos ni la del sector no comunista –MIR y Douglas Bravo– de los guerrilleros venezolanos de esos años). Las FARC siguieron apoyándose en la rebelión rural y reclutaban campesinos en un periodo (el de los años 60-70) en que las guerrillas rurales estaban en el orden del día y tenían también la ambición de desarrollar movimientos revolucionarios urbanos.
Pero a partir de fines de los años 70 la mundialización dirigida por el capital financiero internacional provocó grandes cambios en cada país y en escala regional y mundial. La gran ofensiva contra las conquistas sociales y el nivel de vida de los trabajadores urbanos y contra todas las formas de organziación y solidariedad (partidos, sindicatos) se desarrolló simultáneamente a la restructuración del territorio, subordinando los cultivos a las necesidades del capital, cuyas trasnacionales pasaban a dominar el sector rural, destruyendo las comunidades campesinas e indígenas. La masiva siembra de drogas para el mercado estadunidense fue una de las manifestaciones de esta transformación productiva y social. Otra fue la migración masiva hacia las ciudades y el exterior de los campesinos reprimidos, oprimidos, crecientemente empobrecidos. El aparato estatal pasó también a basarse sobre el ejército, ligado a la droga y a la delincuencia de los paramilitares, asesinos, saqueadores, violadores. A eso se unió la destrucción por la violencia de los gérmenes de vida sindical democrática y de todo intento de crear una izquierda urbana pacífica, y el aumento gigantesco de la corrupción de las instituciones (desde la electoral hasta el Parlamento y la justicia), cuyo resultado es el actual gobierno de Uribe.
El fin de las guerras de guerrillas en Centroamérica, el asesinato del Che y la evolución de la revolución cubana en los años 70-80, el derrumbe de la Unión Soviética y del llamado “socialismo real” burocrático en los países de Europa oriental, aislaron a las FARC, que nunca brillaron por una elaboración teórica propia y que eran una organización guerrillera que actuaba como partido sin serlo, lo cual fomentaba el militarismo, el pragmatismo, el verticalismo entre sus cuadros y mandos.
Pero el problema es aún más grande y lo han planteado incluso Chávez y Correa: Uribe encuentra en la existencia de las FARC la justificación para un régimen basado en el asesinato de sindicalistas y opositores, en los paramilitares, en el ejército ligado a Estados Unidos, y las FARC no tienen apoyo en la sociedad, sobre todo en los centros urbanos, donde la oposición democrática tiene sobre ella la hipoteca de la lucha guerrillera, que puede explicar pero no apoyar política y moralmente.
Hace rato que las armas tenían que ser remplazadas por una acción política de masas, pero las experiencias del pasado –el asesinato masivo de los que se desarmaron y escogieron la lucha legal– y la acción del imperialismo y de Uribe quieren encerrar a las FARC en la disyuntiva de quedar aisladas y hacerse matar en la selva, perdiendo cada vez más militantes por desmoralización, deserción, corrupción por el gobierno o de rendirse sin garantías. La propuesta de Chávez de formar un grupo de países garantes de la seguridad de los miembros de las FARC que opten por la vida política legal y la oferta de Sarkozy de asilo político a quienes prefieran exiliarse por un tiempo podrían servir para dificultar mucho la represión gubernamental que, como lo demuestran los continuos asesinatos de sindicalistas, seguirá ejerciéndose con o sin guerrillas como pretexto, porque forman parte del plan estadunidense para la región. Pero si las FARC iniciasen una discusión nacional e internacional sobre las condiciones políticas, económicas y militares para dejar las armas y las garantías necesarias, quien se encontraría en dificultades sería Uribe.
jueves, 26 de junio de 2008
Terrorismo a la carta
Terrorismo a la carta
Por:Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
¿Por qué tienen que venir militares de Estados Unidos a construir pozos de agua, unas pocas escuelas y centros médicos cuando hay personal peruano capacitado para ello?, espetaba en mayo la diputada por Ayacucho Juana Huancahuari, del Partido Nacionalista, a la justificación que dio el gobierno de Alan García sobre la indeseable presencia. Y si vienen en misión humanitaria –remató–, ¿por qué traen tres helicópteros de combate Chinook? A finales de febrero seis mujeres y un hombre fueron apresados por la policía peruana cuando regresaban de la reunión de la Coordinadora Continental Bolivariana, celebrada en Ecuador, y acusados –alharaca de prensa mediante– de terroristas que atentarían contra la cumbre América Latina-Unión Europea efectuada en Lima. Tres meses después, al no existir prueba alguna de su militancia subversiva ni del atentado, las mujeres fueron liberadas, pero su compañero Roque Gonzales, conocido periodista y activista bolivariano, aún permanece en la cárcel. La diferencia es que Gonzales militó en el insurgente Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), por lo que cumplió 10 años de prisión durante el criminal fujimorato. Con esa lógica jurídica habría que poner tras las rejas a cientos de ex guerrilleros insertados en política, entre ellos altos funcionarios de varios gobiernos latinoamericanos y, por qué no, condenar retroactivamente, desde George Washington, a todos los luchadores por la independencia. Cierto, el régimen de García es difícil de igualar en la represión de la protesta social y en el afán de convertirse en sucursal del Plan Colombia, pero este cuadro no es exclusivo de Perú y forma parte de un proyecto continental.
Después de la agresión yanqui-uribista a territorio ecuatoriano del primero de marzo, se abrió en América Latina una nueva etapa en la contraofensiva de Washington para revertir los importantes avances por vía legal del movimiento popular y derrocar los gobiernos reacios a aceptar la tutela imperial con vistas a dejar sola a Cuba de nuevo y asestarle una estocada mortal. Estrechamente unido a ello, resulta que los regímenes más subordinados a Estados Unidos ya no pueden sostenerse, si no es recrudeciendo la represión, desplegando los uniformados con el pretexto del combate al narcotráfico, induciendo el miedo en la sociedad mediante campañas mediáticas goebbelianas, violando burdamente los derechos civiles y quebrando las mínimas normas de equidad en la competencia electoral, incluido el fraude de Estado. Y como esto no les alcanza, allí están la cuarta flota –enfilada principalmente contra Venezuela– y la prisa de Washington por aumentar su presencia militar en la región, prolongar indefinidamente el conflicto colombiano y extenderlo a toda América Latina con el argumento del combate al terrorismo.
El objetivo principal de los sensacionales hallazgos a la carta en las computadoras acorazadas de Raúl Reyes ha sido satanizar a Hugo Chávez y Rafael Correa, pero también la criminalización del movimiento popular y sus líderes y del pensamiento contestatario del río Bravo a la Patagonia, arguyendo mendazmente su complicidad con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), o simplemente, con el "terrorismo" en abstracto. Los pobres de la Tierra nunca compartirán la visión sobre el terrorismo de las potencias imperialistas ni de sus opresores locales, que les han impuesto el terrorismo de Estado sistemáticamente. Quien estudie la historia con honestidad comprobará que desde hace milenios la violencia –el terror: económico, militar, cultural– es inherente a los regímenes de explotación y, a su vez, la única causa de la insurgencia de los de abajo. Pero el gran desafío hoy del movimiento popular latinoamericano es preservar y ensanchar con la mayor audacia y creatividad, sin ceder al sectarismo, los espacios legales conquistados, que exige trabajar incansablemente por una salida política digna, justa y democrática al conflicto colombiano
http://www.jornada.unam.mx/2008/06/26/index.php?section=opinion&article=029a1mun
Por:Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
¿Por qué tienen que venir militares de Estados Unidos a construir pozos de agua, unas pocas escuelas y centros médicos cuando hay personal peruano capacitado para ello?, espetaba en mayo la diputada por Ayacucho Juana Huancahuari, del Partido Nacionalista, a la justificación que dio el gobierno de Alan García sobre la indeseable presencia. Y si vienen en misión humanitaria –remató–, ¿por qué traen tres helicópteros de combate Chinook? A finales de febrero seis mujeres y un hombre fueron apresados por la policía peruana cuando regresaban de la reunión de la Coordinadora Continental Bolivariana, celebrada en Ecuador, y acusados –alharaca de prensa mediante– de terroristas que atentarían contra la cumbre América Latina-Unión Europea efectuada en Lima. Tres meses después, al no existir prueba alguna de su militancia subversiva ni del atentado, las mujeres fueron liberadas, pero su compañero Roque Gonzales, conocido periodista y activista bolivariano, aún permanece en la cárcel. La diferencia es que Gonzales militó en el insurgente Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), por lo que cumplió 10 años de prisión durante el criminal fujimorato. Con esa lógica jurídica habría que poner tras las rejas a cientos de ex guerrilleros insertados en política, entre ellos altos funcionarios de varios gobiernos latinoamericanos y, por qué no, condenar retroactivamente, desde George Washington, a todos los luchadores por la independencia. Cierto, el régimen de García es difícil de igualar en la represión de la protesta social y en el afán de convertirse en sucursal del Plan Colombia, pero este cuadro no es exclusivo de Perú y forma parte de un proyecto continental.
Después de la agresión yanqui-uribista a territorio ecuatoriano del primero de marzo, se abrió en América Latina una nueva etapa en la contraofensiva de Washington para revertir los importantes avances por vía legal del movimiento popular y derrocar los gobiernos reacios a aceptar la tutela imperial con vistas a dejar sola a Cuba de nuevo y asestarle una estocada mortal. Estrechamente unido a ello, resulta que los regímenes más subordinados a Estados Unidos ya no pueden sostenerse, si no es recrudeciendo la represión, desplegando los uniformados con el pretexto del combate al narcotráfico, induciendo el miedo en la sociedad mediante campañas mediáticas goebbelianas, violando burdamente los derechos civiles y quebrando las mínimas normas de equidad en la competencia electoral, incluido el fraude de Estado. Y como esto no les alcanza, allí están la cuarta flota –enfilada principalmente contra Venezuela– y la prisa de Washington por aumentar su presencia militar en la región, prolongar indefinidamente el conflicto colombiano y extenderlo a toda América Latina con el argumento del combate al terrorismo.
El objetivo principal de los sensacionales hallazgos a la carta en las computadoras acorazadas de Raúl Reyes ha sido satanizar a Hugo Chávez y Rafael Correa, pero también la criminalización del movimiento popular y sus líderes y del pensamiento contestatario del río Bravo a la Patagonia, arguyendo mendazmente su complicidad con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), o simplemente, con el "terrorismo" en abstracto. Los pobres de la Tierra nunca compartirán la visión sobre el terrorismo de las potencias imperialistas ni de sus opresores locales, que les han impuesto el terrorismo de Estado sistemáticamente. Quien estudie la historia con honestidad comprobará que desde hace milenios la violencia –el terror: económico, militar, cultural– es inherente a los regímenes de explotación y, a su vez, la única causa de la insurgencia de los de abajo. Pero el gran desafío hoy del movimiento popular latinoamericano es preservar y ensanchar con la mayor audacia y creatividad, sin ceder al sectarismo, los espacios legales conquistados, que exige trabajar incansablemente por una salida política digna, justa y democrática al conflicto colombiano
http://www.jornada.unam.mx/2008/06/26/index.php?section=opinion&article=029a1mun
sábado, 10 de mayo de 2008
Mayo 68-2008: Hay un lugar mayor que entonces para una izquierda anticapitalista/ Alain Krivine
Mayo 68-2008: Hay un lugar mayor hoy que entonces para una izquierda anticapitalista
Enviado por editor el Jue, 24/04/2008 - 10:03 política | Francia
“En 1968, la extrema izquierda era una pequeña organización implantada entre los estudiantes pero sin ninguna implantación obrera. Hoy es casi lo contrario” Alain Krivine, Ligue Communiste Révolutionnaire, Francia.
Chris Den Hond / Entrevista a Alain Krivine
En Mayo 68, ¿no solo se rebelaron los estudiantes?
Mayo 68, es cierto que en la mayor parte de los países, era una revuelta estudiantil, que se encontraba en la convergencia de dos cosas: de un lado en muchos países la llegada de los hijos de las capas populares a universidades completamente arcaicas, -había una verdadera contradicción en el interior, sobre problemas universitarios- y la segunda razón era la politización extrema de los estudiantes sobre la guerra de Vietnam. Es la convergencia de estos dos factores lo que hace que en Francia, en México y en una serie de países haya una explosión estudiantil. Hubo –para mí es esencial- una explosión obrera que se unió a la explosión estudiantil esencialmente en dos países: en Francia y un poco más tarde en Italia, donde duró un año, lo que se llamó el Mayo rampante. Pero conocieron también una explosión obrera. En Francia, lo que quiero rememorar esencialmente, al margen del movimiento estudiantil que mucha gente ha estudiado, es el hecho de que se tuvo la mayor huelga general que se haya jamás conocido, porque se mantuvo durante más de tres semanas 10 millones de obreros en huelga y la casi totalidad de las fábricas ocupadas, con la bandera roja en las fábricas. Eso es el aspecto esencial.
¿Qué ha pasado con todos esos activistas y dirigentes de Mayo 68? ¿Algunos de ellos como Daniel Cohn-Bendit dicen que gente como tú no ha evolucionado desde entonces?
Una serie de portavoces conocidos del 68, como Jeismar o Sauvageot, han cambiado un poco de campo. En aquel momento creyeron que era una revolución, sin saber demasiado a donde iba. Bendit era más bien libertario y Jossmar más cercano al partido centrista PSU (Partido Socialista Unificado), pero creo que tuvieron muchas ilusiones en las perspectivas del 68. Lo que ocurrió fue que tras el fracaso político del 68 (la sociedad capitalista permaneció), intentaron un poco arbitrariamente resucitar los acontecimientos, justo después del 68, cayendo un poco en el izquierdismo y se apercibieron de que la clase obrera no les seguía, ni en el 68, ni después del 68. Muy rápidamente dedujeron de ello que no había ya clase obrera y que la lucha de clases era finalmente una antigualla, una historia de dinosaurios y se adaptaron al sistema. Daniel Cohn-Bendit -le conocí bien en 1968 y más recientemente en el parlamento europeo- ha conservado buenos restos en el plano de sociedad –antirracismo, antifascismo-, pero en los problemas de fondo, se ha convertido en un liberal. Trabaja hoy con los liberales. Es el adiós a la clase obrera y adiós a lo que era fundamentalmente 1968.
¿Los años 60 eran años de crecimiento del capitalismo, ¿ocurre lo mismo hoy?
Es cierto que en 1968 estábamos en un gran boom económico. Por no dar más que una cifra, no debía haber más de 300.000 o 400.000 parados en Francia. Hoy hay 5 millones. Es el fin de ese boom económico. Tenemos incluso la situación contraria. Hoy la crisis financiera puede ir muy lejos y sobre todo la mundialización hace que actualmente los capitalistas en el marco de una competencia desenfrenada, de una carrera por los beneficios, no den ninguna migaja a los reformistas para hacer reformas. Es lo que explica que los reformistas se social-liberalicen. La socialdemocracia hoy se adapta completamente al capitalismo porque no puede ya hacer reformas, no le dejan ya las migajas. Así pues, hay un cambio radical, lo que explica que haya un lugar mayor hoy que entonces para una izquierda anticapitalista.
¿En 1968 la lucha anticolonial y antiimperialista politizaba mucha gente, ¿ocurre lo mismo hoy?
Es cierto que en 1968, hubo una gran politización que estaba ligada particularmente a la guerra en Vietnam, pero que, en cualquier caso en Francia, afectaba también a una generación que salía de la guerra de Argelia en la que nos habíamos politizado en la ayuda al FLN argelino. La guerra de Argelia y luego la de Vietnam fueron asuntos que tuvieron una importancia enorme. Este tema hoy, por el contrario, es casi más importante, porque la guerra está casi en todas partes. Mucha gente pensaba que con la caída de los países del Este se había acabado y decían “Ahora que ya no hay bloques, ya no hay guerras”. Es exactamente lo contrario, hay más que nunca. Sobre todo hoy con por ejemplo la guerra llevada a cabo por Israel contra el pueblo palestino, la guerra en Irak. La única diferencia es que no nos enfrentamos a guerras de estados contra estados. Ahora son guerras llevadas por los estados imperialistas, sobre todo los Estados Unidos, contra pueblos, no contra ejércitos en tanto que tales y eso hace las cosas aún más complicadas, aún más terribles. Se está en pleno período de guerra. Creo que el movimiento antiguerra puede ser una dimensión y es una de las dimensiones de politización de las nuevas generaciones en el momento actual.
¿Cómo comprender hoy la canalización de la huelga general por el Partido Comunista francés, el PCF?. ¿Es que hoy el PCF y el PS siguen siendo tan hegemónicos o dominantes en la clase obrera como en 1968?
Hay que recordar que en 1968, en Francia en cualquier caso, era el partido comunista el que era completamente hegemónico en la clase obrera. Dirigía totalmente la CGT, el principal sindicato. Por el contrario, el PCF no tenía el control de los estudiantes. Y en cuanto se desencadenó el movimiento, tuvieron una reacción de burócratas estalinistas, tuvieron miedo de un movimiento que no controlaban. Fueron totalmente desbordados. Al nivel de las empresas, el movimiento obrero les desbordó muy rápidamente, pero allí lograron sin embargo guardar un poco el control. Por ello, la unión estudiantes-obreros tuvo lugar en la calle. Fue simbólica, pero no fue profunda. Para dar solo un ejemplo: cuando supimos que la huelga se desencadenaba en Renault-Billancourt -30.000 obreros, el centro neurálgico de la clase obrera francesa-, fuimos en manifestación varios miles, fuimos acogidos por una fábrica silenciosa en la que todos los obreros estaban en los tejados y las ventanas, pero ni un solo aplauso.
En sus cabezas, estaba la propaganda estalinista: “llegan los pequeñoburgueses izquierdistas, aventureros”. Sobre todo al comienzo del movimiento. Estuvieron completamente superados por el movimiento. Desde un cierto punto de vista, salieron del apuro, porque cuando el problema del poder se planteó, un día o dos, al final del movimiento, cuando De Gaulle fue a Alemania, los obreros se volvieron hacia los estudiantes pero no tenían ninguna confianza en los dirigentes estudiantiles, para tomar el poder. Se volvieron hacia su partido que no tenía en absoluto ganas de tomar el poder sobre la base de una huelga general y fue De Gaulle quien tuvo el genio de comprender que el PCF no quería tomar el poder y anunció elecciones. El PCF dijo inmediatamente: “Si, si a las elecciones”, lo que era una forma de enterrar en las urnas un movimiento extraparlamentario.
Las capas medias que se habían unido a la clase obrera, viendo que no había ningún espacio de ese lado, volvieron a posiciones anteriores de defensa del orden, de la seguridad y eso lo movió todo a la derecha. Por el contrario, lo que es curioso, es que el PCF no pagó en el momento mismo, digamos, de su traición. Ha sido mucho más tarde, incluso estos últimos años, cuando ha habido un giro total y se ha dado cuenta de que el comienzo de su ruptura con la juventud y la clase obrera fue su incomprensión de 1968. Tienes pues un cambio total de la situación. Antes se decía: “Cuando se es de izquierdas, se vota comunista”. Ahora, el voto “útil”, que es inútil para mí, pero útil institucionalmente, no es ya el partido comunista, sino el partido socialista, pero que tiene él mismo lazos esencialmente electoralistas con la clase obrera.
Así pues hay un vacío total hoy, que nos incita a pensar que es preciso hacer un mayo 68 en otrs condiciones, que triunfe. Tenemos una burguesía que ataca como nunca, que destruye las conquistas sociales. Tenemos una izquierda tradicional que está desacreditada, principalmente el partido comunista que está casi desapareciendo incluso si no hay que considerar que ha desaparecido. Y luego se tiene toda una generación que quiere luchar, que no se reconoce en la izquierda tradicional y que está huérfana de una izquierda capaz de responder verdaderamente a esos objetivos, a esas preocupaciones, es por ello que desde un cierto punto de vista, se tienen a la vez más razones de rebelarse hoy que en 1968, pero se tienen hoy sobre todo muchos más medios. La extrema izqueirda era una pequeña organización implantada entre los estudiantes, pero sin ninguna implantación obrera, y hoy es casi lo contrario.
Mayo 68 daba nacimiento a grupos revolucionarios trotskystas, maoístas y de otros tipos. Hoy bastantes de esos grupos han desaparecido, otros se han transformado. Hoy, en 2008, no es ya la identidad trotskysta o maoísta lo que es determinante. Se dice marxista o anticapitalista. ¿Qué queda hoy todavía del espíritu de 1968?
La extrema izquierda en 1968 era el producto de un período. 1968 era un período bisagra entre un viejo movimiento obrero, que se manifestó con la bandera roja, las barricadas, la Comuna de París, la clase obrera, la Internacional y del otro lado el nacimiento de lo que se llamaría hoy un nuevo movimiento social con reivindicaciones que van a estallar tras mayo 68, pero que están en germen en 1968. Además de las reivindicaciones tradicionales de la clase obrera, están reivindicaciones de los inmigrantes,de las mujeres, de los homosexuales, de los sin techo etc, un nuevo movimiento altermundialista. La gran diferencia con hoy es que en 1968, en el patio de la Sorbona, había retratos de Mao, Lenín, Marx, Stalin, Trotsky. Mira las manifestaciones de jóvenes de hoy, no hay ya ningún retrato. No hay ya ninguna referencia, ni a la revolución rusa, ni a los grandes dirigentes. El único que persiste aún en las camisetas es el Che Guevara, es todo. Así pues no es ya en absoluto la misma forma de politización. Así que tenemos hoy una nueva izquierda anticapitalista que no toma las formas de los grupos de extrema izquierda muy delimitados programáticamente, teóricamente, trotskysta, maoista etc., es una izquierda que quiere romper con el capitalismo. Es una generación que quiere combatir, que rechaza las traiciones o las claudicaciones de la izquierda tradicional y que quiere construir una izquierda radicalmente anticapitalista.
* Traducción de Alberto Nadal
Enviado por editor el Jue, 24/04/2008 - 10:03 política | Francia
“En 1968, la extrema izquierda era una pequeña organización implantada entre los estudiantes pero sin ninguna implantación obrera. Hoy es casi lo contrario” Alain Krivine, Ligue Communiste Révolutionnaire, Francia.
Chris Den Hond / Entrevista a Alain Krivine
En Mayo 68, ¿no solo se rebelaron los estudiantes?
Mayo 68, es cierto que en la mayor parte de los países, era una revuelta estudiantil, que se encontraba en la convergencia de dos cosas: de un lado en muchos países la llegada de los hijos de las capas populares a universidades completamente arcaicas, -había una verdadera contradicción en el interior, sobre problemas universitarios- y la segunda razón era la politización extrema de los estudiantes sobre la guerra de Vietnam. Es la convergencia de estos dos factores lo que hace que en Francia, en México y en una serie de países haya una explosión estudiantil. Hubo –para mí es esencial- una explosión obrera que se unió a la explosión estudiantil esencialmente en dos países: en Francia y un poco más tarde en Italia, donde duró un año, lo que se llamó el Mayo rampante. Pero conocieron también una explosión obrera. En Francia, lo que quiero rememorar esencialmente, al margen del movimiento estudiantil que mucha gente ha estudiado, es el hecho de que se tuvo la mayor huelga general que se haya jamás conocido, porque se mantuvo durante más de tres semanas 10 millones de obreros en huelga y la casi totalidad de las fábricas ocupadas, con la bandera roja en las fábricas. Eso es el aspecto esencial.
¿Qué ha pasado con todos esos activistas y dirigentes de Mayo 68? ¿Algunos de ellos como Daniel Cohn-Bendit dicen que gente como tú no ha evolucionado desde entonces?
Una serie de portavoces conocidos del 68, como Jeismar o Sauvageot, han cambiado un poco de campo. En aquel momento creyeron que era una revolución, sin saber demasiado a donde iba. Bendit era más bien libertario y Jossmar más cercano al partido centrista PSU (Partido Socialista Unificado), pero creo que tuvieron muchas ilusiones en las perspectivas del 68. Lo que ocurrió fue que tras el fracaso político del 68 (la sociedad capitalista permaneció), intentaron un poco arbitrariamente resucitar los acontecimientos, justo después del 68, cayendo un poco en el izquierdismo y se apercibieron de que la clase obrera no les seguía, ni en el 68, ni después del 68. Muy rápidamente dedujeron de ello que no había ya clase obrera y que la lucha de clases era finalmente una antigualla, una historia de dinosaurios y se adaptaron al sistema. Daniel Cohn-Bendit -le conocí bien en 1968 y más recientemente en el parlamento europeo- ha conservado buenos restos en el plano de sociedad –antirracismo, antifascismo-, pero en los problemas de fondo, se ha convertido en un liberal. Trabaja hoy con los liberales. Es el adiós a la clase obrera y adiós a lo que era fundamentalmente 1968.
¿Los años 60 eran años de crecimiento del capitalismo, ¿ocurre lo mismo hoy?
Es cierto que en 1968 estábamos en un gran boom económico. Por no dar más que una cifra, no debía haber más de 300.000 o 400.000 parados en Francia. Hoy hay 5 millones. Es el fin de ese boom económico. Tenemos incluso la situación contraria. Hoy la crisis financiera puede ir muy lejos y sobre todo la mundialización hace que actualmente los capitalistas en el marco de una competencia desenfrenada, de una carrera por los beneficios, no den ninguna migaja a los reformistas para hacer reformas. Es lo que explica que los reformistas se social-liberalicen. La socialdemocracia hoy se adapta completamente al capitalismo porque no puede ya hacer reformas, no le dejan ya las migajas. Así pues, hay un cambio radical, lo que explica que haya un lugar mayor hoy que entonces para una izquierda anticapitalista.
¿En 1968 la lucha anticolonial y antiimperialista politizaba mucha gente, ¿ocurre lo mismo hoy?
Es cierto que en 1968, hubo una gran politización que estaba ligada particularmente a la guerra en Vietnam, pero que, en cualquier caso en Francia, afectaba también a una generación que salía de la guerra de Argelia en la que nos habíamos politizado en la ayuda al FLN argelino. La guerra de Argelia y luego la de Vietnam fueron asuntos que tuvieron una importancia enorme. Este tema hoy, por el contrario, es casi más importante, porque la guerra está casi en todas partes. Mucha gente pensaba que con la caída de los países del Este se había acabado y decían “Ahora que ya no hay bloques, ya no hay guerras”. Es exactamente lo contrario, hay más que nunca. Sobre todo hoy con por ejemplo la guerra llevada a cabo por Israel contra el pueblo palestino, la guerra en Irak. La única diferencia es que no nos enfrentamos a guerras de estados contra estados. Ahora son guerras llevadas por los estados imperialistas, sobre todo los Estados Unidos, contra pueblos, no contra ejércitos en tanto que tales y eso hace las cosas aún más complicadas, aún más terribles. Se está en pleno período de guerra. Creo que el movimiento antiguerra puede ser una dimensión y es una de las dimensiones de politización de las nuevas generaciones en el momento actual.
¿Cómo comprender hoy la canalización de la huelga general por el Partido Comunista francés, el PCF?. ¿Es que hoy el PCF y el PS siguen siendo tan hegemónicos o dominantes en la clase obrera como en 1968?
Hay que recordar que en 1968, en Francia en cualquier caso, era el partido comunista el que era completamente hegemónico en la clase obrera. Dirigía totalmente la CGT, el principal sindicato. Por el contrario, el PCF no tenía el control de los estudiantes. Y en cuanto se desencadenó el movimiento, tuvieron una reacción de burócratas estalinistas, tuvieron miedo de un movimiento que no controlaban. Fueron totalmente desbordados. Al nivel de las empresas, el movimiento obrero les desbordó muy rápidamente, pero allí lograron sin embargo guardar un poco el control. Por ello, la unión estudiantes-obreros tuvo lugar en la calle. Fue simbólica, pero no fue profunda. Para dar solo un ejemplo: cuando supimos que la huelga se desencadenaba en Renault-Billancourt -30.000 obreros, el centro neurálgico de la clase obrera francesa-, fuimos en manifestación varios miles, fuimos acogidos por una fábrica silenciosa en la que todos los obreros estaban en los tejados y las ventanas, pero ni un solo aplauso.
En sus cabezas, estaba la propaganda estalinista: “llegan los pequeñoburgueses izquierdistas, aventureros”. Sobre todo al comienzo del movimiento. Estuvieron completamente superados por el movimiento. Desde un cierto punto de vista, salieron del apuro, porque cuando el problema del poder se planteó, un día o dos, al final del movimiento, cuando De Gaulle fue a Alemania, los obreros se volvieron hacia los estudiantes pero no tenían ninguna confianza en los dirigentes estudiantiles, para tomar el poder. Se volvieron hacia su partido que no tenía en absoluto ganas de tomar el poder sobre la base de una huelga general y fue De Gaulle quien tuvo el genio de comprender que el PCF no quería tomar el poder y anunció elecciones. El PCF dijo inmediatamente: “Si, si a las elecciones”, lo que era una forma de enterrar en las urnas un movimiento extraparlamentario.
Las capas medias que se habían unido a la clase obrera, viendo que no había ningún espacio de ese lado, volvieron a posiciones anteriores de defensa del orden, de la seguridad y eso lo movió todo a la derecha. Por el contrario, lo que es curioso, es que el PCF no pagó en el momento mismo, digamos, de su traición. Ha sido mucho más tarde, incluso estos últimos años, cuando ha habido un giro total y se ha dado cuenta de que el comienzo de su ruptura con la juventud y la clase obrera fue su incomprensión de 1968. Tienes pues un cambio total de la situación. Antes se decía: “Cuando se es de izquierdas, se vota comunista”. Ahora, el voto “útil”, que es inútil para mí, pero útil institucionalmente, no es ya el partido comunista, sino el partido socialista, pero que tiene él mismo lazos esencialmente electoralistas con la clase obrera.
Así pues hay un vacío total hoy, que nos incita a pensar que es preciso hacer un mayo 68 en otrs condiciones, que triunfe. Tenemos una burguesía que ataca como nunca, que destruye las conquistas sociales. Tenemos una izquierda tradicional que está desacreditada, principalmente el partido comunista que está casi desapareciendo incluso si no hay que considerar que ha desaparecido. Y luego se tiene toda una generación que quiere luchar, que no se reconoce en la izquierda tradicional y que está huérfana de una izquierda capaz de responder verdaderamente a esos objetivos, a esas preocupaciones, es por ello que desde un cierto punto de vista, se tienen a la vez más razones de rebelarse hoy que en 1968, pero se tienen hoy sobre todo muchos más medios. La extrema izqueirda era una pequeña organización implantada entre los estudiantes, pero sin ninguna implantación obrera, y hoy es casi lo contrario.
Mayo 68 daba nacimiento a grupos revolucionarios trotskystas, maoístas y de otros tipos. Hoy bastantes de esos grupos han desaparecido, otros se han transformado. Hoy, en 2008, no es ya la identidad trotskysta o maoísta lo que es determinante. Se dice marxista o anticapitalista. ¿Qué queda hoy todavía del espíritu de 1968?
La extrema izquierda en 1968 era el producto de un período. 1968 era un período bisagra entre un viejo movimiento obrero, que se manifestó con la bandera roja, las barricadas, la Comuna de París, la clase obrera, la Internacional y del otro lado el nacimiento de lo que se llamaría hoy un nuevo movimiento social con reivindicaciones que van a estallar tras mayo 68, pero que están en germen en 1968. Además de las reivindicaciones tradicionales de la clase obrera, están reivindicaciones de los inmigrantes,de las mujeres, de los homosexuales, de los sin techo etc, un nuevo movimiento altermundialista. La gran diferencia con hoy es que en 1968, en el patio de la Sorbona, había retratos de Mao, Lenín, Marx, Stalin, Trotsky. Mira las manifestaciones de jóvenes de hoy, no hay ya ningún retrato. No hay ya ninguna referencia, ni a la revolución rusa, ni a los grandes dirigentes. El único que persiste aún en las camisetas es el Che Guevara, es todo. Así pues no es ya en absoluto la misma forma de politización. Así que tenemos hoy una nueva izquierda anticapitalista que no toma las formas de los grupos de extrema izquierda muy delimitados programáticamente, teóricamente, trotskysta, maoista etc., es una izquierda que quiere romper con el capitalismo. Es una generación que quiere combatir, que rechaza las traiciones o las claudicaciones de la izquierda tradicional y que quiere construir una izquierda radicalmente anticapitalista.
* Traducción de Alberto Nadal
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