jueves, 9 de diciembre de 2010

Sobre el cómo y el porqué de la unidad de las izquierdas.


Por: Álvaro Campana Ocampo

Al parecer, deduzco de un reciente artículo de Fernando Romero, un sector de las izquierdas habría otra vez dado un bandazo del “pragmatismo” al “ideologicismo” político de cara a las elecciones pues habría hecho de la unidad un punto insuperable para lograr sus objetivos de transformación social. Recordándonos el sentido del dicho popular “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”, nos dice Fernando que esta postura hace que no se reconozca el tiempo y los procesos que requiere la unidad, lo imperfecto de las alianzas que se estarían generando y que podrían ser la base de una futura unidad, provocando incluso la subvaloración de la participación parlamentaria impidiendo la participación en este espacio de voces más serias. Nos dice “El fracaso de las izquierdas en los últimos 30 años ha llevado a estos sectores a confundir su renovación con una suerte de fanatismo ético que coloca, en momentos de decisión sobre las alianzas electorales, la apuesta por la unidad como EL criterio de definición de quiénes son virtuosos y quiénes no.”


Como no se menciona explícitamente a los susodichos, me gustaría aquí argumentar sobre el porqué y el cómo de la unidad convocada por un conjunto de militantes de diversas organizaciones, y del cómo esta convocatoria está lejos de no asumir la complejidad y los procesos de la política, y de cómo también la complejidad y los procesos pueden también confundirse como argumento de los que buscan justamente atajos en la política de la transformación.

El tema de la unidad tiene que ver con diversas consideraciones: para ganar elecciones (nacionales) se necesita, como para lograr el cambio social, de la concentración de una fuerza mayor a la propia. También tiene que ver con las urgencias, pues es clarísimo que la unidad puede ser la posibilidad de ponerle un pare al modelo, evitar que se consolide, y empezar a abrir un nuevo curso a nuestra historia. Ponerle un pare al neoliberalismo no es perfecto, pero sería bueno. De otro lado están también quienes, legítimamente buscan su propio perfilamiento y consideran la necesidad de generar un polo diferente ya que no se sienten identificados con lo que hay sobre el escenario político.

Creo que en ambos lados hay quienes buscan “atajos”: están los que quieren la “unidad”, pero bajo la consigna “síganme los buenos”, la unidad pero con los que se unen detrás de mí. “Mis virtudes: tuve 46% en las elecciones pasadas”. O la de los que “hay que sumarse porque no queda de otra” y tal vez esto nos permita levantar cabeza electoralmente. Están también los que quieren ir solos porque como “ya ganamos alguito, tenemos posibilidades de poner algunos parlamentarios”, y como no existe nada más allá de lo institucional para existir en la política, entonces “hay que ir como sea”. Tener una curul o llegar al gobierno como sea también puede ser un atajo, un saltarse etapas, bajo el fanatismo liberal/leninista/nacional-popular de creer que la política sólo se plasma con la presencia o control del estado y a través de la capacidad de generar normas.

Creo que igualmente puede ocurrir que haya quienes quieran la unidad o perfilarse solos -es la complejidad de la vida- dentro de un enfoque o perspectiva de proceso. Puede existir quien de alguna manera considere efectivamente que lo que hay es insuficiente, que es necesario impulsar una nueva alternativa y que está no será posible en los próximos años, que implica el mediano plazo, que efectivamente la transformación social exige de un mayor grado de acumulación política y social y un instrumento político que aún está en ciernes. Esto no excluye apostar por participar de espacios institucionales, incluso en alianza con los que pudieran ser más afines, realizar gestiones exitosas, pero sobre todo consolidar las organizaciones como instituciones serias capaces de expresar una opción de gobierno en el futuro cercano.

También estamos quienes propusimos la unidad, desde otra perspectiva: una unidad que represente otra alternativa más allá de lo conocido y lo que ya sabemos ocurre siempre, una unidad como proceso que se enganche con las crecientes expectativas de cambio que se han expresado, como destellos, en las elecciones del 2006, en las recientes elecciones en Lima, y en las luchas dispersas que a lo largo del país vienen impulsando diversos movimientos, organizaciones, comunidades y parte de la ciudadanía. Más allá de lo conocido y sabido porque implicaría que lo más importante de la unidad ahora, más que solo pretender representación institucional o ganar el gobierno dentro de lo posible, es desatar la potencia que se halla contenida en los deseos de cambio en el país. Un proceso de unidad que en lo fundamental implique un proceso de movilización y participación, de una politización que vaya más allá de la sociedad del espectáculo que imponen el mercado y los grandes medios de comunicación que nos condenan a ser votantes-consumidores-expectadores.

Para ello, planteamos como parte de este proceso de unidad una dinámica de elecciones internas abiertas de candidaturas sobre la base de un debate programático amplio en el que se perfilen las diversas propuestas programáticas. Este proceso podría haber servido para reconocer la pluralidad de los espacios que están a este lado del espectro, conjurando toda forma de sectarismo, construir y mejorar las propuestas programáticas sobre la base de un diálogo no sólo entre expertos o políticos profesionales, sino de cara a las organizaciones sociales y los ciudadanos y ciudadanas en general. Este proceso podría haber servido incluso de base para un proceso constituyente desde abajo, para articular luchas sociales y políticas y potenciarlas, y no convertir los procesos electorales en fugas hacia adelante creyendo asumiendo que la representación resolverá los problemas de las organizaciones y los pueblos.

De hecho, nos han dicho irresponsables en todos lados: “están obviando las posibilidades legales de esta propuesta” dijeron muchos nacionalistas supuestamente desesperados por la unidad y por frenar al neoliberalismo. Dentro de mi propia organización* no faltaron quienes creyeron que esta era una forma de forzar una alianza con el nacionalismo -por supuesto, por parte de quienes no la querían de ninguna manera con el PNP y quienes seguro si querían como sea con Fuerza Social-. No faltaron los que dijeron “basistas” o que seguro nos pueden acusar también de “fanatismo ético”.

¿Era imposible la unidad más amplia? ¿Era confundir los deseos con la “realidad” de lo posible? ¿Era un atajo, un quemar etapas y querer saltarse sobre los procesos? No lo creo así. En cada momento, en cada punto de un proceso, se juegan y disputan múltiples posibilidades. Los procesos en efecto son ambiguos, complejos, implican diversos tiempos y tiene muchas veces devenires inciertos. La realidad no es una cosa dura, dada y determinada, y la política transformadora debe permanentemente apostar por desatar su potencia. Habrá, por supuesto quienes apostarán más por canalizarla, controlarla, limitarla como ocurrió cuando las direcciones políticas de la confluencia frenaron la movilización popular frente a la evidencia de que un fraude podía estarse gestando, invocando a respetar las instituciones porque había que confiar en ellas.

Asumir la complejidad no es abdicar frente al posibilismo político**, como superar al “ideologicismo” no es aceptar el pragmatismo. Podemos asumir la complejidad e ir más allá del ideologicismo/pragmatismo logrando la convergencia entre nuestros deseos, nuestras exigencias éticas y las tendencias inscritas en la realidad para reconfigurarla, darle otro sentido y abrir otras perspectivas. Lo “perfecto” efectivamente no existe, así como es dudoso definir abstractamente que es “lo bueno” si no se tienen hipótesis estratégicas y horizontes de sentido que nos permitan navegar en medio de la complejidad, ambigüedad y potencialidades de la realidad que están más allá de lo que ideológicamente está representado como tal.

*Soy militante de Tierra y Libertad.
**La política de lo posible, la que asume una realidad a la que simplemente hay que adaptarse para ser realista.

1 comentario:

Anónimo dijo...

*ex-militante de tierra y libertad.
Buena suerte