viernes, 14 de diciembre de 2007

Arriba, pensar el blanco. la geografía y el calendario de la teoría


I.- ARRIBA, PENSAR EL BLANCO.
LA GEOGRAFÍA Y EL CALENDARIO DE LA TEORÍA.

Sub comandante Marcos

“El problema con la realidad, es que no sabe nada de
teoría”
Don Durito de La Lacandona.

Elías Contreras, Comisión de Investigación del EZLN,
decía que la lucha, la nuestra al menos, podía ser
explicada como una lucha de geografías y calendarios.
Ignoro si este compañero, uno más de los muertos que
de por sí somos, imaginó siquiera que sus teorías
(”sus pensamientos”, decía él) serían presentadas al
lado de tantas luces intelectuales como las que ahora
confluyen en el suroriental estado mexicano de
Chiapas. Tampoco sé si hubiera autorizado que yo, un
subcomandante cualquiera, tomara algunos de esos
pensamientos y los expusiera públicamente.

Pero, tomando en cuenta la evidencia de nuestro bajo
“rating” mediático y teórico, creo que puedo
permitirme el tratar de exponer las bases rudimentales
de esta teoría, tan otra que es práctica.

No voy a aburrirlos contándoles el embrollo
sentimental de Elías Contreras que, como todos y todas
las zapatistas, eligió amar con desafío. Como si el
puente afectivo que se tiende hacia la otra, el otro o
lo otro no fuera ya de por sí complejo y complicado,
Elías Contreras todavía le agregó las distancias y
muros que separan los calendarios y las geografías,
además del conocimiento, es decir el respeto, de la
existencia de lo otro. Como si de esa forma él (y con
él, lo colectivo que somos) decidiera hacer todo lo
posible para que un acto tan antiguo, común y
cotidiano como la existencia del ser humano, se
convirtiera en algo extraordinario, terrible,
maravilloso.

En cambio, en lugar de contarles del complicado e
inquebrantable puente del amor de Elías Contreras por
la Magdalena (que no era ni hombre ni mujer, lo que ya
de por sí es un desafío a la lucha de género), pensé
entonces en traerles algo de la música que se toca en
las comunidades zapatistas. Por ejemplo, apenas anoche
escuché una música que el “maistro de la ceremoña”
tipificó como ritmo “corrido-cumbia-ranchera-norteña”.
¿Qué tal? Ritmo corrido-cumbia-ranchera-norteña… si
eso no es un desafío teórico, entonces no sé que lo
sea. Y no me pregunten cómo se toca o se baila eso,
porque yo no toco ni la puerta y, además, a mi
avanzada edad, en el baile tengo la gracia de un
elefante con la uña enterrada.

Hace más de dos años, en estas montañas del sureste
mexicano, en ocasión de las reuniones preparatorias de
lo que después se llamaría “La Otra Campaña”, una
mujer joven dijo, palabras más, palabras menos, “si tu
revolución no sabe bailar, no me invites a tu
revolución”. Tiempo después, pero entonces en las
montañas del noroeste de México, volví a escuchar esas
mismas palabras de la boca de un jefe indígena que se
esfuerza por mantener vivos los bailes y la cultura
toda de nuestros ancestros.

Al escuchar a la una y al otro, en tiempos distintos,
yo volteé a mirar a una de las comandantas y le dije:
“Ahí le hablan jovena”. La Comandanta no dejó de mirar
hacia la concurrencia, pero en voz baja dijo: “Urrr
Sup… Uta magre, viera que me dan pista y hasta les
dejo planito el suelo”.

Yo no les voy a estar mentirando. La verdad es que
pensé que podría traerles algunas historias de Sombra
el guerrero, de Elías Contreras y la Magdalena, de las
mujeres zapatistas, de las niñas y niños que crecen en
una realidad diferente (ojo: no mejor, no peor, sólo
diferente) a la de sus padres, marcada por otra
resistencia, y hasta les contaría un cuento de la niña
llamada “Diciembre” que, como su nombre lo indica,
nació en Noviembre. Y pensé también ponerles algunas
músicas (sin agraviar a las presentes), pero es de
todos conocida la seriedad con la que los zapatistas
abordamos los temas teóricos, así que sólo diré que
habría que encontrar alguna forma de ligar la teoría
con el amor, la música y el baile. Tal vez igual la
teoría no alcanzaría a explicar nada que valiera la
pena, pero sería más humana, porque la seriedad y el
acartonamiento no garantizan el rigor científico.

Pero, bueno, ya me estoy yendo de nuevo por otro lado.
Les decía yo que Elías Contreras, Comisión de
Investigación del EZLN, decía a su vez que nuestra
lucha podía ser entendida y explicada como una lucha
de geografías y calendarios.

En nuestra participación como “teloneros” de los
pensamientos que en estos días se congregan en este
lugar y en estas fechas, serán la geografía y el
calendario… más bien, la larga trenza que entre ambos
se anuda abajo, uno de los referentes de nuestra
palabra.

Dicen nuestros más mayores que los dioses más
primeros, los que nacieron el mundo, fueron siete; que
siete son los colores: el blanco, el amarillo, el
rojo, el verde, el azul, el café y el negro; que son
siete los puntos cardinales: el arriba y el abajo, el
delante y el detrás, el uno y el otro lado, y el
centro; y que siete son también los sentidos: oler,
gustar, tocar, ver, oír, pensar y sentir.

Siete serán entonces los hilos de esta larga trenza,
siempre inconclusa, del pensamiento zapatista.

Hablemos, pues, de La Geografía y el Calendario de la
Teoría. Para esto pensemos el color blanco allá
arriba.

***

No tenemos el dato exacto, pero en el complejo
calendario del pensamiento teórico de arriba, de sus
ciencias, técnicas y herramientas, así como de sus
análisis de las realidades, hubo un momento en que las
pautas se marcaban desde un centro geográfico y de ahí
se iban extendiendo hacia la periferia, como una
piedra arrojada en el centro de un estanque.

La piedra conceptual tocaba la superficie de la teoría
y se producía una serie de ondas que afectaban y
modificaban los distintos quehaceres científicos y
técnicos adyacentes. La consistencia del pensamiento
analítico y reflexivo hacía, y hace, que esas ondas se
mantengan definidas… hasta que una nueva piedra
conceptual cae y una nueva serie de ondas cambia la
producción teórica. La misma densidad de la producción
teórica tal vez podría explicar el por qué las ondas,
las más de las veces, no alcanzan a llegar a la
orilla, es decir, a la realidad.

“Paradigmas científicos” han llamado algunos a estos
conceptos capaces de modificar, renovar y revolucionar
el pensamiento teórico.

En esta concepción del quehacer teórico, en esta
meta-teoría, se insiste no sólo en la irrelevancia de
la realidad, también y sobre todo se alardea que se ha
prescindido completamente de ella, en un esfuerzo de
aislamiento e higiene que, dicen, merece ser
aplaudido.

La imagen del laboratorio aséptico no sólo se limitó a
las llamadas “ciencias naturales” o a las “ciencias
exactas”, no. En los últimos saltos del sistema
mundial capitalista, esta obsesión por la higiene
anti-realidad alcanzó a las llamadas “ciencias
sociales”. En la comunidad científica mundial empezó
entonces a cobrar fuerza la tesis de “si la realidad
no se comporta como indica la teoría, peor para la
realidad”.

Pero volvamos al plácido estanque de la producción
teórica y a la piedra que ha alterado su forma y
contenido.

El reconocimiento de esta aparente fragilidad del
andamiaje conceptual científico significó aceptar que
la producción teórica se renovaba continuamente,
incluso dentro de su pretendido aislamiento de la
realidad. El laboratorio (término ahora muy usado por
los llamados científicos sociales para referirse a las
luchas dentro de las sociedades) no podría nunca
reunir las condiciones ideales, por más aséptico y
esterilizado que estuviera, para garantizar la
perpetuidad que toda ley científica reclama. Y es que
resulta que en su mismo quehacer, irrumpen una y otra
vez nuevos conceptos.

En estas concepciones, la idea (el concepto, en este
caso) precede a la materia y se adjudica así a la
ciencia y la tecnología la responsabilidad de las
grandes transformaciones de la humanidad. Y la idea
tiene, según el caso, un productor o un enunciante: el
individuo, el científico en este caso.

Desde la ociosa reflexión de Descartes, la teoría de
arriba insiste en la primacía de la idea sobre la
materia. El “pienso, luego existo” definía también un
centro, el YO individual, y a lo otro como una
periferia que se veía afectada o no por la percepción
de ese YO: afecto, odio, miedo, simpatía, atracción,
repulsión. Lo que estaba fuera del alcance de la
percepción del YO era, es, inexistente.

Así, el nacimiento de este crimen mundial llamado
capitalismo es producto de la máquina de vapor y no
del despojo. Y la etapa capitalista de la
globalización neoliberal arranca con la aparición de
la informática, el internet, el teléfono celular, el
mall, la sopa instantánea, el fast food; y no con el
inicio de una nueva guerra de conquista en todo el
planeta, la IV Guerra Mundial.

En el campo de la tecnología se repite el mismo
patrón. Y se agrega que, como el concepto científico,
la técnica nace “inocente”, “libre de toda culpa”,
“inspirada en el bien de la humanidad”. Einstein no es
responsable de la bomba atómica, ni el señor Graham
Bell lo es de los fraudes vía celular del hombre más
rico del mundo, Carlos Slim. El coronel Sanders no es
responsable de las indigestiones provocadas por el
Kentucky Fried Chiken, ni el señor MacDonald de las
hamburguesas de plástico reciclado.

Esto, que algunos desarrollaron más y definieron como
“objetividad científica”, creó la imagen del
científico que permea todavía el imaginario popular:
un hombre o una mujer despeinados, con lentes, bata
blanca, con desaliño corporal y espacial, embebidos
frente a probetas y matraces burbujeantes.

El autodenominado “científico social” “compró” esa
misma imagen, con algunos cambios: en lugar de
laboratorio, un cubículo; en lugar de matraces y
probetas, libros y cuadernos; en lugar de blanca, una
bata de color oscuro; el mismo desaliño; pero agregaba
tabaco, café, brandy o cogñac (también en la ciencia
hay niveles, mi buen) y música de fondo, que eran
impensables en un laboratorio.

Sin embargo, unos y otros, enfrascados como estaban en
su objetividad y asepsia, no advirtieron la aparición
y crecimiento de los “comisarios de la ciencia”, es
decir, de los filósofos. Estos “jueces” del
conocimiento, tan objetivos y neutrales como sus
vigilados, expropiaron el criterio de cientificidad.
Como la realidad no era el referente para determinar
la verdad o falsedad de una teoría, entonces la
filosofía pasó a cumplir ese papel. Apareció así la
“filosofía de la ciencia”, es decir, la teoría de la
teoría, la meta-teoría.

Pero la llamada “ciencia social”, la hija bastarda del
conocimiento, encontró a los filósofos con sobrecarga
de trabajo o con exigencias difíciles de cumplir (del
tipo “Si A es igual a B y B es igual a C, entonces A
es igual a C”), así que cada vez más debe padecer a
los intelectuales de la academia como censores y
comisarios.



Mmh… creo que con lo anterior ya demostré que puedo
ser tan oscuro e incomprensible como cualquier teórico
que se respete, pero estoy seguro de que hay una forma
más sencilla de seguir con esto.

Así que ahí les voy, nomás háganse a un ladito, no los
vaya yo a salpicar.

En resumen, a consecuencia de este calendario y esta
geografía, resulta que allá arriba la producción
teórica no es más que una moda que se piensa, ve,
huele, gusta, toca, escucha y siente en los espacios
de la academia, los laboratorios y los institutos
especializados.

O sea que la teoría es una moda que tiene en las tesis
(de posgrado, mi buen, también en la academia hay
niveles), las conferencias, las revistas
especializadas y los libros, los sustitutos de las
revistas de moda. Los coloquios suplen el lugar de las
exhibiciones de modas, y ahí los ponentes hacen lo
mismo que las modelos en la pasarela, es decir,
exhiben su anorexia, en este caso, su delgadez
intelectual.

Tomad cada momento del surgimiento de uno de esos
paradigmas y encontrareis un centro intelectual que se
disputa la primicia. Las universidades europeas y los
institutos tecnológicos de Norteamérica repiten el
listado de la moda: París, Roma, Londres, Nueva York
(lo lamento si rompo alguna ilusión, pero no aparecen
el Tec de Monterrey, ni la Ibero, ni la UDLA).

Con esto quiero decir que el mundo científico
construyó una torre de cristal (pero plomado), con sus
propias leyes y adornado con los vitrales
churriguerescos que elaboran los intelectuales ad hoc.

A ese mundo, a esa torre y sus pent-houses, no podrá
acceder la realidad hasta que acredite estudios de
posgrado y un currículum, presten atención, tan
abultado como la billetera.

Así se nos presenta al común de la gente, y así se
representa a sí misma la comunidad científica.

Pero una mirada atenta y crítica, una de ésas que
tanto escasean ahora, permitiría ver lo que en
realidad ocurre.

Si el nuevo paradigma es el mercado y la imagen
idílica de la modernidad es el mall o el centro
comercial, imaginemos entonces una sucesión de
estantes llenos de ideas, o mejor aún, una tienda
departamental con teorías para cada ocasión. No
costará trabajo entonces imaginar al gran capitalista
o al gobernante en turno recorriendo los pasillos,
sopesando precios y calidades de los distintos
pensamientos, y adquiriendo aquellos que se adapten
mejor a sus necesidades.

Allá arriba, toda teoría que se respete debe cumplir
una doble función: por un lado: desplazar la
responsabilidad de un hecho con una argumentación, que
no por elaborada es menos ridícula; y, por el otro,
ocultar la realidad (es decir, garantizar la
impunidad).

En la explicación de la desgracia aparecen ejemplos:

El señor Calderón (todavía algunos desubicados lo
consideran el presidente de México), disfrazado como
militar, encuentra en la teoría lunática la
explicación de las catástrofes que asolaron Tabasco y
Chiapas (como antes a Sonora y Sinaloa) y ordena a sus
tropas que le consigan la capacidad de convencimiento
que no ha podido construir sobre ese castillo de
naipes trucados que fue la elección presidencial del
2006. Su fracaso, tan poco informado en los medios,
era previsible: consigue más el Teletón que el Estado
Mayor presidencial. Desplazando la responsabilidad a
la luna (quien, dicho sea de paso, es rencorosa, como
lo contará la leyenda del origen de Sombra, el
guerrero –pero eso será, si es que es, otro día-),
Calderón oculta su responsabilidad y la de quienes lo
antecedieron. Resultado: se crea una comisión para
investigar… astronomía, y darle así, además del pobre
de las armas, algún sustento legítimo a este émulo de
Huerta y amante, según confesión propia, de los juegos
cibernéticos militares. Seguramente, si la luna se
niega a aceptar su culpabilidad, el titular del IV
Reich le dirá, con la mirada dura y decidida: “¡bájate
o mando por ti!”.

El señor Héctor Aguilar Camín, el prototipo del
intelectual no de arriba (él que más quisiera) sino
arribista, reescribe el “Libro Blanco” con que la PGR
zedillista quiso explicar, sin éxito alguno, la
matanza de Acteal (que este 22 de diciembre cumple 10
años sin verdad ni justicia). Fiel al patrón en turno,
Aguilar Camín busca, inútilmente, desviar la
indignación que de nuevo se levanta, ocultando un
crimen de Estado y desplazando la responsabilidad se
los asesinatos… a los muertos.

Felipe Calderón y Héctor Aguilar Camín, uno vestido
cómicamente de militar y otro patéticamente disfrazado
de intelectual. El primero maldiciendo a quien le
recomendó comprar la teoría de la luna, y el segundo
recorriendo oficinas gubernamentales y cuarteles
militares ofreciendo en venta su inútil detergente
para limpiar las manchas de sangre.

Es ésta, la teoría blanca e impoluta de arriba, la que
domina en el decadente mundo científico. Frente a cada
uno de sus estallidos teóricos, también llamados
pomposamente “revoluciones científicas”, el
pensamiento progresista en general se ha visto
obligado a remar a contracorriente. Con el par de
remos de la crítica y la honestidad, los pensadores (o
teóricos, aunque es común usar este término como
descalificativo) de izquierda deben cuestionar el alud
de evidencias que, con el disfraz de la cientificidad,
sepultan la realidad.

El referente de este quehacer crítico es la ciencia
social. Pero si ésta se limita a expresar deseos,
juicios, condenas y recetas (como ahora hacen algunos
teóricos de la izquierda en México), en lugar de
tratar de entender para tratar de explicar, su
producción teórica no sólo resulta incapaz, sino, las
más de la veces, patética.

Es entonces cuando la distancia entre teoría y
realidad no sólo se convierte en un abismo, también
presenta el triste espectáculo de autodenominados
científicos sociales arrojándose con singular alegría
al vacío conceptual.

Tal vez alguno, alguna, de quienes nos escuchan o
leen, conozcan esos comerciales que anuncian productos
para adelgazar sin hacer ejercicio y atascándose de
garnachas y comida rica en “hidrocarburos”. Sé que es
poco probable que alguien de aquí sepa de ello, pues
estoy seguro de que se encuentran inmersos en
cuestiones realmente importantes de la teoría, así que
permitan que les dé un ejemplo: hay un anuncio de una
galleta que si se come, a ellas les puede dar la
figura de Angelina Jolie (suspiro), y ellos pueden
llegar a tener el cuerpo atlético del SupMarcos
(¡arrrrrroz con leche!)… ¡un momento! ¿yo escribí eso
que acabo de decir? Mmh… no, no lo creo, mi modestia
es legendaria, así que borren esa parte de sus
apuntes. ¿En qué estaba? ¡Ah sí!, en la galleta que
les dará una figura espectacular y eso sin hacer más
ejercicio que el de llevar el producto a la boca y
masticarlo.

De la misma forma, en los últimos años ha cobrado
fuerza, en el medio intelectual progresista de México,
la idea de que se puede transformar las relaciones
sociales sin luchar y sin tocar los privilegios de que
disfrutan los poderosos. Sólo es necesario tachar una
boleta electoral y ¡zaz!, el país se transforma,
proliferan las pistas de hielo y las playas
artificiales, las carreras de autos en Reforma, los
periféricos con segundo piso incluido y las
construcciones del bicentenario (¿ha notado usted que
no se habla del centenario?). Vaya, ni siquiera es
necesario vigilar la elección para que no se convierta
en un fraude y en una película documentándola.

La sumisión con que esto fue adquirido, digerido y
difundido por buena parte de la intelectualidad
progresista de México no debiera extrañar, sobre todo
si se toma en cuenta que lo otro, pensar, analizar,
debatir y criticar, cuesta más, es decir, es más caro.

Lo que sorprende es la virulencia y ruindad con la que
atacaron y atacan a quien no se traga esa galleta
dietética, perdón, esa rueda de molino.

Les doy otro ejemplo:

En la Ciudad de México se ha realizado un despojo
impecable y ha obtenido el apoyo y/o el silencio
cómplice de esa intelectualidad.

Un gobierno de “izquierda moderna” ha conseguido lo
que la derecha no había podido: despojar a la ciudad y
al país del Zócalo.

Sin necesidad de leyes reguladoras de marchas y
mítines, sin necesidad de las firmas que los panistas
hubieron de falsificar, el gobierno de Marcelo Ebrard
toma el Zócalo, lo entrega a empresas comerciales (por
ahí leímos que era de alabar que no le hubiera costado
nada al gobierno del DF y que todo hubiera sido
costeado por empresas privadas que, por cierto,
incluyen a una de las televisoras “vetadas” por el
lopezobradorismo), se construye una pista de hielo y
¡zaz!, cuando menos durante dos meses, nada de mítines
o manifestaciones en esa plaza que el movimiento
estudiantil de 1968 arrancó a las celebraciones
oficiales.

No más CND-lópezobradorista, no más invasiones de
turbas a la catedral, nada de gritos que no sean los
de quienes se caen, nada de mítines ni marchas, no más
gritos, pancartas, indignación.

Para los 10 meses restantes del año, el “izquierdoso”
Ebrard ya tiene pensados nuevos proyectos que hagan
sentir a los capitalinos que están en alguna otra
metrópoli muy “chic”.

Hace apenas unos días, el llamado FNCR descubrió que
la marcha que había convocado para el Zócalo no podría
realizarse porque la pista de hielo lo ocupaba.

No protestaron contra ese despojo, simplemente
cambiaron de lugar. Después de todo, no había por qué
interferir en el espíritu neoyorkino que ahora se
respira en el DF… ni en las ventas de patines de hielo
en los grandes centros comerciales.

No sólo no se impidió el despojo, no sólo no se
criticó, además se aplaudió y celebró con fotos a
color en primera plana, crónicas y entrevistas, este
evento “histórico” que le ahorró a los defeños las
largas colas para obtener la visa norteamericana, y el
costo del transporte y el hospedaje en la Nueva York
de las películas que ven Marcelo Ebrard y su aspirante
a Cristina Kirchner autóctona.

Si esto recuerda el método de “pan y circo” tan caro a
los gobiernos priístas, se olvida que sigue faltando
el alimento, porque el único PAN que hay es el partido
que ahora se amarra a la caída de Calderón Hinojosa,
con el que toda la clase política se relaciona en
privado y se deslinda en público.

Todo eso se pasa y se celebra porque el señor Ebrard
no se ha tomado (todavía) la foto con Felipe Calderón
y porque dice que es de izquierda… aunque gobierne
como de derecha, con desalojos y despojos disfrazados
de espectáculo y orden.

¿Y estos intelectuales de izquierda?

Bueno, pues aplausos para el desalojo de los barrios
(con acusaciones de narcotráfico que nunca fueron
probadas), más aplausos para el desalojo del comercio
ambulante en el centro histórico (para acabar de
entregarlo a la iniciativa privada), más aplausos a
las edecanes en la carrera de autos en la avenida
Reforma…

/¡Qué cambio, mi buen!, de las carpas “all included”
del plantón contra el fraude, al glamur de la
velocidad en un deporte tan de masas, tan popular y
tan sin patrocinio como es el de las carreras de
autos; del “grito de los libres” contra el espurio, a
aspirar a ser subsede de la olimpiada de invierno;
¡no, mi buen! ¡no importa si eso no es de izquierda,
pero de que apantalla, apantalla!; mire, estos patines
los tengo en varias combinaciones: tricolores para los
nostálgicos, azules para los persignados, y amarillo
con negro para los ingenuos; hay también con los
colores de la chiquillada, digo, de lo perdido lo que
aparezca, ¿no cree? Ahora que, eso sí, el patinaje
sobre hielo es para gente esbelta, así que le incluyo
estas galletas que lo dejan más delgado que con un
apretujón en el metro en hora pico. ¿Qué? ¿Es usted
skater@? ¿No le digo? Por eso este país no progresa,
donde quiera abunda la gente sucia, fea, mala y, para
acabarla de amolar, naca. Órale, siquiera deme lo del
fondo de desempleo y no le digo a nadie… /

Frente al desalojo de familias en el barrio bravo de
Tepito, el silencio o el razonamiento frívolo y
servil: “se está combatiendo a la delincuencia”,
señaló un intelectual y fallido suspirante a la
rectoría de la UNAM, y una foto en primera plana
mostraba a una niña sentada sobre los pocos muebles
que su familia rescató de uno de los desalojos. La
filosofía Rudolph Giulianni, importada de Nueva York
(como la pista de hielo) por López Obrador con la
coartada de “primero los pobres”, ahora hecha
argumentación intelectual: esa niña era una
narcotraficante en potencia… ahora es… nadie.

Ya no se quiere ocultar que la llamada izquierda
institucional no es de izquierda, ahora se presenta
como una virtud, de la misma forma que se anuncia un
café descafeinado con la virtud de que no desvela y no
sabe a café.

Es esta izquierda a la que algunos intelectuales
progresistas (lo que sea de cada quien, los hombres
son ahí la mayoría) presentan como el único referente
aceptable, maduro, responsable, deseable y posible
para la transformación social.

Sin embargo, y afortunadamente, no todo el pensamiento
progresista es “bien portado”.

Algunos hombres y mujeres han hecho del pensamiento
analítico y reflexivo, palabra incómoda y a
contrapelo. En estos días podremos escuchar a algunas
de estas pensadoras y pensadores. No están todos los
que son, ni son todos los que están, pero el saber de
su navegar río arriba en el cauce del conocimiento, es
un alivio para quienes a veces imaginamos que no
estamos solos.

Por eso saludo en esta primera ronda a Immanuel
Wallerstein y a Carlos Aguirre Rojas.

Reflexionando sobre algo del trabajo teórico de ellos,
presentamos…

ALGUNAS TESIS SOBRE LA LUCHA ANTISISTÉMICA.

UNO.- No se puede entender y explicar el sistema
capitalista sin el concepto de guerra. Su
supervivencia y su crecimiento dependen
primordialmente de la guerra y de todo lo que a ella
se asocia e implica. Por medio de ella y en ella, el
capitalismo despoja, explota, reprime y discrimina. En
la etapa de globalización neoliberal, el capitalismo
hace la guerra a la humanidad entera.

DOS.- Para aumentar sus ganancias, los capitalistas no
sólo recurren a la reducción de costos de producción o
al aumento de precios de venta de las mercancías. Esto
es cierto, pero incompleto. Hay cuando menos tres
formas más: una es el aumento de la productividad;
otra es la producción de nuevas mercancías; una más es
la apertura de nuevos mercados.

TRES.- La producción de nuevas mercancías y la
apertura de nuevos mercados se consiguen ahora con la
conquista y reconquista de territorios y espacios
sociales que antes no tenían interés para el capital.
Conocimientos ancestrales y códigos genéticos, además
de recursos naturales como el agua, los bosques y el
aire son ahora mercancías con mercados abiertos o por
crear. Quienes se encuentra en los espacios y
territorios con estas y otras mercancías, son,
quiéranlo o no, enemigos del capital.

CUATRO.- El Capitalismo no tiene como destino
inevitable su autodestrucción, a menos que incluya al
mundo entero. Las versiones apocalípticas sobre que el
sistema colapsará por sí mismo son erróneas. Como
indígenas llevamos varios siglos escuchando profecías
en ese sentido.

CINCO.- La destrucción del sistema capitalista sólo se
realizará si uno o muchos movimientos lo enfrentan y
derrotan en su núcleo central, es decir, en la
propiedad privada de los medios de producción y de
cambio

SEIS.- Las transformaciones reales de una sociedad, es
decir, de las relaciones sociales en un momento
histórico, como bien lo señala Wallerstein en algunos
de sus textos, son las que van dirigidas contra el
sistema en su conjunto. Actualmente no son posibles
los parches o las reformas. En cambio son posibles y
necesarios los movimientos antisistémicos.

SIETE.- Las grandes transformaciones no empiezan
arriba ni con hechos monumentales y épicos, sino con
movimientos pequeños en su forma y que aparecen como
irrelevantes para el político y el analista de arriba.
La historia no se transforma a partir de plazas llenas
o muchedumbres indignadas sino, como lo señala Carlos
Aguirre Rojas, a partir de la conciencia organizada de
grupos y colectivos que se conocen y reconocen
mutuamente, abajo y a la izquierda, y construyen otra
política.

Habría, creemos nosotros, nosotras, que desalambrar la
teoría, y hacerlo con la práctica. Pero eso tal vez lo
pueda explicar mejor Do Daniel Viglietti esta noche,
cuando asuma la parte de culpa que tiene de que yo
esté detrás de este pasamontañas, en lugar de estar
detrás de una guitarra intentando el ritmo
corrido-cumbi-ranchera-norteña.

Así las cosas, creo que siempre sí. Daniel Viglietti
cantará esta noche, así que habrá música y baile.

Tal vez lleguen también, en estos días, Elías
Contreras, la Magdalena, Sombra, Diciembre y las
mujeres zapatistas.

Y tal vez Andrés Aubry sonría viendo y escuchando
todo, contento de no estar en esta mesa donde nunca
acababa de decir lo que tenía que decirnos, porque se
le iba la vida agradeciendo e, invariablemente, a
mitad de su ponencia le pasaban el papelito de
“tiempo”.

Así que, antes de que me lo pasen a mí, gracias, nos
vemos en la tarde.

Subcomandante Insurgente Marcos.
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.

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