viernes, 14 de diciembre de 2007

Feminismos en San Marcos: Hablando de saberes impertinentes

FEMINISMOS EN SAN MARCOS: HABLANDO DE SABERES IMPERTINENTES
A propósito del diálogo entre Sonia Álvarez y Rocío Silva-Santisteban

Alvaro Campana Ocampo

A propósito de la llegada de Sonia Álvarez, intelectual y activista feminista, estudiosa de los movimientos sociales latinoamericanos de la Universidad de Massachussets, el Programa Democracia y Transformación Global realizó desde su Proyecto Género y Poder junto a otras organizaciones Las Jornadas Feministas con Sonia Álvarez. Junto con la Cátedra desarrollamos una de las Jornadas en la Facultad de Ciencias Sociales en un intercambio que de ser planteado a dos voces con Rocío Silva Santisteban, derivó en un diálogo de los diversos colectivos feministas, de docentes y estudiantes preocupadas y preocupados por el tema. Aquí algunas ideas surgidas de esta reunión realizada el 20 de noviembre.

Una constatación inicial: la similitud entre la situación de los “estudios de género” en la Universidad de San Marcos y en la Universidad Católica. En ambas casos con una leve inserción y tradición y en un proceso de repliegue debido a la hegemonía de orientaciones conservadoras con diferente signo: en San Marcos convertida en estudios ligados a las “políticas de infancia” por una gestión que se autodenomina de posición crítica y de izquierda. En la Católica ante el avance del Opus Dei, su minimización para no provocar a este sector conservador.

La llamada perspectiva de género, una edulcorada versión del feminismo académico y político, de hecho causa escozor a pesar de su despolitizada presencia. Hablemos en particular del caso sanmarquino. Como bien afirma Sonia Álvarez, la perspectiva de género ha implicado una utilización de las reivindicaciones feministas para orientarlas de manera perversa a paliar los efectos de las reformas estructurales neoliberales, así como reforzar el rol subordinado de las mujeres articulándolas sin embargo a las dinámicas de acumulación capitalista, a través de capacitaciones para el empleo, políticas “familistas” en las que se reproduce su subordinación y dependencia al esposo, etc.

Sin embargo, esta crítica surgida del propio feminismo militante no es el punto de partido del escozor aludido: lo es una cultura política que tras su apariencia de izquierda y en nombre de la prioridad de la “lucha de clases”, es bastante conservadora, no asume el carácter patriarcal del capitalismo, naturalizando la idea burguesa de familia y el sometimiento de las mujeres, a ser superado en un futuro próximo (tras el triunfo de la revolución). Mientras, a la imagen y semejanza de los gobiernos ultraliberales, la Maestría de Género” en San Marcos, es transformada en “Género y Políticas de Infancia”.

Esta “izquierda” no parece haber entendido que las sociedades tienen un carácter histórico al igual que sus instituciones, y que hay otras formas de opresión que se naturalizan bajo la lógica del modo de organización social predominante. Las identidades de género, al igual que las identidades culturales, fueron construidas históricamente para naturalizar el dominio de “varones” sobre “mujeres”, de una cultura sobre las otras, sobre la base de instituciones como la actual forma predominante de familia. La dominación construida sobre esta naturalización de las identidades de género y los roles atribuidos a las mismas fueron siempre funcionalizados a las características de la sociedad capitalista y a todas las formas de dominación que articula.

¿A qué se debe esta ceguera y conservadurismo de “izquierda”? Podemos ensayar diversas explicaciones pero no hay el espacio suficiente y en todo caso es un tema sobre el cuál debemos seguir discutiendo. Una interpretación clásica nos servirá para esta discusión: la tradición eurocéntrica, ortodoxa y autoritaria de nuestra izquierda, de matriz estalinista, muy lejana por supuesto de la tradición mariateguiana, abierta a las teorías diversas para el enriquecimiento de la teoría revolucionaria. De hecho, las teorías feministas en sus diversas variables, desde la epistemología pasando por la teoría, nos han dado herramientas potentes para desarrollar una crítica profunda a las relaciones de dominación de las que se ha alimentado también los trabajos de feministas marxistas.

Habiéndonos explicado aunque sea inicialmente la impertinencia de los saberes feministas, continuamos con lo discutido en la Jornada Feminista. Otro de los puntos que además atraviesa las discusiones, debates y proyectos dentro de los grupos feministas y la propia izquierda es: su relación con el conjunto de la sociedad, las apuestas autónomas y las políticas frente a los espacios institucionales. En este sentido se resaltó en primer lugar la necesidad de desarrollar una crítica de las relaciones entre saberes populares y saberes académicos. Esto a propósito del disciplinamiento de la academia y de las políticas de género diseñadas por expertas desde las instituciones nacionales o globales, al margen del movimiento de mujeres y, separado de las experiencias de las grandes mayorías.

Urge establecer nuevas formas de traducción y reconocimiento de los diversos saberes, de innovar en las tareas pedagógicas, de abrir la universidad realmente a los sectores populares, en especial a las organizaciones de mujeres. Esto nos lleva a la tarea de redefinir el papel de la intelectual militante, del activista formado en la universidad y comprometido con la lucha feminista y alterglobalizadora que a la vez va aportando a la transformación de la propia institución universitaria en pleno proceso de privatización.

Así, llegamos a otro punto de discusión: el de los activismos feministas en la universidad y su relación con la institucionalidad. Fueron determinadas condiciones institucionales las que permitieron por lo menos el desarrollo inicial de espacios académicos desde la perspectiva de género en San Marcos. Estas condiciones no son posibles si es que no se tienen apuestas a gestionar lo institucional. En este sentido, además de la formación y la investigación, del activismo, de la interrelación necesaria con las organizaciones sociales fuera de la universidad es pertinente pensar en ocupar los lugares de decisión.

El aporte de la política feminista para los proyectos emancipatorios es crucial, por ello no debe sorprendernos que sea impertinente, insumisa a los designios de una “izquierda” autoritaria y de los fundamentalismos religiosos.

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