jueves, 2 de setiembre de 2010

Un movimiento político indígena autónomo, no autista


Por Alvaro Campana Ocampo

En un reciente artículo Roberto Espinoza escribe sobre la necesidad de una propuesta política indígena autónoma. Encontramos en el varias coincidencias con nuestras opiniones y apuestas: ¿hace falta una organización política autónoma? desde luego que sí, y desde Tierra y Libertad hemos considerado siempre imprescindible y hemos mirado siempre con mucho respeto las iniciativas de la organización política indígena autónoma. En principio, porque estamos convencidos de la pluralidad y diversidad en la que se mueve el campo popular; en segundo lugar, porque asumimos el carácter estratégico (y el alcance civilizatorio) del discurso y práctica indígenas para construir una alternativa a la crisis profunda en la que vivimos; y, en tercer lugar, porque toda autonomía individual y colectiva son fundamentales para construir proyectos de transformación social. Sin duda, los indígenas en el Perú son como ya lo había advertido José Carlos Mariátegui, y como lo afirma Roberto en su artículo, una columna fundamental para refundar el país.



El problema es cuando su análisis y sus argumentos expresan un análisis lineal y maniqueo que no parecen afirmarse en la autonomía sino en un sectario autismo. En este sentido, para afirmar la urgencia de la autonomía Roberto se despacha contra el "izquierdismo", el "aranismo" metiéndolos incluso en el mismo saco del "Toledo-Karpismo", que no tendrían sino un carácter aventurero y una apuesta instrumental con el movimiento indígena. Lejos de haber superado la vieja lógica del "marxismo leninismo" Roberto evidencia las características de nuestra vieja cultura política de izquierdas (que sin embargo, también debe tener características positivas), tendiente al vanguardismo iluminado que pretende tener la verdad absoluta, al salvo mi proyecto todo es ilusión, mentira o manipulación; es decir, a una política que no tiende puentes y no busca construir una hegemonía que articule lo diverso, que no asume un enfoque procesual de la realidad asumiéndola como compleja, contradictoria, ambigua y múltiple contribuyendo además a que se tengan visiones limitadas de los procesos de transformación en los que ha estado inmerso el movimiento indígena en América Latina.

Efectivamente, qué sería del movimiento indígena si no hubiera sido capaz de mantener su autonomía y sus apuestas estratégicas en el Ecuador de mano de la CONAIE y ECUARUNARI, pero que sería también si es que en diversas oportunidades los indígenas ecuatorianos no hubieran tendido puentes a los actores plebeyos y populares del Ecuador avanzando en la perspectiva de construir no sólo un Estado plurinacional, sino además intercultural que incluya a los "otros" dentro de su proyecto político. Traiciones, derrotas, errores, complejidades, ambigüedades hay en la ruta, por supuesto. De hecho el movimiento indígena ha pagado caro su aprendizaje, pero esto ha sido la base para impulsar un proceso de transformación que mal que bien, con sus continuidades y sus rupturas, sus virtudes y limitaciones, se viene implementando en el Ecuador. En ese contexto, el movimiento indígena ecuatoriano tiene la tarea de criticar diversos aspectos de la "revolcuión ciudadana", y buscar la radicalización de un proceso que ni mucho menos es propiedad del correísmo. Tal vez lo que más podemos haber aprendido muchos del movimiento indígena ecuatoriano es que no hizo de la autonomía, autismo; hizo de ella capacidad de dialogar con toda la sociedad ecuatoriana.

Asumimos plenamente la necesidad de una perspectiva post extractivista, es decir de superar la reproducción de un modelo primario exportador extractivista agresivo con la naturaleza y los pueblos que está presente incluso en los llamados gobiernos progresistas del sub continente sólo que con elementos de redistribución, y no sólo de un tibio "desarrollo sostenible" que sé Roberto nos ha endilgad. Sin embargo, es preciso considerar lo que muchos de los más radicales pensadores latinoamericanos inscritos en la perspectiva post extractivista consideran un problema (en el sentido del desafío): la urgencia de ir construyendo una propuesta de transición hacia un modelo post extractivista.

En este sentido, contra lo que Roberto argumenta existimos otras propuestas políticas que coincidimos sustancialmente con las propuestas indígenas, y las asumimos nuestras como la necesidad de un Estado Plurinacional y la urgencia de ir hacia una democracia más sustantiva que en el Perú ha tenido base en las comunidades y en diversas prácticas sociales no sólo de los indígenas, sino de los trabajadores y las mujeres y los pobladores; pero eso no significa que buscamos sustituir a los indígenas.

Creo que lo importante es discutir y plantear que deberíamos avanzar y caminar entre las diversas fuerzas populares en torno a lo que nos une y no sólo partir de lo que nos divide. Además, porque también hemos compartido cosas negativas que debemos superar, criticar y contra las que debemos luchar: la política caudillista no sólo ha sido patrimonio de los políticos criollos o izquierdistas, ha sido una práctica destructiva dentro de muchos espacios indígenas en el Perú.

Hoy muchos de los que estamos apostando también legitimamente por un proyecto de izquierdas diverso, popular, renovado, no incorporamos solamente por moda muchas de las propuestas de los movimientos indígenas, sino porque estamos convencidos que tanto la emancipación (un ideal ilustrado del que hace parte del socialismo), la lucha por la justicia social y ecológica, y una crítica de alcance civilizatorio que replantea nuestra relación con el mundo y quienes lo habitan, de los valores e imaginarios que configuran nuestra existencia, encuentra posibilidades de materialización en lo indígena.

Hay una gran tarea por delante para arrancar del mito del progreso a miles de trabajadores y trabajadoras explotados, discriminados por su cultura en las ciudades, que se han transformado en "emprendedores" y han hecho su causa de vida el éxito material y aceptado pasivamente las lógicas del mercado y la privatización de la vida entera. Esto implica abrir un diálogo con la diversidad de lo popular en el Perú que no se asume necesariamente indígena, con las mujeres, con los trabajadores. Esta es una tarea que podría ser asumida desde una izquierda que debe renovarse, desde un movimiento político indígena que asume plenamente la interculturalidad y la diversidad como fundamentos de su práctica.

¿ingenuidad? No. Y no debemos dejar de plantear también, y fuertemente las diferencias, y desarrollar las críticas y seguramente incluso zanjamientos, pero que eso no se confunda con una perspectiva que se orienta a pensar que sólo lo que nosotros creemos es lo correcto, reemplazando "al proletario" por "el" " indígena" como único sujeto para la transformación, como han hecho muchos conversos marxistas-leninistas que encontraron –y bien por ellos- un potente actor en los movimientos indígenas, desdeñando las otras luchas y dejando de lado el cultivo de la diversidad.

Ojalá que pronto se constituya ese proyecto político indígena que tanto necesita el Perú para iniciar un proceso de transformación. Este es el deseo de un militante de Tierra y Libertad que sabe que su proyecto político es una corriente más en el cauce de ese río profundo y rico en el que tienen que constituirse las fuerzas del cambio.

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