miércoles, 26 de mayo de 2010

PIZANGO Y LOS HUMILLADOS Y OFENDIDOS DE SIEMPRE


Estamos a unos días de cumplirse un aniversario del Baguazo, ese momento terrible que le costó la vida a decenas de peruanos, entre policias e indígenas. El día de hoy ha regresado de su exilio el lider de AIDESEP Alberto Pizango, siendo detenido "por los presuntos delitos de secuestro, sedición y por incitar disturbios durante los hechos del Baguazo en junio del año pasado" según el Diario El Comercio. Ayer observaba los comentarios en www.peru.com frente a la notica del posible regreso de Pizango, y en varios se decía "Pizango directo a Lurigancho", otro "Ya me tiene huevón este indio de mierda!" Y cabe preguntarse ¿qué hemos aprendido de lo ocurrido?´¿qué ha significado para el país lo sucedido?

Hace casi un año, miles de personas se sintieron indignadas con la masacre. Todavía se recuerda al padre del mayor Bazán considerando responsable de lo sucedido al gobierno y su deseo de que hechos como estos no se repitan. Queda grabado el desprecio del presidente de la República contra estos peruanos y peruanas. Y, auqnue como siempre esto es invisible, en miles de pobladores de la selva quedan grabados también los días de persecusión contra las comunidades y sus líderes, y el ejército y la policía actuando como fuerzas de ocupación.

Hoy estamos con que se celebrará el día del ron, y a pesar de haberse demostrado que lo justo era que se les consulte a los pueblos sobre lo que se haría en sus territorios, en ese sentido se acaba de aprobar la Ley de Consulta en el Congreso en el marco de la OIT, se pretende hacer creer a la opinión pública que estos hechos son producto de la barbarie y violencia de los "salvajes". No nos dicen que seguramente muchos de los proyectos hidrocarburíferos son parte de los "faenones" y de esta política depredadora que implementa el gobierno. Que la ineptitud de la Ministra del Interior de entonces, Mercedes cabanillas, y los mandos policiales hicieron posible la carnicería, y que el apologista de la violencia hace rato es el propio señor García. Y, finalmente, es detenido el señor Pizango como si fuera el responsable de las políticas colonialistas, racistas y violentas que han caracterizado al Estado peruano en su relación con los pueblos indígenas.

El señor Pizango no es ningún hombre perfecto. Aún están vivas las diferencias dentro de las propias organizaciones indígenas por la forma de conducir el movimiento o el hecho de que muchos se hayan sentido traicionados con su exilio, mientras muchos dirigentes, incluso con balas en el cuerpo como santiago Manuin daban la cara aquí. No faltan quienes quieren convertir a como de lugar a Pizango en su candidato a la presidencia, apuntando algunos por fin construir una representación política de los indígenas peruanos, como tampoco faltarán los oportunistas de siempre. Pero, al margen de todo, es necesario que nos solidaricemos con Alberto Pizango, quien es en este momento el rostro de los humillados y humilladas, de los ofendidos y las ofendidas de siempre en el país. Esta solidaridad que debe conjurar el racismo y autoritarismo de la cultura peruana, exacerbada hoy por la profundización de las brechas sociales y culturales que genera el neoliberalismo; solidaridad que debe mostrarle a quienes viven obnubilados, sobre todo en Lima y algunas ciudades, con el espejismo del progreso neoliberal, que este "indio de mierda" tiene dignidad, y que esa dignidad es la de los que muchas veces han sido vencidos, pero que tarde o temprano vencerán.

1 comentario:

Urpi dijo...

Alvarito cuanto me alegra leerte y te reenvio algo que escribio Pedro. Abrazos. Gaby
La fuerza de la Anti-crítica (O el significado puro del desconocimiento)
Frente a una hoja en blanco veo morir la ilusión. Me creo un tipo bien informado hasta estar frente a una hoja en blanco que pide de mí una reflexión coherente, militante y combativa. Siento que fueron inútiles mis horas de biblioteca, siento que fueron inútiles los codos que gasté sobre el diario o la revista, siento que la banalidad de mis fuentes acalambra mi pesado y arrítmico movimiento intelectual. Me queda la retórica como recurso, fiel herramienta de los muchos que quieren prostituir el pensamiento de la consciencia. ¿No es acaso esa retórica de bajo fuselaje la que nos ha llevado a contemplar, de faldas y de pantalones cortos, de pechos al descubierto y de mejillas coloradas, el troyano espectáculo de regar con sangre la sangre ya derramada? Mi traje de revolucionario está impoluto en el armario de mi vergüenza, pero de alguna manera quiero hacerme presente en este acto y tal vez tímidamente gritar: ¡Soy un indígena al que han matado! ¡Soy un policía al que ordenan matar! ¡Soy un pueblo al que quieren emborrachar!
No son investigaciones, simplemente son noticias. No es indignación, simplemente son opiniones que saben respetar claramente las fronteras de lo establecido. ¿Cuándo se empezará a cuestionar la información de nuestros informantes? ¿Cuándo dejaremos el lugar común del insulto que, como botella que es lanzada al mar, nunca llegará a su destino a tiempo? ¿Cuándo cambiaremos la postura por la acción? ¿Cuándo nos dejaremos de reunir en el muro de los lamentos para reunirnos en el espacio de las propuestas? Sé. Somos muchos y lo peor de todo es que no estamos revueltos. Como toros que entran a la plaza, como corderos que siguen el rebaño, creemos que somos individuos, unidades suficientemente capaces de cuidar el cuero propio. Nuestra infinita inocencia regocija a nuestros verdugos, que seguramente celebran el florecimiento de la diferencia, institución que legitimamos día a día al querer representar monólogos de vida, monólogos de pensamiento, frías carreteras rectilíneas que acaban en un paradero programado.
Felizmente, pueblo que sabe mantener nuestra historia viva y presente, existe un grupo de hombres que nos enseña que es posible estar revueltos y resueltos. No cuestiono sus motivos, porque la verdad estoy mal informado. No saludo su violencia, porque la verdad prefiero quedarme flotando seguro en la balsa de la opinión correcta. Pero sí, me atrevo a brindar, no con ron por supuesto, por esos indígenas muertos, que en realidad soy yo muerto, hasta que mi consciencia, alejada del vicio de la prostitución inducida, me reviva.
Con el perdón de las prostitutas no retóricas, que tan ardua labor realizan.
Por la memoria de los policías que perdieron el cuero siguiendo el rebaño.
Por todos los presentes y más aún por los nos presentes.
Pedro Efraín Salas Cárdenas Por Bagua.