viernes, 22 de junio de 2007

EL CUERPO, EL PODER, LA CIVILIZACIÓN Y LA BARBARIE

EL CUERPO, EL PODER, LA CIVILIZACIÓN Y LA BARBARIE

I

Giorgio Agamben en un libro denominado Profanaciones tiene un pequeño texto en el que nos habla del Genius, dios joven al que adoraban los romanos cuando alguien nacía y que representaba esa fuerza que es la más íntima que tenemos y sin embargo también lejana y que nos permite ser alguien en particular en medio de una fuerte tensión entre eso que nos es innato y nuestro destino en particular, como una zona insondable y a la vez muy nuestra. El cuerpo, lo físico, es parte de esto, de esa tensión de algo que nos es tan propio y sin embargo a la vez tan lejano e incontrolable, es decir es en principio algo constitutivo de nosotros y a la vez somos concientes de que está más allá de nuestra conciencia. Para Agamben esto es una dimensión sagrada, misteriosa de lo humano.

Me parece importante tomar esta idea para reflexionar sobre nuestra relación con el cuerpo y por ende con nuestra sexualidad, que va más allá de él. Nuestros cuerpos son repositorios de muchos significados que van evidenciando además el tipo particular de sociedad en que vivimos, las relaciones de poder que en esta se construyen y que se van expresando en la forma física que este va tomando. El castigo sobre el cuerpo hasta la mutilación, el control del mismo, de sus pulsiones vitales son muestra esencial de cuan humano es y a la vez cuan complejo puede resultar.

La perspectiva de género ha tenido que lidiar permanentemente también en una tensión que pareciera naturalizar la sexualidad entre lo biológico y la construcción social y cultural que es en realidad la que le da significaciones al cuerpo y sus características. A la vez de esto, nos ofrece una mirada que podría permitirnos comprender un lugar fundamental en el que se expresan y constituyen las relaciones sociales y el conjunto de relaciones de poder. Y en esta perspectiva, como no, confluyen por tanto distintas tradiciones disciplinares y teóricas como el psicoanálisis, el marxismo, el feminismo.

De hecho, lo trabajado por Norbert Elias y Michael Foucault nos va mostrando como es que la actitud ante el cuerpo –y la forma en que encaramos la sexualidad- hace parte y es expresión justamente de esos vínculos sociales, de las relaciones sociales, de toda una forma de saber y de un imaginario que van constituyendo la conciencia de los grupos sociales, de sus instituciones y sus normas y a la vez como estos van constituyendo también esos vínculos más allá de la conciencia misma, y como ese más allá permanece como estado latente y terrible, como lado inconciente.

Esta perspectiva nos permite comprender varias dimensiones de la sociedad y sus supuestos dualismos: la relación entre lo inconciente y lo conciente, entre lo racional y lo irracional, entre lo privado y lo publico, entre lo individuado y lo colectivo, entre las mujeres y los hombres.

Y es interesante como, sin embargo, sus reflexiones pueden caminar en un filo extraño que muchas veces los encuentra y otras parece separarlos y hasta oponerlos:

Norbert Elias ve “civilización”, pacificación de la existencia a través del autocontrol de los impulsos, sin negar por supuesto el costo psíquico que implica y que se convierte en neurosis, emergiendo una sociedad más racional, una sociedad donde surge más claramente el individuo, donde se define el espacio de lo público y lo privado, en la que son fundamentales las normas introyectadas por las personas para la convivencia y que se expresan en sus formas institucionales, en la que se superan las jerarquías y se van generando relaciones más horizontales entre ciudadanos, y se va asentando un equilibrio de poderes entre los sexos en el que van teniendo cierta igualdad.

Michael Foucault sin embargo ve en la sociedad moderna, la emergencia de formas de poder más sofisticadas, de una sociedad en la que el castigo al cuerpo directamente ha sido reemplazado por tecnologías de represión que son introyectadas desde nuestro imaginario y que no son por ello menos dolorosas, en una sociedad de control en función de la reproducción capitalista, con una razón excluyente –que toma formas brutales de irracionalidad- que va generando normas, discursos que jerarquizan y multiplican las asimetrías de las relaciones de poder a través de lo que se considera anormal y esto también en y desde sus expresiones institucionales. Aquí el individuo prácticamente desaparece para pasar a ser un conjunto de identidades fragmentadas, lo público y lo privado pueden confundirse al invadir “lo público” -más bien lo externo-, la dimensión más privada. La relación entre las mujeres y los hombres, o más bien entre los géneros, es evidencia del disciplinamiento, de la violencia y del control según patrones de normalidad.

¿Cómo explicar que autores que toman en consideración puntos de partida comunes, es decir esta importancia de lo corporal y su significación cultural y social, puedan desembocar en dos miradas tan diferentes? Tengo la impresión de que son dos caras de una misma moneda, que efectivamente nos permiten ver dimensiones de la realidad que se pueden encontrar y se pueden resumir en esta famosa frase de Walter Benjamín: “todo documento de civilización es también un documento de barbarie”. Esto explica porqué la civilización fue capaz, en un momento de racionalización de la barbarie nazi, de la dominación colonial, de la violencia y la desigualdad que hoy nos aqueja y de la crisis histórica en la que vivimos.

II

Ambas perspectivas nos permiten profundizar nuestra comprensión del poder y de la construcción de las identidades de género y de cuan fundamental es comprender este aspecto para poder abordar asuntos fundamentales de nuestra sociedad y lograr una mirada profundamente crítica y a la vez aportar en una perspectiva emancipatoria. Y, no sólo eso. Pero, el asunto se complejiza más por las características de nuestra sociedad y sin embargo nos permite tener una mirada profunda desde nuestra sociedad poscolonial, periférica y poco “civilizada”. Nos plantea una serie de problemas y preguntas que debemos resolver desde una mirada histórica.

Nuestra sociedad limitadamente civilizada -podríamos decir desde la mirada de Norbert Elias-, con fuertes características tradicionales, premodernas dirían otros, nos permite relativizar y a la vez usar las herramientas teóricas propuestas. En efecto, cómo explicar nuestras dificultades para constituir una república de ciudadanos, con relaciones de equidad, pacificada y cómo construir a la vez, sobre esto, una sociedad más saludable, orientada no por la lógica normalizadora y disciplinante del poder, sino basada en el respeto a la diferencia, que resignifica la noción de comunidad es una de las tareas a las que puede aportar la reflexión histórica desde una perspectiva de género. No sólo se trata de la introyección de ciertos valores y normas y su consecuente expresión y reproducción a través de la institucionalidad, además que esto es difícil por la composición multicultural de nuestro país.

En el Perú hasta hace unas décadas la violencia directa contra el cuerpo y el ejercicio de la violencia generalizada, con un Estado débil, eran una realidad cotidiana expresada en los señores de “horca y cuchillo” con características que nos recuerdan a la sociedad precortesana (a la quealude Elias en su libro La sociedad Cortesana), una sociedad donde la fuerza es ejercida por muchos, donde los espacios “públicos” eran propiedad de los dueños de la tierra. Un estertor brutal de esto fue la violencia política vivida en nuestro país en las décadas de los ochentas y noventas.

Hoy, sin embargo, hay una mayor presencia del Estado, dicen que está modernizándose y de hecho una de las mayores preocupaciones es su institucionalización y el respeto de las normas, no obstante constatamos como más bien se vuelve a patrimonializar el Estado en función de los intereses privados y, las elites –si así las podemos llamar-, siguen reproduciendo un esquema basado en la jerarquización y la exclusión propios de sociedades premodernas. Esta persistencia es algo que requiere ser explicado, y sabemos que no es necesariamente privativo de los países “poco civilizados”.

Nos parece que hay que hacer un trabajo de investigación desde la perspectiva apuntada, utilizando las herramientas que nos proponen nuestros autores para dar cuenta de estos procesos y abordar estas preguntas y problemas. ¿Cómo es que los comportamientos han ido cambiando en nuestro país y cómo estos se abordan desde una perspectiva multicultural? ¿Cómo se han ido constituyendo los equilibrios de poder entre los sexos? ¿Cómo se produce el proceso de individuación en un país con una fuerte raigambre colectiva? ¿Cómo se va construyendo un sentido de lo público como espacio de reconocimiento entre iguales con tantas reminiscencias estamentales?

III

El paso a la sociedad moderna, el proceso de civilización, significó la represión de las funciones vitales del cuerpo o en todo caso la modificación de sus relaciones con el mismo expresándose esto en la higiene, en el control de las necesidades fisiológicas, en las formas de comer, entre otras cosas, mostrando el surgimiento de una sociedad nueva en la que se ve que existen unos otros que tienen una mirada que hay que considerar, en la que aparecen los espacios públicos, y se produce una noción más clara de lo privado y de lo individual.

Hoy, se muestra que esta tendencia continúa y expresa también el proceso de racionalización y artificialización que va produciéndose en la sociedad. Las relaciones entre las personas se han complejizado mucho más, e incluso han aumentado su carácter virtual. Pero, también se observa una tendencia de vuelta a “lo natural”, es decir, aparentemente este proceso de racionalización y artificialización limitaron los códigos de comunicación respecto a las dimensiones afectivas y sensoriales y se muestra una relajación de esa represión y control de los impulsos. Y esta relajación de los impulsos se realiza cada vez más en espacios privados y sin embargo también cada vez más públicos. Las formas de identificación de los géneros se han transformado superlativamente, apareciendo otras posibilidades de identidad y de prácticas de la sexualidad.

Vivimos un momento de cambios profundos de nuestras sociedades. Michael Hardt y Toni Negri en su libro Multitud hacen referencia a un momento histórico de la humanidad en la que aparecen los mounstruos como Frankenstein, los Vampiros entre otros que expresaban justamente las mutaciones sociales, la relación con esa artificialización creciente que permite revivir un cuerpo muerto pero también el erotismo desbordante del vampiro que muerde el cuerpo tanto de hombres como mujeres.

Al parecer los patrones de comportamiento están cambiando radicalmente en la medida en que los Estados van perdiendo su soberanía y el mercado va expandiendo su lógica a todo “el mundo de la vida”, en el que los espacios se van redefiniendo en una lógica cada vez más global y a la vez cada vez más privada. Los procesos de producción y reproducción social cada vez más están estrechamente vinculados y hacen parte de circuitos integrados. La posibilidad de constituir una ciudadanía global y a la vez de reproducir a mayor escala y hasta los últimos rincones del planeta las lógicas jerarquizantes que impone la sociedad capitalista también es un posible camino.

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