viernes, 22 de junio de 2007

el método indicial y la perspectiva crítica

Alvaro Campana Ocampo

“... si lo concreto es múltiplemente determinado, entonces no puede ser mensurable por un solo parámetro de medida, ni puede ser pensado como efecto de una sola causa (o conjunto simple de ellas). Si lo real-múltiple es habitualmente simplificado en el concepto, es decir, si el entendimiento “abstrae” y esquematiza la complejidad del real, es tarea del pensamiento crítico... advertir permanentemente sobre los peligros de esta tendencia, y procurar no ejercer ese poder “unidimensionalizador” de la conciencia sobre el real. Sztulwark

“Dios es una sustancia con infinidad de atributos, cada uno de ellos manifiesta una esencia eterna, infinita y de existencia necesaria” Spinoza

Hoy se habla ligeramente de lo posmoderno, más quienes no tienen ni idea de lo que significa la modernidad y la posmodernidad en términos filosóficos, culturales y políticos. La posmodernidad es una supuesta nueva época en que se han puesto en cuestión los llamados macrorelatos, las perspectivas estructurales, la racionalidad a través del relativismo cultural y diversos aspectos de naturaleza epistemológica: pretende ser pues la superación de la modernidad - sensibilidad, época marcada por la racionalidad científica y técnica orientada por valores construidos en las sociedades occidentales de matriz judeo-cristiana -.

Estas críticas han sido tomadas de manera esquemática y simplificada por quienes han visto en este ataque solamente una banalización o la ideología del neoliberalismo. La cosa no es tan simple. La crítica a la modernidad y su proyecto, sea planteando su total superación o simplemente la recuperación de sus fundamentos emancipatorios, no es reciente y no sólo se ha desarrollado ni mucho menos desde perspectivas conservadoras. En este sentido muchos han evidenciado la articulación que habría entre la sociedad capitalista y la ciencia moderna como su sustento; la racionalidad instrumental como herramienta que ha aplastado el aspecto más reflexivo y crítico de la modernidad y que ha producido una exacerbación de la racionalidad técnica, relacionada con la sociedad industrial; con el mito del progreso, traducida en la supuesta existencia de sociedades premodernas (las no occidentales, las atrasadas en el camino progresivo y unilineal de la historia) a las que habría que “modernizar”, lo que se ha expresado en realidad en la justificación del dominio del hombre, de otras culturas, de la naturaleza hasta llevarla al colapso, construyendo una perspectiva etnocéntrica y colonialista. Nosotros consideramos que hay muchos aportes, dentro de las corrientes posmodernas, que nos pueden ayudar a replantear o a superar el proyecto moderno, recuperar y repotenciar una razón crítica que descubra los mecanismos del poder y que nos permita construir una sociedad más emancipada. Esto no quiere decir que no consideremos que en muchos casos, en efecto, se erigen como fundamento ideológico para mantener el orden establecido y que nos llevan sólo a los callejones sin salida del escepticismo y el relativismo absoluto.

Podría preguntársenos ¿qué tiene que ver esto con la historiografía, nuestra disciplina?. Al parecer mucho, pues se ha hecho común despotricar y descalificar a los contrincantes políticos o a las perspectivas historiográficas renovadoras metiéndolas a todas en el saco de la “posmodernidad”. Esto no quiere decir que no puedan existir muchas razones para desconfiar de la posmodernidad, sin embargo no basta con estigmatizarla, sin ver su contenido. Finalmente tal vez sea, como dice Latour, que la modernidad, la posmodernidad y lo premoderno nunca existen en estado puro, o simplemente nunca han existido.

Estos debates y estos temas también tienen su expresión en la historiografía, en sus fundamentos epistemológicos, teóricos y metodológicos. El historiador francés Roger Chartier, por ejemplo, afirma que estamos viviendo tiempos de incertidumbre, de desafíos y cuestionamientos a lo que hasta hoy ha sido la disciplina históriográfica: “Los paradigmas dominantes, que se buscaron en los marxismos o en los estructuralismos así como en los usos confiados de la cuantificación, pierden sus capacidaddes estructurales (...) La historia, que había establecido una buena parte de su dinamismo en una ambición federativa, no se ha salvado de esta crisis de las ciencias sociales.”[i] Citando a Harlan nos dice que “El retono a la literatura ha sumido a los estudios históricos en una extendida crisis epistemológica, ha cuestionado nuestra creencia en un pasado inmóvil y determinable, ha comprometido la posibilidad de representación histórica y ha socavado nuestra habilidad para ubicarnos a nosotros mismos en el tiempo”[ii]

La historiografía antes de esta crisis desarrolló rápidamente avances, en problemáticas, aspectos teóricos metodológicos, - después de la hegemonía positivista - pero todavía era vista con desdén llegando muchos a considerarla como no científica. Fue una época de expansión, sobre todo por la pretensión "imperialista" de la historiografía impulsada por la llamada Escuela de los Annales, y luego por el desarrollo explosivo y desbordante de la historia social.[iii] Sin embargo, la historiografía seguía conteniendo una paradoja: Por un lado existía una orientación que buscaba seguir el modelo de las ciencias naturales, "exactas", que partía de la tradición de distinguir las llamadas dos culturas en la ciencia, en la que el estudio sobre lo humano y lo natural eran contrapuestos, siendo el supuesto defecto del primero la preponderancia de lo singular y cualitativo por lo que había que ir tras los pasos del segundo caracterizado por la generalización y la cuantificación, el camino de la auténtica "ciencia". Por otro, que no se llegó a avanzar consistentemente en una formulación teórica mínima, incluso muchos historiadores seguían anclados en las formas tradicionales de hacer historiografía. No existían – como lo apunta Aróstegui[iv]- aún suficientes reflexiones sobre estos aspectos y ya rápidamente muchos historiadores se acogieron a la nueva moda, la historia es pura literatura, es pura narración. Esta ha sido una de las salidas, que no compartimos, de las respuestas ante esta crisis epistemológica. Pero, sin embargo no ha sido la única y es aquí donde debemos tomar en consideración el método indicial que defiende Carlo Ginzburg, un historiador italiano, impulsor de la microhistoria.[v]

Creemos que esta perspectiva tiene elementos para replantear los paradigmas en los que se ha desenvuelto la historiografía, así como para superar la crisis. Y este replanteamiento puede tener un sentido crítico frente a la propia modernidad, cuya mayor expresión en este momento es la sociedad capitalista y dentro de cuyo marco ha estado también encerrado el propio socialismo. Como lo muestra Ginzburg, el método indicial fue en algún momento preponderante hasta que fue desplazado por la empobrecedora racionalidad cuantificadora y simplificadora originada en el pensamiento platónico, luego desarrollado por Galileo y que fue expresión de la erección un Estado y una clase (la burguesa) que pretendían el control y dominio del hombre siendo el fundamento de la civilización moderna. En esa medida hubo diversos intentos de introducir el método matemático en las ciencias humanas, las más comprometidas con el método indicial, así, nos dice Ginzburg: “Resulta comprensible que el primero y más logrado de esos intentos –el de los aritméticos políticos- asumiera como objeto propio los gestos humanos más determinados desde el punto de vista biológico: el nacimiento, la procreación, la muerte. Esta drástica reducción permitía una investigación rigurosa y, al mismo tiempo, bastaba para los fines informativos, militares o fiscales de los estados absolutos, que dada la escala sus operaciones se orientaban en sentido exclusivamente cuantitativo”[vi]. Por ello “si algo resulta necesario pensar hoy es, precisamente, como continuar la crítica radical que Marx, y tantos otros lanzaron contra esa razón moderna (expresión de la consolidación de las relaciones sociales capitalistas en la Europa del siglo XVIII, que sorteando peligros y amenazas varias, no hace sino consolidarse al comenzar el siglo XXI) aún cuando esa crítica fuera hecha desde el interior de la misma modernidad”[vii]

Sin más preámbulo veamos algunos aspectos del método indicial: Este tiene un origen muy antiguo, está vinculado al conocimiento resultante de la experiencia que parte de los efectos para dar con las causas, de lo aparentemente secundario para conocer una realidad que no se caracteriza precisamente por la homogeneidad, sino que tiene elementos singulares, cualitativos. Se vincula al método cinegenético de los cazadores caracterizado por “su capacidad de remontarse desde datos experimentales aparentemente secundarios a una realidad compleja, no experimentada en forma directa”, para desarrollar su actividad de caería. Los adivinos y astrólogos mesopotamios también desarrollaron este tipo de conocimiento, estos métodos, leyendo en la naturaleza que presuponían “el minucioso examen de una realidad tal vez ínfima, para descubrir los rastros de hechos no experimentables directamente por el observador”. Ginzburg rastrea este método llegando a un crítico de arte italiano del siglo XIX llamado Morelli quien propuso una manera de detectar pinturas originales a través del estudio de los trazos más insignificantes ya que las pinturas son irrepoducibles, y los copistas imitaban los rastros más representativos, los más concientes, pero no lograban encontrar los trazos “inconscientes”. Freud también se habría inspirado en este método intentando descubrir a través de los gestos inconscientes las claves del comportamiento. Holmes, el investigador del Scotland Yard, compañero del Dr. Watson - creado por Conan Doyle – también usaba ese método al intentar descubrir, en función a ciertos detalles, a los criminales de sus casos. Estos tres personajes estaban relacionados con un antiguo tipo de conocimiento vinculado a la medicina: la sintomatología, consistente en descubrir las enfermedades, que no se presentan de única manera en los individuos, sólo a través de la observación externa de los síntomas.

Pero, este método fue confrontado al método más ligado a la abstracción, a lo que se denominaría el rigor y la generalización, basado en la física galileana. Su origen estaba en modelo de conocimiento iniciado con Platón para quien las formas no eran fundamentales, las sustancias había que buscarlas en el mundo de las ideas, de los conceptos, que se reflejaban pálidamente en el mundo material. Este recorrido también se observa en la filología, con la que se simplificó las formas de comunicación como la escritura de la que se segregó todo aspecto material, oral, corporal, etc. De esta manera fue desplazado todo conocimiento antropocéntrico, cualitativo, singular, dentro de los que estaba incluida la historiografía. “En este punto se abrían dos caminos: o se sacrificaba el conocimiento del elemento individual a la generalización (más o menos rigurosa, más o menos formulable en el lenguaje matemático), o bien se trataba de elaborar, si se quiere a tientas, un paradigma diferente, basado en el conocimiento científico, pero de una cientificidad aún completamente indefinida, de lo individual. El primero de esos caminos sería recorrido por las ciencias naturales, y sólo mucho tiempo después fue adoptado por las llamadas ciencias humanas; y la causa es evidente. La propensión a borrar los rasgos individuales de un objeto se halla en relación directamente proporcional con la distancia emotiva del observador”.[viii]
Esto no quiere decir que el método indicial desapareció o que no haya sido considerado por el nuevo poder hegemónico. También este conocimiento surgido de la experiencia concreta de la gente y transmitido a lo largo de muchos años, fue expropiado para mejorar las formas de control. Sin embargo, como lo plantea Ginzburg, puede servir también para desentrañar los instrincados rasgos de una sociedad capitalista cada vez más compleja “puede convertirse en un instrumento para disipar las brumas de la ideología, que oscurecen cada vez más una estructura social compleja, como la del capitalismo maduro. Si las pretensiones de conocimiento sistemático aparecen cada vez más veleidosas, no por esos se debe abandonar la idea de totalidad”. “Al contrario: la existencia de un nexo profundo, que explica los fenómenos superficiales, debe ser recalcada en el momento mismo en que se afirma que un conocimiento directo de ese nexo no resulta posible. Si la realidad es impenetrable, existen zonas privilegiadas –pruebas, indicios- que permiten descifrarla.”[ix] De esta manera se puede construir un nuevo paradigma que permita profundizar en el conocimiento de la realidad, de sus nexos profundos y que no se contente con una que muestra la supuesta abstracción que no es sino una cristalización ideológica del orden establecido.

De esta manera Ginzburg, a través del método indicial que rescata lo supuestamente insignificante, y que rescata lo cualitativo, ha aportado además - con la microhistoria- a construir un enfoque más cualitativo, interaccionista en el que los individuos son importantes frente a las estructuras ya que estos son las que los generan, “se afirmó así, una forma inédita de historia social, centrada en las desviaciones y discordancias existentes, por una parte, entre los diferentes sistemas de normas de una sociedad y, por otra, al interior de cada una de ellas. La mirada se desplazó a las reglas impuestas a sus usos imaginativos, de las conductas obligadas a las decisiones permitidas por los recursos propios de cada uno... la historia de la sociedad se dio nuevos objetos a pequeña escala”.[x] En la parte podemos encontrar el todo y descubrir como se fundamenta. Descumos además como los insignificantes reproducimos y a la vez resistimos, reificamos o creamos las relaciones de poder y también creamos la historia. El poder y las estructuras sociales se sostienen no sólo por la fuerza, sino por el consenso, atraviesan el cuerpo. Pero no hay una aceptación pasiva de estos, esto es lo que permite el cambio y la creación. Lo macro se constituye fundamentalmente a nivel micro.

Nos dice Ginzburg que, o sacrificamos los aspectos cualitativos, "antropocéntricos", propios de una ciencia "débil" pero de una gran riqueza, a la cuantificación para construir una limitada pero rigurosa disciplina, o nos afirmamos en ellos. Hasta qué punto esta es una oposición irreconciliable, es algo sobre lo que se está reflexionando mucho. Una ciencia construida a imagen y semejanza de una sociedad fundamentada en el dominio (machista, racista y expoliadora) ha hallado sus limitaciones en su terreno más predilecto - las ciencias naturales- que adoptan cada vez más los rasgos cualitativos, singulares, indeterminados que antes se rechazaban de las ciencias humanas y está procesando una nueva racionalidad, que sin abandonar su pretensión de hallar certidumbres y verdades, está desarrollando una autocrítica que descubre como el conocimiento es inevitablemente antropocéntrico, que tiene mucho de ideológico, y que la naturaleza y el hombre tienen papeles creativos, no siempre determinables ni controlables[xi]. En todo caso este es otro tema. Lo importante es descubrir el potencial crítico que tiene este método clasificado como "posmoderno".




[i] Chartier, Roger. “La Historia hoy en día: dudas, desafíos, propuestas” en Historias, México, UNAM, 1996. P.5
[ii] Ibid. P.5
[iii] Ver al respecto: Casanova, Julián. La Historia Social y los Historiadores. ¿Cenicienta o Princesa? Crítica, Barcelona 1991.
[iv] Aróstegui, Julio. La Investigación Histórica: Teoría y Método, Crítica, Barcelona 1995.
[v] Ver: “Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales” en Ginzburg, Carlo. Mitos, Emblemas, Indicios. Morfología e Historia. Gedisa, Barcelona 1994. Pp 138-175
[vi] Ibid. Pág. 154.
[vii] Sztulwark, Diego. “Sujeto Político y Poder” en: La Escena Contemporánea. Revista de Política. N°4. Buenos Aires 2000, Pág. 44.
[viii] Ginzburg. Op cit. Pág. 152
[ix] ibid. Pág 162
[x] Chartier. Op. Cit. Pág 7.
[xi] Al respecto: Wallerstein, Inmanuel. El Legado de la Sociología y la promesa de la Ciencia Social.

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